No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera ■ ¿anonimo?

EL HOMBRE INTERIOR*
IV (y último).

Benedictus qui venit un nomine Domini
Mt 21, 9.


¡Bendito el que viene en nombre del Señor!, ¿Que viene en nombre del Señor? Cualquier cosa, un nombre, una palabra, un acontecimiento, una desgracia, una gran alegría, todo viene en nombre del Señor. Dios nos habla siempre a través de signos. Si tenemos el oído y los ojos abiertos veremos qué cantidad de signos hay a nuestro alrededor. La vida espiritual es significativa, por eso quien vive una vida sin interiorizar vive una vida opaca, fría, muerta, vive una vida que no es Vida.

Aunque pueda parecer incomprensible hay algo en nosotros que atrae la amistad de Dios. Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo[1] ¡No hay nada más bonito! Si me abres. Hay que abrirle: Dios no fuerza a nadie; Dios suplica. El Señor tu Dios es un fuego devorador, un Dios celoso[2]. Exige, absorbe, pero con una exquisitez y con una blandura maravillosas. Ha llegado el invitado y de abrir la puerta es de lo que se trata y cuando se ha abierto la puerta y ya tiene en casa al invitado, todo reluce, todo está limpio; no hace falta ya limpieza, porque la presencia ya es, ya ha hecho de la vida espiritual el fin. Después de eso, morir. No se puede ver a Dios y vivir porque en el instante que uno lo ve, muere, ya no puede segur viviendo, porque la vida tiene ese único fin.

Es Dios quien actúa. Por eso dice Meister Eckhart que el desasimiento es la virtud grande que Dios busca en el alma. Cuanto más vacíos estamos de nosotros mismos, más llenos estaremos de Dios. Cuantos más llenos estamos de nosotros mismos, Dios tiene menos sitio. Si soy una oquedad cerrada, Dios no va a forzar la puerta para entrar. Si me limpio, si me vacío, si admito esa presencia como único sentido de mi vida, Él se ira colando por las rendijas. Es una especie de colarse en la vida interior del hombre. El hombre se abre para que Dios entre. El hombre desaparece para que Él sea, con lo cual se culmina la paradoja total de la vida espiritual: yo soy un yo que sin ser yo acaba siendo Él, y Él acaba siendo mi yo que ya deja de ser yo.

Toda vida espiritual culmina en una plenitud de unión para que Él sea lo que ha sido siempre en mí, y que yo, mi yo no me permitía ser. Por eso yo tengo que ser un yo pequeño pero afianzado, para que ese yo afianzado psicológicamente y limpio pueda destruirse en la vida espiritual. La última y gran y tremenda paradoja del hombre: el hombre se autodestruye cuando es. Ser es el final de toda vida espiritual y ser Él. Por eso ser Él acaba siendo el fin del proceso y el principio, el alfa y el omega. El principio y el fin de una realidad que comienza en el corazón del hombre y termina en el corazón del hombre, empieza en él y acaba en él.

Este camino nuestro es un camino de ida y vuelta, es un camino de búsqueda y de regreso. Es un camino donde vamos a encontrar aquello que buscamos, pero que los buscamos porque en el fondo ya lo hemos encