Te Deum


Te Deum laudamus:
te Dominum confitemur.
Te aeternum patrem,
omnis terra veneratur.

Tibi omnes angeli,
tibi caeli et universae potestates:
tibi cherubim et seraphim,
incessabili voce proclamant:

"Sanctus, Sanctus, Sanctus
Dominus Deus Sabaoth.
Pleni sunt caeli et terra
majestatis gloriae tuae."

Te gloriosus Apostolorum chorus,
te prophetarum laudabilis numerus,
te martyrum candidatus laudat exercitus.

Te per orbem terrarum
sancta confitetur Ecclesia,
Patrem immensae maiestatis;
venerandum tuum verum et unicum Filium;
Sanctum quoque Paraclitum Spiritum.

Tu rex gloriae, Christe.
Tu Patris sempiternus es Filius.
Tu, ad liberandum suscepturus hominem,
non horruisti Virginis uterum.

Tu, devicto mortis aculeo,
aperuisti credentibus regna caelorum.
Tu ad dexteram Dei sedes,
in gloria Patris.

Iudex crederis esse venturus.

Te ergo quaesumus, tuis famulis subveni,
quos pretioso sanguine redemisti.
Aeterna fac
cum sanctis tuis in gloria numerari.

Salvum fac populum tuum, Domine,
et benedic hereditati tuae.
Et rege eos,
et extolle illos usque in aeternum.

Per singulos dies benedicimus te;
et laudamus nomen tuum in saeculum,
et in saeculum saeculi.

Dignare, Domine, die isto
sine peccato nos custodire.
Miserere nostri, Domine,
miserere nostri.

Fiat misericordia tua, Domine, super nos,
quem ad modum speravimus in te.
In te, Domine, speravi:
non confundar in aeternum ■
________________________________
Compuesto originalmente en latín, el nombre se debe a que así empieza su primer verso. Se suele denominar también como Himno Ambrosiano, pues se atribuye a San Ambrosio de Milán, aunque una leyenda indica que lo compusieron en común, inspirados por el Espíritu Santo, San Agustín de Hipona y San Ambrosio mismo. Cuando, en el año 387, San Agustín recibió el Bautismo de manos de San Ambrosio -sigue diciendo la leyenda-, Ambrosio entonó este himno y Agustín iba respondiendo a sus versos. Su origen se remonta probablemente a la primera mitad del siglo IV. En su forma actual se encuentra por primera vez en el Antiphonarium Benchorense de Bangor (Irlanda del Norte), que se debe fechar alrededor del año 690. En publicaciones recientes también se cita a Niketas, Obispo de Remesina (alrededor del año 400), como su autor. Desde el siglo IX se conocen también diversas traducciones. En la Iglesia católica existe la tradición de cantarlo o recitarlo en la última noche del año ■
A Ti, oh Dios, te alabamos,
a Ti, Señor, te reconocemos.
A Ti, eterno Padre,
te venera toda la creación.
Los ángeles todos, los cielos
y todas las potestades te honran.
Los querubines y serafines
te cantan sin cesar:
Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del universo.
Los cielos y la tierra
están llenos de la majestad de tu gloria.
A Ti te ensalza
el glorioso coro de los apóstoles,
la multitud admirable de los profetas,
el blanco ejército de los mártires.
A Ti la Iglesia santa,
extendida por toda la tierra,
te aclama:

Padre de inmensa majestad,
Hijo único y verdadero, digno de adoración,
Espíritu Santo, Defensor.
Tú eres el Rey de la gloria, Cristo.
Tú eres el Hijo único del Padre.
Tú, para liberar al hombre,
aceptaste la condición humana
sin desdeñar el seno de la Virgen.
Tú, rotas las cadenas de la muerte,
abriste a los creyentes el reino del cielo.
Tú te sientas a la derecha de Dios
en la gloria del Padre.
Creemos que un día
has de venir como juez.
Te rogamos, pues,
que vengas en ayuda de tus siervos,
a quienes redimiste con tu preciosa sangre.
Haz que en la gloria eterna
nos asociemos a tus santos.
Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice tu heredad.
Sé su pastor
y ensálzalo eternamente.
Día tras día te bendecimos
y alabamos tu nombre para siempre,
por eternidad de eternidades.
Dígnate, Señor, en este día
guardarnos del pecado.

Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor,
venga sobre nosotros,
como lo esperamos de Ti.
En Ti, Señor, confié,
no me veré defraudado para siempre ■
Akathistos
A Ti, oh Madre de Dios, Emperatriz invencible, te agradezco yo,
la ciudad liberada por Ti del mal, las victorias logradas.
¡Líbrame Tú, con tu invencible poder, de todo tipo de peligro,
para que pueda suplicarte, a Ti, Esposa virgen!
Oh, Madre, merecedora de toda alabanza, que engendraste al Verbo,
al Santo de los Santos, acepta esta ofrenda, líbranos de todo mal,
y protégenos de futuros sufrimientos a todos los que te suplicamos. Aleluya.

¡Salve, Tú a través de quien brilla la alegría!
¡Salve, Tú a través de quien el mal termina!
¡Salve, restauradora de Adán!
¡Salve, redención para las lágrimas de Eva!
¡Salve, Madre del Cordero y del Pastor!
¡Salve, rebaño de corderos racionales!
¡Salve, Madre de la estrella que no se apaga!
¡Salve, esplendor del día místico!
¡Salve, mar que superaste al sabio faraón!
¡Salve, roca que das vida al sediento!
¡Salve, tabernáculo de Dios y del Verbo!
¡Salve, torre incólume de la Iglesia!
¡Salve, muro inexpugnable!
¡Salve, Tú a través de quien se logran las victorias!
¡Salve, por quien caen los enemigos!
¡Salve, salud de mi cuerpo!
¡Salve, seguridad de mi alma! ■

El Himno Akathistos es la más grande y célebre composición mariana de la Iglesia ortodoxa. Ha gozado siempre de una gran estimación entre los fieles, tal como se desprende del hecho de que su uso litúrgico se haya mantenido sin interrupción durante mil quinientos años. Según el relato del Synaxario, el himno fue instituido para agradecer a la madre de Dios su protección sobre la ciudad de Constantinopla -reinando Heraclio como emperador- ante el ataque de los bárbaros: concretamente los ávaros y los persas -a un tiempo y amenazando las fronteras del Imperio bizantino desde diversos frentes- en el año 626. Se cuenta que el patriarca Sergio hizo llevar en procesión, por toda la ciudad, el icono de la Santa Madre de Dios, exhortando a la población a no perder –en aquellos difíciles momentos- la confianza en su protección. Como quiera ser que los intentos de conquista de Constantinopla por sus enemigos, tanto por tierra como por mar, fracasaron milagrosamente -a pesar de las más numerosas y poderosas fuerzas que aportaban a la lucha los bárbaros-, maravillados, los habitantes de la ciudad imperial se dirigieron a la Catedral de Santa Sofía para agradecer a la Combatiente Poderosa su infalible intercesión, cantando jubilosamente: «¡Oh, Madre de Dios, somos tus siervos!». Su peculiar nombre se debe, probablemente, a que el pueblo, careciendo de espacio para sentarse, permaneció de pie (akáthistos) toda la velada y, en adelante, escucharía siempre este himno en esa posición en honor de la Virgen. Es posible que el himno estuviera compuesto con bastante anterioridad, puesto que es evidente que no puede ser fruto de la improvisación. Sin embargo, este acontecimiento histórico tan señalado pudo influir para que se fijase la tradición de usarlo como himno de acción de gracias. Así, habría que situar su composición entre finales del siglo V y principios del siglo VI. Respecto al autor, se han propuesto varias hipótesis, sin que haya pruebas suficientes para determinar con seguridad la autoría de uno de ellos: entre ellos destacan los patriarcas de Constantinopla Sergio y Germán, Jorge de Pisidia y Romanos el Meloda ■

Solemnidad de Santa Maria, Madre de Dios

La liturgia de hoy contempla, como en un mosaico, varios hechos y realidades mesiánicas, pero la atención se concentra de modo especial en María, Madre de Dios[1].

Ocho días después del nacimiento de Jesús recordamos a su Madre, la Theotókos[2], la Madre del Rey que gobierna cielo y tierra por los siglos de los siglos[3]. La liturgia medita hoy en el Verbo hecho hombre y repite que nació de la Virgen. Reflexiona sobre la circuncisión de Jesús como rito de pertenencia a la comunidad, y contempla a Dios que dio a su Hijo unigénito como cabeza del pueblo nuevo por medio de María. Recuerda el nombre que dio al Mesías y lo escucha pronunciado con tierna dulzura por su Madre. Invoca para el mundo la paz, la paz de Cristo, y lo hace a través de María, mediadora y cooperadora de Cristo[4]. [5]

San Cirilo de Alejandría, personaje lleno de contrastes[6] y al mismo tiempo ejemplo de un profundo amor por Jesucristo y de lealtad hacia la Iglesia, escribe un precioso texto sobre la Santísima Virgen que puede servirnos hoy que celebramos a Santa María como Madre de Dios.

«Salve, María, Madre de Dios, veneradísimo tesoro de todo el orbe, antorcha inextinguible, corona de la virginidad, trono de la recta doctrina, templo indestructible, sagrario de aquel que no puede ser contenido en lugar alguno, Virgen y Madre por quien se nos ha dado el llamado en los Evangelios bendito el que viene en nombre del Señor.

»Salve, tú que encerraste en tu seno virginal al que es inmenso e inabarcable. Tú, por quien la Santísima Trinidad es adorada y glorificada. Tú, por quien la cruz preciosa es celebrada y adorada en todo el mundo. Tú, por quien exulta el cielo, se alegran los ángeles y arcángeles, huyen los demonios, por quien el diablo tentador fue arrojado del cielo, y la criatura, caída por el pecado, es elevada al cielo...

»¿Quién de entre los hombres será capaz de alabar como se merece a María, digna de toda alabanza? Es Virgen y Madre: ¡qué maravilla! Este milagro me llena de estupor. ¿Quién oyó jamás decir que al constructor de un templo se le prohíba entrar en él? ¿Quién podrá tachar de ignominia a quien toma a su propia esclava por Madre?

Nosotros hemos de adorar y respetar la unión del Verbo con la carne, hemos de tener temor de Dios y dar culto a la Santa Trinidad, hemos de celebrar con nuestros himnos a María, la siempre Virgen, templo santo de Dios, y a su Hijo, el Esposo de la Iglesia, nuestro Señor Jesucristo. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén»[7].

El Señor te bendiga y te proteja, (...). El Señor se fije en ti y te conceda la paz[8]. Esta es la fórmula de bendición que hemos escuchado en la primera lectura. Está tomada del libro de los Números; en ella se repite tres veces el nombre del Señor, para significar la intensidad y la fuerza de la bendición, cuya última palabra es paz.

El término bíblico shalom, que traducimos por paz, indica el conjunto de bienes en que consiste "la salvación" traída por Cristo, el Mesías anunciado por los profetas. Por eso los cristianos reconocemos en él al Príncipe de la paz. Se hizo hombre y nació en una cueva, en Belén, para traer su paz a los hombres de buena voluntad, a los que lo acogen con fe y amor.

Así, la paz es verdaderamente el don y el compromiso de la Navidad: un don, que es preciso acoger con humilde docilidad e invocar constantemente con oración confiada; y un compromiso que convierte a toda persona de buena voluntad en un "canal de paz".

Pidamos a María, Madre de Dios, que nos ayude a acoger a su Hijo y, en él, la verdadera paz. Pidámosle que ilumine nuestros ojos, para que sepamos reconocer el rostro de Cristo en el rostro de toda persona humana, corazón de la paz ■

[1] Homilía pronunciada el 1.I.2009, en la parroquia de St. Matthew, en San Antonio (Texas).
[2] Literalmente, la que dio a luz a Dios; la traducción castellana –a través del latín- sería Deípara.
[3] Antífona de entrada; cf. Sedulio.
[4] Cfr Lumen gentium, 60-61
[5] Cfr Homilía de Su Santidad Benedicto XVI en la Misa de la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios, XL Jornada Mundial de la paz 2007. El texto completo puede encontrarse en: www.vatican.edu/holy_father/benedict_xvi/homilies/2007/documents/hf_ben-xvi_hom_20070101_world-day-peace_sp.html
[6] A. Kerrigan, St. Cyril of Alexandria Interpreter of the Old Testament. AnBib 2 (Roma 1952); Évieux-Burns, SC 371 (Paris 1991) p. 11-22, 43-61 y 118.
[7] Hom. 15 de incanatione Verbi: EP 2058.
[8] Cfr Nm 6, 24. 26


Ilustración: Virgen gótica, Pórtico de la Catedral, León (España).
We fly to thy patronage, O holy Mother of God; despise not our petitions in our necessities, but deliver us always from all dangers, O glorious and blessed Virgin. Amen ■

Oldest Known Prayer to Mary

Solemnity of the Blessed Virgin Mary, the Mother of God

Today the liturgy of the Church give us a wonderful opportunity to reflect on the person and the life of our blessed Mother the Virgin Mary. She was a young girl, probably a teenager of high school age, who was told that she was chosen to be the mother of the Lord. Now that all sounded wonderful and beautiful, but then the angel Gabriel left her and her life changed suddenly[1].

First she had to convince her parents that she did nothing wrong, even though she was pregnant. Then she had deal with Joseph. He was the one who was particularly devastated. He had made plans to send her away. It took divine intervention to stop him[2]. Mary probably had to put up with the wagging tongues of her neighbors who did the math and knew she was pregnant before she was living with Joseph. [So] Mary’s life was not exactly plenty of fun.

Crisis after crisis hit her. How did she react? Was she a victim, devastated by the latest negativity? Not at all. Scripture is quite clear that Mary took control of her life. Once pregnant, she had only one goal: to care for that child and to present to the world, her son, and our Savior.

Mary’s life is an example to us to take control of our lives. Many people give up on themselves. “This is too hard. I just can’t do it. I’m not smart enough.” But there are others who take an aggressive approach to life. “I will get this. I will get smarter. I will use my talents and develop new ones”. That’s the attitude!

Mary took control of her life. Why? Well because she needed to present the Lord to the world. And that is why you and I have to take control of our lives. We also need to present the Lord to the world. We have a mission in life. That mission is to make Jesus a reality to the world.

Mary is the only person in scripture to be present in every aspect of Jesus’ life from his birth to his death. She is always there, saying to us: Look here is your Savior, my Son. She was never a passive victim, but an active participant in God’s plan. She took control.

In view of today’s celebration of the way that Mary grasped being the Mother of God, it is good for each of us to do some examination of conscience: “Where is it that I give up? When it is that the negative forces of the world take control of me? Am I easily devastated? Or do I assert the strength, the power of God that I have been given at my baptism? Do I master the life that God gave me?

We have to say: I can change. I will change. Even though I am a sinner I will present the Lord to the world. I can do it. There is no crisis, no situation in life that will prevent me from caring for the Divine Presence I have been gifted with. I have the power. I have the strength. And of course I have the support of my mother, the Church!

May Mary, the Beautiful Mother of God, give us the courage to hold her Son ■

[1] Cfr Lk 1: 26-38.
[2] Cfr Mt 1: 20-22.



















Era pobre y silenciosa,
pero con rayos de luz;
olor a jazmín y a rosa
y el Niño que la alboroza:.
es la casa de Jesús.

Un taller de carpintero
y un gran misterio de fe;
manos callosas de obrero,
justas manos de hombre entero:
es la casa de José.

Había júbilo y canto;
ella lavaba y barría,
y el arcángel saludando
repetía de noche y día:
"Casa del Ave María".

Familia pobre y divina,
pobre mesa, pobre casa,
mucha unión, ninguna espina
y el ejemplo que culmina
en un amor que no pasa.

Concede, Padre, Señor,
una mesa y un hogar,
amor para trabajar,
padres a quienes querer
y una sonrisa que dar ■

Ilustración: Rembrandt Harmenszoon van Rijn, La Sagrada Familia de la cortina (1646), óleo sobre madera, 46,5 x 69 cm, Staatliche Museen, Kassel (Alemania)

La Sagrada Familia

Se ha ido volviendo tradicional en la predicación de la Iglesia aprovechar la fiesta de la Sagrada Familia para hablar, como es natural, de la gran importancia que tiene la familia[1].

Frases como la familia es la célula de la sociedad ó es necesario que cuidemos la familia quizá nos suenan un poco a agua pasada, y aunque no lo es, se hace necesario cambiar un poco la perspectiva del tema. Justo por eso quisiera hablar brevemente de ése tiempo anterior a la fundación de una familia: el noviazgo.

Nada más bueno sobre la tierra, después del amor de Dios, que el amor humano. Nada más maravilloso que encontrase con un hombre y una mujer que quieren luchar juntos, creer juntos, sufrir juntos y ser felices juntos.

El noviazgo si se vive bien y con honestidad es una época muy buena e irrepetible; el amor es lo que mueve al mundo, o mejor: lo que sostiene al corazón humano.

Luego la gente se pregunta cómo es que los sacerdotes podemos hablar del amor si no estamos casados.

La respuesta es sencilla, pero hay que explicarla. Oí decir una vez a un obispo que él no ordenaba sacerdote a ninguno de sus seminaristas que no hubiera estado enamorado antes de entrar al seminario, y luego aclaraba: “no digo enamorado de una mujer, sino enamorado de algo o de alguien: de su vocación, de su comunidad, de la vida ¡mejor si es enamorado de Dios!”

Pienso que los sacerdotes deberíamos ser quienes hablásemos con mayor entusiasmo del noviazgo y del amor matrimonial, PRECISAMENTE porque hemos probado lo que es el Amor, con mayúscula, y vivimos de él.

El Señor no tuvo nunca miedo al amor humano, y tan no lo tiene que empieza su vida pública nada menos y nada más que en una fiesta de amor humano: las bodas de Cana. A veces pienso que algunos moralistas no le perdonarían al Señor ese milagro, temerosos de que a algunos de los invitados a las bodas de Cana se les hubieran pasado un poquito las copas ante la abundancia de vino…

Hay ciertas espiritualidades profundamente equivocadas que concluyen que el cuerpo es el malo de la película, y que una pareja de novios tiene que pasarse la vida desconfiando de él [del cuerpo], y que por lo tanto el noviazgo será algo peligrosísimo[2].

El cuerpo es bueno, porque lo hizo Dios. El noviazgo es bueno, porque es la preparación al matrimonio. La sexualidad humana es una de las mejores cosas que ha creado Dios, y que se debe vivir dentro del matrimonio.

A ti joven que escuchas este medio día te digo algo muy sencillo: haz que tu noviazgo sea una cuidada preparación para ese momento –estupendo- de entrega plena. Novio: sé cariñoso con tu novia. Novia: sé cariñosa con tu novio; juntos pidan diariamente la gracia de ser leales, honestos y limpios, haciéndolo la felicidad viene al corazón de carne y sangre que Dios ha dado, corazón que sirve para amar a Dios y para amar a tu novio, a tu novia; al que va a ser tu marido, a la que va a ser tu mujer.

Y a todos que no se nos olvide nunca que Jesucristo mismo quiso tener un corazón de carne como el que tenemos cada uno. Con ese corazón –el Sagrado Corazón- ama a Su Madre, ama a sus amigos, los apóstoles, ama a su Iglesia y en la Iglesia y a través de la Iglesia a cada uno de nosotros ■

[1] Homilía pronunciada el Domingo 28.XII.2008, Fiesta de la Sagrada Familia, en la Parroquia de St. Matthew, en San Antonio (Texas).
[2] Jesucristo en el evangelio lo explica muy bien, y nos dice que el pecado no es lo que entra por la boca, sino lo que sale del interior. Y aclaraba que del alma, de la voluntad, salen los malos deseos. Con lo que se concluye que es el alma quien malemplea al cuerpo cada vez que pecamos (Cfr Mt 15, 18-20).

Ilustración: Bartolomé Esteban Murillo, El matrimonio de la Virgen (1670), óleo sobre tela, 76 x 56 cm, Wallace Collection ( London).
Dear brothers and sisters, today, "the grace of God our Saviour has appeared" (cf. Tit 2:11) in this world of ours, with all its potential and its frailty, its advances and crises, its hopes and travails. Today, there shines forth the light of Jesus Christ, the Son of the Most High and the son of the Virgin Mary: "God from God, light from light, true God from true God. For us men, and for our salvation, he came down from heaven". Let us adore him, this very day, in every corner of the world, wrapped in swaddling clothes and laid in a lowly manger. Let us adore him in silence, while he, still a mere infant, seems to comfort us by saying: Do not be afraid, "I am God, and there is no other" (Is 45:22). Come to me, men and women, peoples and nations, come to me. Do not be afraid: I have come to bring you the love of the Father, and to show you the way of peace.Let us go, then, brothers and sisters! Let us make haste, like the shepherds on that Bethlehem night. God has come to meet us; he has shown us his face, full of grace and mercy! May his coming to us not be in vain! Let us seek Jesus, let us be drawn to his light which dispels sadness and fear from every human heart. Let us draw near to him with confidence, and bow down in humility to adore him. Merry Christmas to all! ■ Benedict XVI, Christmas Message

The Holy Family of Jesus, Mary and Joseph

Today, we celebrate the Feast of the Holy Family. In the American competitive attitude, we are tempted to look at the Holy Family as an ideal we can not realize in our families. But, Jesus, Mary and Joseph had their share of struggles. The trust which is fundamental to a marriage was challenged by the pregnancy. Joseph must have felt terrible when he had to bring his wife to a stable to have the child. Living in a foreign land, Egypt, away from family and traditions, was far from ideal. Still, the Holy Family made it through the difficulties of their family life for one reason only: they had great faith. Joseph had faith in the angel of his dreams and treated the pregnant Mary in an honorable way. He had faith that God would help him protect the child, and he moved the family to Egypt. Mary had faith both in the angel and in God's working through Joseph. Jesus, having emptied himself of his divinity, had faith in his parents to care for him[1].

The Holy Family conquered their struggles through their faith-life. This must be the primary concern of our families.

Today’s Gospel is acted out almost every Sunday here at St. Matthew. Mary and Joseph went to the temple holding Jesus. Simeon and Anna made a fuss. This happens here also. Just about every week one of our couples come in to the church holding their newborn child. There joy is indescribable. “Look who we have with us,” they say before they ever open their mouths. I make believe I’m surprised even though I may have seen the expectant Mom every week. I love seeing the babies, and I enjoy making a fuss. And I love seeing the huge change in the parents who present their first child. One young couple told me something that I know all of you realized when he came home from the hospital with that first child. They said, “You know, we can’t come and go and do the things we did before we had the baby, but we have so much more now. Life was great before, but much better now.”

I love seeing how much you love your children. I love the fact that you all are determined to provide the best for your children.

Let me remind you, to be the best parents you can be, remain grounded in the Lord. Make prayer a part of your home life. Pray with your children at bedtime and pray for them after they fall asleep. Teach your children respect. Let them witness your respect for them, for each other, and for others and demand that they respect others, including you.

Do your best, and trust God to do the rest.

May all our families be Holy Families ■

[1] Sunday 28th December, 2008, Holy Family. Readings: Genesis 15:1-6; 21:1-3. The Lord remembers his covenant for ever—Ps 104(105):1-6, 8-9. Hebrews 11:8, 11-12, 17-19. Luke 2:22-40 [Holy Innocents].
Ilustration: The work of the Dortmund painter Konrad von Soest should be seen in the context of early Cologne painting. This panel from the Wildung Altarpiece, which is dated 1403 and signed on the reverse side with "per conradem pictorem de suato" (by Konrad of Soest, painter), owe their effects to their detail and gently flowing style. The colour contrasts are surprising, with bright gold and yellows as well as deep blues and reds enlivening the scenes. Konrad's Nativity is a successful genre scene, showing Joseph on his knees, his cheeks puffed out as he blows on the fire. As we can see from his face, the world portrayed here is that of the earthy and blunt peasant - people and objects from everyday life provided religious painting with a range of pictorial effects and subjects.


Konrad von Soest, Nativity (1403), Mixed media on wood, 73 x 56 cm, Parish church, Bad Wildungen.

Adeste fideles, laeti triumphantes
Venite, venite in Bethlehem
Natum videte, regem angelorum
Venite adoremus, venite adoremus
Venite adoremus Dominum.

En grege relicto, humiles ad cunas,
vocati pastores approperant.
Et nos ovantes gradum festinemus.
Venite adoremus, venite adoremus
Venite adoremus Dominum.

Aeterni Parentis splendorem aeternum,
Velatum sub carne videbimus
Deum Infantem, pannis involutum.
Venite adoremus, venite adoremus
Venite adoremus Dominum.

Pro nobis egenum et foeno cubantem,
Piis foveamus amplexibus:
Sic nos amantem quis non redamaret?
Venite adoremus, venite adoremus
Venite adoremus Dominum ■

(Venid fieles todos, alegres y triunfantes)
(Venid, venid a Belén)
(Contemplad al niño, Rey de los angeles)
(Venid y adoremos, venid y adoremos)
(Venid y adoremos al Señor).

(Ved cómo, dejando el rebaño, humildemente hacia la cuna
rápidamente se acercan los pastores al ser llamados,)
(Y nosotros apresurémonos con paso alegre.)
(Venid y adoremos, venid y adoremos)
(Venid y adoremos al Señor.)

(El esplendor eterno del Padre Eterno)
(Lo veremos oculto bajo la carne)
(Al Dios Niño envuelto en pañales)
(Venid y adoremos, venid y adoremos)
(Venid y adoremos al Señor.)

(Por nosotros pobre y acostado en la paja)
(Démosle calor con nuestros cariñosos abrazos)
(A quien así nos ama ¿quién no le amará?)
(Venid y adoremos, venid y adoremos)
(Venid y adoremos al Señor) ■

Adeste Fideles es un himno usado en la Bendición durante la Navidad en Francia, España e Inglaterra desde fines del siglo XVIII. Se cantaba en la misión portuguesa en Londres en 1797. Vincent Novello, organista de ese lugar, atribuyó la versión musical más popular a John Reading, quien fue organista en la Catedral de Winchester de 1675-81, y posteriormente en la Universidad de Winchester. El himno en sí mismo ha sido atribuido a San Buenaventura, pero no se encuentra entre sus obras. Es probable que su autor sea francés o alemán. El Himno, fundamentalmente invita a los fieles a venir a Belén a adorar al Salvador recién nacido.


Luca Cambiaso
La Adoración de los Magos
Bosquejo, 21x30 cm
Origen: Italy, Circa (1570)
Museo de L’Hermitage (San Petesburgo)

Te diré mi amor, Rey mío,
en la quietud de la tarde,
cuando se cierran los ojos
y los corazones se abren.

Te diré mi amor, Rey mío,
con una mirada suave,
te lo diré contemplando
tu cuerpo que en paja yace

Te diré mi amor, Rey mío,
adorándote en la carne,
te lo diré con mis besos,
quizá con gotas de sangre.

Te diré mi amor, Rey mío,
con los hombres y los ángeles,
con el aliento del cielo
que espiran los animales.

Te diré mi amor, Rey mío,
con el amor de tu Madre,
con los labios de tu Esposa
y con la fe de tus mártires.

Te diré mi amor, Rey mío.
¡oh Dios del amor más grande!
¡Bendito en la Trinidad,
que has venido a nuestro valle!

Amén ■

Nochebuena

Una antigua costumbre prevé para la fiesta de la Navidad tres misas, llamadas respectivamente de la vigilia, de la aurora, y del día. En cada una, a través de las lecturas que varían, se nos presenta un aspecto distinto del gran misterio de la Encarnación, de forma que se tenga de una visión más profunda[1].

El evangelio de la Misa de medianoche se concentra en el evento, en el hecho histórico. Se describe con una desconcertante sencillez, sin ostentación alguna. Tres o cuatro líneas de palabras humildes y corrientes para describir el acontecimiento más importante en la historia del mundo: la llegada de Dios a la tierra[2].

Con una asombrosa sencillez el alcance de este acontecimiento lo confía, el evangelista, al canto que los ángeles entonan después de haber dado el anuncio a los pastores: Gloria a Dios en lo alto del cielo y paz en la tierra a los hombres que ama el Señor. Antiguamente esta última expresión se traducía de manera distinta: Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad. Con este significado la expresión entró en el canto del Gloria y se hizo habitual en el lenguaje cristiano. Tras el Concilio Vaticano II se suele indicar con ella a todos los hombres honestos, que buscan la verdad y el bien común, sean o no creyentes[3].

En el texto bíblico original se trata de los hombres a los que ama Dios, que son objeto de la buena voluntad divina, no que ellos tengan buena voluntad. De este modo, el anuncio resulta todavía más consolador. Si la paz se otorgara a los hombres por su buena voluntad, entonces se limitaría a pocos, a los que la merecen; pero como se otorga por la buena voluntad de Dios, por gracia, se ofrece a todos.

Y es que la Navidad no apela a la buena voluntad de los hombres, sino que es anuncio luminoso de la buena voluntad de Dios hacia los hombres, ¡qué verdad tan consoladora y tan apacible!

La clave para entender el sentido de aquel canto de los ángeles es la que habla del «querer», del «amor» de Dios hacia los hombres, como fuente y origen de todo lo que Dios ha comenzado a realizar en Navidad. Nos ha predestinado a ser sus hijos adoptivos según el beneplácito de su voluntad, escribe San Pablo; nos ha dado a conocer el misterio de su querer[4].

La Navidad es la suprema manifestación del amor de Dios por los hombres.

Sólo después de haber contemplado la maravillosa buena voluntad de Dios hacia nosotros podemos ocuparnos también de la buena voluntad de los hombres: de nuestra respuesta al misterio de la Navidad.

Esta buena voluntad se debe expresar mediante la imitación de la acción de Dios, de su actitud. Imitar el misterio que celebramos significa abandonar todo pensamiento de hacer justicia solos, todo recuerdo de ofensas recibidas, suprimir del corazón todo resentimiento aún justo, y ello respecto a todos. No admitir voluntariamente ningún pensamiento hostil contra nadie; ni contra los cercanos ni contra los lejanos, ni contra los débiles ni contra los fuertes, ni contra los pequeños ni contra los grandes de la tierra, ni contra criatura alguna que existe en el mundo.

Y esto para honrar el nacimiento del Señor, porque Dios no ha guardado rencor, no ha mirado la ofensa recibida, no ha esperado a que otro diera el primer paso hacia Él. Si esto no es posible siempre, durante todo el año, por lo menos hagámoslo en tiempo de Navidad. Así ésta será de verdad la fiesta de la bondad ■

[1] Homilía preparada para la Nochebuena del 2008 en la parroquia de St. Matthew, en San Antonio (Texas).
[2] Cfr Lc 2, 1-14.
[3] Gloria in excelsis, himno litúrgico, llamado también doxología mayor, habitualmente cantado en forma silábica o semi-silábica, forma parte de las piezas obligatorias del Ordinario de la Misa, tanto en las Liturgias católicas como ortodoxas. El texto comienza con una pequeña variación de las palabras que los ángeles utilizaron para anunciar el nacimiento de Jesús a los pastores (Lc 2, 14). La Vulgata latina usa altissimis (que, generalmente, significa 'en lo más alto', pero con sentido físico) en lugar de excelsis ('superior', 'elevado' o 'lo más alto'). El himno continúa con versos añadidos para crear una doxología propia. Su texto original griego tiene un origen muy lejano en la historia del cristianismo. La versión larga usada por la Iglesia ortodoxa griega está datado en el siglo IV, pero no es la forma habitual en que se canta en el resto de las liturgias cristianas, que usan formas devenidas de la forma latina, que añade las expresiones Tu solus altissimus y Cum sancto Spiritu. Los ortodoxos griegos lo concluyen con Todo el día le adoraré y glorificaré su nombre por siempre y para siempre y continúa con 10 versos más, provenientes de los salmos, el Trisagio y el Gloria Patri.
[4] Ef 1,5.9
Ilustración: GHIRLANDAIO, Adoración de los Magos (detalle superior), 1488, Tempera sobre madera, Spedale degli Innocenti (Florencia)

La Natividad del Señor

Celebra la Iglesia, un año más, llena de esperanza, el nacimiento de su Rey y Redentor, un día lleno de luz y de alegría, un día en el que sin duda alguna renace lo mejor de cada ser humano y de la humanidad en si[1].

En algún momento de su vida, preguntaron a Madre Teresa de Calcuta quién era para ella Jesús, y respondió –como en tantos aspectos de su vida- de una manera profundamente sencilla y clara y limpia y llena de luz. Luego ésa respuesta quedaría por escrito[2].

Pienso que escuchar lo que aquella religiosa albanesa respondió puede ayudarnos a todos a centrar la atención en lo que celebramos éste día: el nacimiento del Redentor. A detenernos un momento que lo realmente importante es que el Padre ha querido, un año más, que la humanidad celebre el nacimiento de su Hijo, Jesucristo.

«¿Quién es Jesús?
Para mí –respondió Teresa de Calcuta- Jesús es,
El Verbo hecho carne.
El Pan de la vida.
La víctima sacrificada en la cruz por nuestros pecados.
El Sacrificio ofrecido en la Santa Misa por los pecados del mundo y por los míos propios.
La Palabra, para ser dicha.
La Verdad, para ser proclamada.
El Camino, para ser recorrido.
La luz, para ser encendida.
La Vida, para ser vivida.
El Amor, para ser amado.
La Alegría, para ser compartida.
El sacrificio, para ser dado a otros.
El Pan de Vida, para que sea mi sustento.
El Hambriento, para ser alimentado.
El Sediento, para ser saciado.
El Desnudo, para ser vestido.
El Desamparado, para ser recogido.
El Enfermo, para ser curado.
El Solitario, para ser amado.
El Indeseado, para ser querido.
El Leproso, para lavar sus heridas.
El Mendigo, para darle una sonrisa.
El Alcoholizado, para escucharlo.
El Deficiente Mental, para protegerlo.
El Pequeñín, para abrazarlo.
El Ciego, para guiarlo.
El Mudo, para hablar por él.
El Paralítico para caminar con él.
El Drogadicto, para ser comprendido en amistad.
La Prostituta, para alejarla del peligro y ser su amiga.
El Preso, para ser visitado.
El Anciano, para ser atendido.
Para mí, Jesús es mi Dios.
Jesús es mi Esposo.
Jesús es mi Vida.
Jesús es mi único amor.
Jesús es mi Todo».


Pensemos con cuál nos quedamos cada uno. Si hay alguna de éstas frases cortas y rotundas que haya golpeado especialmente nuestra alma. Y vamos a pensar por qué. Quizá vamos caminando por la vida sin repartir amor. O quizá nos hace falta más comprensión. O darnos más a los demás.

Cada cuál es diferente, y en cada uno el Espíritu Santo –Señor y Dador de vida- sugerirá cosas distintas.

Dirigimos hoy también la mirada hacia la Virgen, la criatura sobre la tierra que mejor ha conocido a Jesús.

Cuenta una vieja leyenda que entre los pastores que acudieron la noche de Navidad a adorar al Niño había uno tan pobrecito que no tenía nada que ofrecer y se avergonzaba mucho. Llegados a la gruta, todos rivalizaban para ofrecer sus regalos[3]. María no sabía cómo hacer para recibirlos todos, al tener en brazos al Niño. Entonces, viendo al pastorcillo con las manos libres, le confió a él, por un momento, a Jesús. Tener las manos vacías fue su fortuna. Es la suerte más bella que podría sucedernos también a nosotros. Dejarnos encontrar en esta Navidad con el corazón tan pobre, tan vacío y silencioso que María, al vernos, pueda confiarnos también a nosotros su Hijo ■


[1] Homilía preparada para la misa del día en la fiesta de la Natividad del Señor en la parroquia de St. Matthew, en San Antonio (Texas), el 25.XII. 2008.
[2] Madre Teresa de Calcuta, nacida como Agnes Gonxha Bojaxhiu, fue una religiosa católica albanesa célebre por su labor humanitaria en la India. Entre otras cosas nada importantes pero que sirven para situar el momento histórico de su existencia, Madre Teresa fue galardonada con el Premio Nobel de la Paz en 1979. Juan Pablo II la beatificó en el 2003, su proceso de canonización continúa.
[3] Ésta leyenda la menciona tanto Paulo Coelho al comienzo de El Alquimista como el P. Raniero Cantalamessa OFM, Predicador de la Casa Pontificia, en un comentario al Evangelio en la Natividad del 2005.


Ilustración: Juan Bautista Foggini, Adoración de los pastores, 1675, Mármiol, 1.35x86x28 cm, L'Hermitage (San Petesburgo)

The Nativity of the Lord

For a child is born to us, a son is given us; upon his shoulder dominion rests. They name him Wonder-Counselor, God-Hero, Father-Forever, Prince of Peace[1]. Prince of Peace. We speak a lot about peace at Christmastime. We sing about a child sleeping in heavenly peace. We wish each other Christmas Peace[2].

How can we understand the peace that Jesus brings?

We use the phrase “Jesus came to forgive sins” too loosely. We use the phrase, “He is the Prince of Peace” too vaguely. It all seems sweet, even happy. Jesus’ life should not be trivialized in this manner. Jesus came as one of us to lead us towards a completely different world view. He points us towards a mind set of self giving, sacrificial love. He calls us to embrace the spiritual as a greater reality than the material. He calls us away from the chaos of sin to the peace of the Kingdom of God.

When I sin, when you sin, I, we, are in chaos. Oh sure, I can pretend that nothing is wrong. I can pretend that I am only doing what everyone else is doing. I can even blame the Church for putting me on a guilt trip. And, yes, I can find psychologists and counselors who are willing to tell me that there is nothing wrong with my choices as long as I am happy with them.

We have all heard it said that the devil works hard to bring us down. Actually, I don’t like this saying because it is a convenient way for any of us to deny our responsibility for the chaos of our lives. No, it is not that “devil that makes us do it.” We don’t need his help. We don’t even have to work hard to destroy our lives. We are capable of doing this all too easily.

But no matter how much confusion we may be in, it does not matter to God. God brings us back to Himself. And He does it quickly. He raises us from sin instantaneously. Do you know why? Because God wins. He always wins. At least, He always wins as long as we let Him win.

So the man who has destroyed his family turns back to God and becomes a new person, one who is loving and giving. By the end of his life his children and perhaps, even his former wife, recognize that his goodness has overcome the pain he inflicted. They remember their father and her former husband for the good man he had become and the way he brought God’s love to them. He dies in peace. God wins. He always wins. At least, as long as we let him win.

For a child is born to us, a son is given us; upon his shoulder dominion rests. They name him Wonder-Counselor, God-Hero, Father-Forever, Prince of Peace. Prince of Peace. What is the peace that Jesus brings? The peace that Jesus brings is the freedom from chaos in our own lives.

If we can have the courage to embrace the life he proclaimed with his life, a life where the spiritual is primary, a life where the greater value is in what is given, a life of charity, the unselfish concern for the welfare of others, then we can enjoy the Peace the Lord came to bring every moment of our lives. God does not want any of us suffering even if we are suffering the results of our own actions. He wants to comfort us. He wants us to be at peace.

He saves us from the chaos we have afflicted upon ourselves. His name is Jesus. That is the name the angel told Joseph to give Him because He will save His people from their sins. He saves us from ourselves. He is the Prince of Peace. May you and your families live in the Peace of Christ ■

[1] Is 9:5.
[2] 24th December, 2008
Wed 24th, Midnight Mass. Readings: Isaiah 9:1-7. Today is born our Saviour, Christ the Lord—Ps 95(96):1-3, 11-13. Titus 2:11-14. Luke 2:1-14.
Ilustration: The Nativity Story is a movie about the lives of St. Joseph and the Blessed Virgin Mary as they start their journey together to bring the Messiah into the world. Starring Keisha Castle-Hughes as Mary and directed by Catherine Hardwicke. The oficial web site is:

Ridolfo Ghirlandaio
Adoration of the Shepherds (1510)
Oil on poplar, 148 x 132 cm
Museum of Fine Arts, Budapest

Candor æternæ Deitatis alme,
Christe, tu lumen, venia atque vita
advenis, morbis hominum medela,
porta salutis.

Intonat terræ chorus angelorum
cælicum carmen, nova sæcla dicens,
gloriam Patri, generique nostro
gaudia pacis.

Qui iaces parvus dominans et orbi,
Virginis fructus sine labe sanctæ,
Christe, iam mundo potiaris omni,
semper amandus.

Nasceris cælos patriam daturus,
unus e nobis, caro nostra factus;
innova mentes, trahe caritatis
pectora vinclis.

Cœtus exsultans canit ecce noster,
angelis læto sociatus ore,
et Patri tecum parilique Amori
cantica laudis ■

Hymn for the Solemnity of Christmas, December 25

The mystery of Christmas lays upon us all a debt and an obligation to the rest of [humankind] and to the whole created universe. We who have seen the light of Christ are obliged, by the greatness of the grace that has been given us, to make known the presence of the Savior to the ends of the earth. This we will do not by preaching the glad tidings of His coming, but above all by revealing Him in our lives. Christ is born to us today, in order that He may appear to the whole world through us ■ Thomas Merton, Seasons of Celebration, New York: Farrar, Straus & Giroux, 1965, 112.
Madre del Redentor, Virgen fecunda
puerta del Cielo
siempre abierta,
estrella del mar
ven a librar al pueblo que tropieza
y se quiere levantar.

Ante la admiración
de cielo y tierra,
engendraste a tu Santo Creador,
y permanecés siempre Virgen,
recibe el saludo del ángel Gabriel
y ten piedad de nosotros pecadores.

Estaba María santa
Contemplando las grandezas
De la que de Dios seríaMadre santa y Virgen bella.

El libro en la mano hermosa,
Que escribieron los profetas,
Cuanto dicen de la Virgen
¡Oh qué bien que lo contempla!
Madre de Dios y virgen entera,
Madre de Dios, divina doncella.
Bajó del cielo un arcángel,
Y haciéndole reverencia,
Dios te salve, le decía,
María, de gracia llena.

Admirada está la Virgen
Cuando al Sí de su respuesta
Tomó el Verbo carne humana,
Y salió el sol de la estrella.

Madre de Dios y virgen entera,
Madre de Dios, divina doncella ■

Lope de Vega
Autor alemán anónimo, La Anunciación (1330), Tempera sobre madera, 42 x 32,5 cm
Wallraf-Richartz Museum (Colonia)

IV Domingo de Adviento

El evangelio de éste último domingo del tiempo de Adviento narra el preciso momento en el que el Hijo de Dios se empieza a formar en el seno la Santísima Virgen. El hecho central de éste pasaje evangélico –que tan maravillosas obras de arte ha inspirado- es…un embarazo[1].

Es inevitable plantearse inmediatamente la pregunta: ¿por qué el tema de la vida viene ocasionado tantas discusiones y debates en los últimos años? El principal motivo –o por lo menos uno de los principales- no es de tipo económico. Los nacimientos deberían aumentar a medida que se camina hacia las franjas más elevadas de la sociedad, o según se va del Sur al Norte del mundo, y en cambio sabemos que ocurre exactamente lo contrario.

El motivo es más profundo: es la falta de esperanza, con lo que implica: confianza en el futuro, impulso vital, creatividad, poesía y alegría de vivir. Si casarse es siempre un acto de fe, traer al mundo un hijo es siempre un acto de esperanza. Nada se hace en el mundo sin esperanza. Necesitamos de la esperanza como del aire para respirar. Cuando una persona está a punto de desmayarse, se grita a quienes están cerca: «¡le falta aire!». Lo mismo se debería hacer con quién está a punto de dejarse ir, de rendirse ante la vida: «¡Denle un motivo de esperanza!». Cuando en una situación humana renace la esperanza, todo parece distinto, aunque nada, de hecho, haya cambiado. La esperanza es una fuerza primordial. Literalmente hace milagros.

El Evangelio tiene algo esencial que ofrecernos a todos en este momento concreto de la historia: la Esperanza con mayúsculas, virtud teologal, que tiene por autor a Dios mismo. La esperanzas terrenas (casa, trabajo, salud, el éxito de los hijos...), aunque se realicen y sean buenas en si mismas, al final desilusionan si no hay algo más profundo que las sustente y las eleve.
Un ejemplo muy gráfico es la tela de araña: es una obra de arte, perfecta en su simetría, elasticidad, funcionalidad, tensa desde todos los puntos por hilos que tiran de ella horizontalmente. Se sujeta en el centro por un hilo desde arriba, el hilo que la araña ha tejido descendiendo. Si uno desprende uno de los filamentos laterales, la araña sale, lo repara rápidamente y vuelve a su sitio. Pero si se rompe ese hilo de lo alto, todo se distiende. La araña sabe que no hay nada que hacer y se aleja. La virtud de la Esperanza es el hilo de lo alto en nuestra vida, lo que sustenta toda la trama de nuestras esperanzas.

En este momento en que sentimos tan fuerte la necesidad de esperanza, esta fiesta de la Navidad puede representar una maravillosa ocasión para renovarnos por dentro.

El Evangelio es clarísimo: Todo aquel que acoge a este niño en mi nombre, me recibe a mí[2]. Esto vale para quien acoge a un niño pobre y abandonado, para quien adopta o alimenta a un niño de algún país con poco desarrollo; pero vale sobre todo para los padres cristianos que, amándose, en fe esperanza, se abren a una nueva vida. Muchas parejas que, cuando se anunció el embarazo, se han visto por un momento llenas de confusión e incluso tristeza seguramente sentirán que pueden hacer propias las palabras de la profecía de Isaías: ¡Acrecentaste el gozo, hiciste grande la alegría, porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado![3]

Invocando a la Santísima Virgen como esperanza nuestra, pongamos bajo su maternal protección y pidamos más luz y más alegría en estos días previos a la celebración de la Nochebuena ■

[1] Homilía pronunciada el 21.XII.2008, IV Domingo de Adviento en St. Matthew Catholic Church, en San Antonio (Texas).
[2] Cfr Lc 9, 46.50.
[3] Cfr 9, 1-7.
The purpose of God´s coming to man was not to make us nice people, but to make us new creatures. There were only two classes of people who heard the cry that nigth; shepherds and wise man. Shepherds: those who know they know nothing. wise men: those who know they do not know everything. Only the very simple and the very learned discovered God.

Archbishop Fulton J. Sheen

Fourth Sunday of Advent

A few months ago I was roaming the Metropolitan Museum of Art[1] with an audio guide stuck in my ear. I came upon a medieval painting of the scene depicted in today’s Gospel, the scene we usually call the Annunciation. The narrator pointed out the various different technical elements of the painting and then spoke about the dove over Mary and the Angel’s head. A very good explication, however he missed the artist’s point. The artist’s point was that Mary heard the Word of God. That was why the Holy Spirit was able to overshadowed her. That was how the Word of God became flesh through her[2].

Mary was given a choice. The world waited for her answer. She could have refused to allow God’s plan to work through her, but Mary was open to the Word of God. She allowed to Word to enter her and transform her from a simple person to the mother of the Second Person of the Blessed Trinity, to the Queen of the Universe. She was open to the Word of God, and the Word of God used her to transform the world. The what of Jesus, what is he, is human and divine, two natures. But the who of Jesus, who is he, is always the Second Person of the Blessed Trinity. Mary said “Yes!” to the Word in her ear and became the Mother of God.

That same Word of God whispers into our ears, yours and mine. He calls us to continue the transformation of the world. He calls us to make the Savior real to those who long for his presence. Will we reject the Word and force Him to look for another ear? Will we obey grudgingly and limit His action through us? Or will we make a decision for the Lord, and offer ourselves totally to God?

We are here because we have chosen Jesus Christ. We recognize our humanity, our weakness, and we seek strength to remain faithful to this choice. Mary’s great virtue was her obedience.

The Word of God whispers into our ears and calls upon us to bring this Divine Presence within us to others. We do this by standing up for our faith. We do this by searching out for those who need His Strength. So many people hurt at Christmas time. People who have lost loved ones need special attention. People who are wandering the world listlessly, from thing to thing, need special care. People who are sick and elderly and wondering if this will be their last Christmas, need the assurance that God’s love will usher them an eternal Christmas.

The Word of God whispered into Mary’s ear, and she conceived. The Word of God is shouting into our ears, and we are transforming the world with His Presence.

Hail Mary, Full of Grace. Because you let God work within you, we have become the Masterpiece of His Hand ■

[1] The Metropolitan Museum of Art is an art museum located on the eastern edge of Central Park, along what is known as Museum Mile in New York City, USA. It has a permanent collection containing more than two million works of art, divided into nineteen curatorial departments The main building, often referred to simply as "the Met," is one of the world's largest art galleries, and has a much smaller second location in Upper Manhattan, at "The Cloisters," which features medieval art. You also must visit: http://www.metmuseum.org
[2] Sunday 21st December, 2008, 4th Sunday of Advent. Readings: 2 Samuel 7:1-5, 8-12, 14, 16. For ever I will sing the goodness of the Lord—Ps 88(89): 2-5, 27, 29. Romans 16:25-27. Luke 1:26-38 [St Peter Canisius].
Ilustration: At the age of seventeen the Genoese Bernardo Strozzi became a Capuchin monk (hence his nicknames of "Il Capucino" or "Il Prete Genovese"), but in 1610 he left his convent in order to tto support his mother and sister by his work as a painter. When the former died and the latter married he was recalled by his order but disobeyed and, to escape imprisonment, fled to Venice where he spent the rest of his life. Influenced to some extent by the painters of Venice but mainly by Caravaggio and Rubens, Strozzi was a versatile and extraordinarily prolific artist, whose work comprises nearly every kind of painting - frescoes, altarpieces, genre scenes and portraits. His approach was natural and robust, his forms vigorous and his colours warm, even fiery. The Annunciation was painted during his late Venetian period.
Bernardo Strozzi, The Annunciation (1643-44), Oil on canvas, 145 x 120 cm, Museum of Fine Arts, Budapest.
Morenez de morena hermosura,
No nevado candor de jazmín;
Sí amalgama, crisol que madura
Nuestra sed del Amor, mar sin fin.

Ella es reina, nosotros vasallos;
Ella es río, nosotros la sed;
Ella estrella, nosotros los rayos;
Ella nave, nosotros la red.

Sobre ell surco del llanto, sus ojos,
Sobre el hambre de Madre, su amor;
Sus dos manos, un viento de rezos,
En la noche de América, sol.

Cuando el valle se viste de sombras
Y el silencio es la voz del hogar,
Te loamos, Señor, que te nombras
El Amor no agotado de amar. Amén ■

de las Vísperas del Oficio de Nuestra Señora de Guadalupe, de la Liturgia de las Horas.

Nuestra Señora de Guadalupe

Hay unas palabras, tomadas del Nican Mopohua [1]que no son tan conocidas, pero que resultan profundamente entrañables: «Le daré a las gentes todo mi amor personal, en mi mirada compasiva, en mi auxilio, en mi salvación porque yo soy en verdad vuestra Madre compasiva».[2]

Ésta es la tarea primordial de la Santísima Virgen en la economía de la salvación: dar a conocer a Dios y llevarnos a Él, y para ello se valdrá de un método original; su suave figura plasmada en la tilma de Juan Diego, su presencia fascinante, su dulce voz, sus ojos llenos de ternura.

María es un reflejo de Dios, conocerla a Ella es introducirnos casi insensiblemente en el conocimiento del verdadero Dios.

Hay que decirlo claramente: el Evangelio del Tepeyac es todo un cántico a la maternidad espiritual de María entonado por Ella misma. Las asombrosas palabras que brotaron de sus labios lo proclaman con elocuencia: «Juan, Juanito, Juan Dieguito, hijo mío el más pequeño de mis hijos» qué delicada solicitud y que ternura tan exquisita la de esta Madre incomparable. Y no se diga si recordamos la conmovedora escena de la cuarta aparición: «Escucha, ponlo en tu corazón» decía María y ahora nos lo está diciendo a nosotros desde esta conversación que estamos teniendo con María: «Que no se perturbe tu rostro y tu corazón ¿qué no estoy yo aquí que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿Qué más deseas?».

Estamos viviendo momentos difíciles en donde están en juego los valores morales y espirituales que han forjado, sostenido y enriquecido a nuestro México. Para nadie es una novedad que la fe se debilita en muchos cristianos influenciados por ideologías adversas y contrarias al espíritu del Evangelio.

Hemos de estar alerta, y preguntarnos cada uno: “Yo, ¿qué estoy haciendo para cuidar la fe que recibí y transmitirla a los que vienen después?”. No basta con recibir y descuidarnos.

Hoy, en medio de la celebración de la Eucaristía, hemos de dejar a los pies de nuestra Señora nuestras necesidades, problemas y preocupaciones; los sueños y proyectos e ilusiones que tenemos en nuestra vida, en la Iglesia, en nuestra parroquia, convencidos de que seremos escuchados.

Unámonos todos a los millones y millones de labios que a través de los siglos y ahora mismo pronuncian este nombre –Maria de Guadalupe- con alegría y con esperanza en el dolor, en las incomprensiones, en el silencio del alma, en los sufrimientos de la vida y en las angustias de la muerte.
El amor por la Virgen – amor filial y sincero- debe trascender y abarcar toda nuestra vida, y junto al amor por Jesucristo constituir nuestra mayor riqueza, nuestro único tesoro.

María ha sido para su pueblo, ahora para cada uno de nosotros, luz para los que andamos en tinieblas, consuelo para los abatidos, estrella que brilla en el cielo de la Iglesia, imagen de Dios, guía que conduce nuestros pasos, inspiración de virtud, de pureza y de humildad, de docilidad a la voluntad de Dios, de fe luminosa y radiante, y en fin, de lo más nobles y sentimientos del corazón humano.

Que nuestro Señor, que dentro de unos momentos bajará a las especies eucarísticas, y la Virgen María de Guadalupe bendigan nuestras familias y nuestras vocaciones, y nos permita a todos encontrarnos un día reunidos con Ella para siempre en la patria del cielo ■

[1] El Nican Mopohua (“aquí se narra”, en idioma náhuatl) es el título de la narración en la que se cuentan las apariciones de la Virgen de Guadalupe. El elegante y complejo texto no está escrito en un náhuatl original sino en el lenguaje reformado en los conventos jesuitas. Fue impreso en 1649 por el bachiller criollo Luis Lasso de la Vega (1605-1660), capellán del santuario de Guadalupe. Él se lo atribuye al doctor don Antonio Valeriano de Azcapotzalco (c. 1520 – c. 1605), que habría sido un indígena noble del siglo anterior (pariente de Moctezuma Xocoyotzin, noveno rey azteca) que habría estudiado en el Colegio de Santa Cruz de Santiago Tlatelolco y por lo tanto habría sido uno de los alumnos nahuas de fray Bernardino de Sahagún (1499-1590). Según Lasso de la Vega, el indígena Antonio Valeriano había oído la historia directamente de labios del indígena Juan Diego (quien —según el mismo Lasso— habría fallecido en 1548). Basándose en la fecha del Primer Concilio Provincial Mexicano —que se celebró en la ciudad de México entre junio y noviembre de 1555, el historiador Edmundo O’Gorman (1906-1995) opinaba que Antonio Valeriano había escrito el Nican mopohua en 1556. El título del libro se deriva de las dos primeras palabras del texto, impresas en gruesos caracteres en su primera publicación. Forma parte de un texto más extenso, el Huei tlamahuizoltica (“muy maravillosamente”, que son las dos palabras iniciales del texto). Este Huei tlamahuizoltica incluye —además del Nican mopohua— textos introductorios, oraciones y el Nican motecpana (“Aquí se pone en orden”) que es la lista de algunos milagros atribuidos a la Virgen en los años que siguieron a su primera aparición. El sacerdote católico Luis Becerra Tanco (s. XVII) cuenta que en una fiesta del 12 de diciembre de 1666 —sólo diecisiete años después de la publicación del texto náhuatl— oyó a unos indígenas que durante la danza cantaban en náhuatl cómo la Virgen María se le había aparecido al indígena Juan Diego, cómo había curado al tío de éste y cómo se había aparecido en la tilma ante el obispo.
[2] Versión estenográfica de la Homilía pronunciada por Mons. Rafael Muñoz Núñez, Administrador de la Diócesis de Aguascalientes, en ocasión de la peregrinación de la diócesis a la Basílica de Guadalupe el 18 de Noviembre de 2007.

Adviento

Este es el tiempo en que llegas,
Esposo, tan de repente,
que invitas a los que velan
y olvidas a los que duermen.

Salen cantando a tu encuentro
doncellas con ramos verdes
y lámparas que guardaron
copioso y claro el aceite.

¡Cómo golpearon las necias
las puertas de tu banquete!
¡Y cómo lloran a oscuras
los ojos que no han de verte!

Mira que estamos alerta,
Esposo, por si vinieres,
y está el corazón velando,
mientras los ojos se duermen.

Danos un puesto a tu mesa,
Amor que a la noche vienes,
antes que la noche acabe
y que la puerta se cierre. Amén ■

Ilustración: Eric de Saussure, Textes de la bible de Jérusalem, Les pressesde Taizé-Seuil (1968 )



Second Sunday of Advent

On this Second Sunday of Advent we hear the account of the ministry of John the Baptist as given by St. Mark. We should pay attention since in the coming liturgical year we are going to work our way gradually through Mark’s Gospel. He is much briefer than the others and misses out a lot of material that we find in other Gospels, for example there is no account of the infancy of Jesus. Mark’s Gospel is about what Jesus does and where he goes[1].

An important word is immediately. Jesus does something and then immediately does something else or quickly moves on to another place. By this we get a strong feeling of movement and progress in Jesus’ ministry.

And in Mark there is a stronger emphasis on the conflicts Jesus has with the authorities. This is immediately evident here in the account we are given today of John the Baptist. He is everything the Priests, Scribes and Pharisees are not.

They are in the Temple, he is in the wilderness. They live luxurious lives, he lives a primitive life. They are unpopular, he is immensely popular. They are proud, he is humble. He proclaims the immanent coming of the Messiah, they do everything they can to obscure his coming. And the more you look the more you will see further contrasts between them.

It is important that John proclaims the Advent of the Messiah in the wilderness. The desert for him is a symbol of the religious situation of Israel.

They were formerly a people with great faith and trust in God who had led them into the Promised Land. But now the religious authorities were content with a comfortable, outwardly-conforming sort of religion and see no room or reason for change.

John attracts the common people into the wilderness to hear his message of repentance so that they are purified and spiritually ready for the coming of the Messiah. They perceive him to be a genuine prophet and are convinced by his message.

That he proclaims his message in the hardship of the wilderness gives his message an added air of authenticity.

Advent itself is designed by the Church to be a sort of liturgical wilderness to prepare for the celebration of the birth of Christ. During Advent everything in the liturgy is more sombre and stripped of adornment. It is designed to be a time of reflection and repentance. We are asking to pay renewed attention to prayer, fasting and almsgiving.

Our difficulty today is that Advent is completely overlooked by society at large. Even in these financially straightened times Advent is swept aside in favor of a frenzied consumerist preparation for Christmas.

We should do what we can to create some space in our lives and in our homes so that we can keep Advent in a proper way. But I fully appreciate that this is a lot easier said than done.

John the Baptist never attempted to draw people to himself; his first and foremost concern was to point people in the direction of God and to warn them to prepare themselves for the immanent coming of the Messiah.

This is our task too; not to proclaim how wonderful and worthy we are but to point people to Christ and to tell them about his goodness and how true salvation is to be found in him.

Like John we are road-menders; it is our task to open up paths along which Christ can travel.
We cannot bestow God’s grace upon a person. We cannot bring about a conversion. We are unable to enkindle the gift of faith in another, let alone in our own lives. Only God can do these things.

Neither does he need our help, just as Jesus never needed John’s help. But God invites us to carry out this task, just as Jesus went along with John and submitted himself to Baptism at John’s hands.

We can guide our children in the ways of faith. We can pray with them and discuss together all kinds of religious issues but ultimately the choice of whether to turn to the Lord or not is theirs and theirs alone.

The road to faith is full of rocks and deep potholes. If we can help those around us by leveling the path we will be doing the work of God.

Sometimes this might simply mean giving good example. On other occasions it might be clarifying the teaching of Christ to those who misunderstand it. Or it might mean helping someone to interpret particular events in their lives so that they can more clearly see the hand of God at work.

There are many such ways to be a John the Baptist in our world today, many ways to pave the way for the coming of Christ into the lives of those around us.

Advent is a time of waiting and readiness. But there is nothing passive about it. Although it lasts only a month in the Liturgical Calendar it actually lasts a whole lifetime ■

[1] Sunday 7th December, 2008, 2nd Sunday of Advent. Readings: Isaiah 40:1-5, 9-11. Lord, let us see your kindness, and grant us your salvation— Ps 84(85):9-14. 2 Peter 3:8-14. Mark 1:1-8 [St Ambrose].
Ilustration: Michael van der Borch, manuscript "Den Haag, MMW, 10 B 21, Illumination on vellum, Museum Meermanno Westreenianum, (La Haya)

II Domingo de Adviento

Sin duda una de las figuras más atractivas del Nuevo Testamento a pesar de lo breve de su vida es la del hijo de Zacarías e Isabel, Juan el Bautista[1].

San Juan llama la atención por la fuerza que transmite en sus palabras, pero sobre todo por la verdad que hay en ellas.

El Bautista fue siempre delante de Jesús para dar testimonio de la verdad, ésa fue su vocación. Al final, su amor por la verdad le costó la vida[2]; el Señor dice que nadie hay más grande qué él.

Dar testimonio de la verdad. ¿Qué significa ésta frase hoy, en la era del facebook y del ipod? ¿Decimos la verdad o actuamos conforme a la en nuestra vida? Quid est veritas?[3].

Cuando alguien dice que ha tenido tales o cuales problemas “por decir la verdad” siempre me he preguntado si los problemas le vinieron por decir la verdad o por decirla llena de vinagre o amargura.

Y es que la mayoría de los que presumen de ir por la vida con la verdad en la boca, lo que nunca revelan es que algunas veces la dicen amargamente. Y es así porque tampoco explican que no dicen la verdad porque la amen, sino porque se aman a sí mismos, para ser más exactos; porque muchas veces gusta aplastar a los demás debajo de la verdad.

Y es que una verdad mal dicha, es media verdad. Y una verdad dicha con amargura y enojo tiene grandes posibilidades de encontrarse cerradas las puertas de los oyentes. «Todo puede decirse con caridad y cortesía. La razón expuesta con malos modos no convence, sino enfurece y llena de resentimiento. Nadie es infalible y, dicho de manera popular, todas las cosas las sabemos entre todos. Todos necesitamos de indulgencia, y el que no la otorga a los demás, difícilmente la encontrará para sí mismo»[4].

Todo puede decirse, sí…siempre y cuando se sepa decir. Siempre que se ame suficiente la verdad y a la persona a quien se la decimos antes le hayamos dado muestras auténticas de caridad y cortesía.

Una de las ideas que más repitió ese hombre tan estupendo y tan cariñoso que era Juan XXIII [idea que por otro lado está en el humus de todo el concilio Vaticano II] es esa de que es tan importante el modo en que se dice la verdad como la verdad misma.

Y puede asegurarse que de cada diez veces que una verdad es rechazada, tal vez dos o tres lo sea porque quien la escucha no quiere recibirla, pero ocho al menos lo es porque quien la dice, trata de imponerla por la fuerza.

La verdad –aprendámoslo de una vez y para siempre- tiene que encontrar el momento para ser dicha; el tono en que tiene que ser pronunciada; el tiempo necesario para que madure en el alma del oyente; y sobre todo la sonrisa que sirva de introducción.

En definitiva, y como decía Bernanos: hay que atreverse a decir la verdad entera, pero sin añadirle el placer de hacer daño[5]. Porque si lo que buscamos al decir la verdad es aplastar, imponer, demostrar qué listos somos ¿qué esperanza tendremos de que alguien nos abra las puertas de su compresión? Y sobre todo ¿cómo reflejaremos esa presencia de la Verdad, que es Jesucristo, y cómo podemos decir que somos testigos de la verdad? ■

[1]Homilía pronunciada el 7.XII.2008, II Domingo del Tiempo de Adviento, en la Parroquia de St. Matthew, en San Antonio (Texas).
[2] Ídem 14, 1-12.
[3] La célebre frase en medio de la conversación entre Jesús y Pilatos.
[4] Menéndez y Pelayo, La Verdad y las verdades, Ensayos, Obras Completas, BAC, Madrid 1995.
[5] Georges Bernanos (1888-1948). Escritor francés nacido en París el 20 de febrero de 1888 y muerto en Neuilly-sur-Seine el 5 de julio de 1948. En su primera novela, Bajo el sol de Satán, ya están patentes sus preocupaciones religiosas. Bernanos ahonda en la psicología del hombre donde tiene lugar el enfrentamiento entre el bien y el mal, la fe y la desesperación. Publicó, entre otros títulos, La alegría, Los grandes cementerios bajo la luna y Diario de un cura rural.
Ilustración: HOLBEIN, Hans Holbein el jóven, San Juan Bautista (1519-20), aguafuerte sobre papel (54,9 x 37,7 cm), Öffentliche Kunstsammlung (Basilea, Suiza)

Y entonces uno se queda con la Iglesia, que me ofrece lo único que debe ofrecerme la Iglesia: el conocimiento de que ya estamos salvados –porque esa es la primera misión de la Iglesia, el anunciar la salvación gracias a Jesucristo- y el camino para alcanzar la alegría, pero sin exclusividades de buen pastor, a través de esa maravilla que es la confesión y los sacramentos. La Iglesia, sin partecitas.

laus deo virginique matris


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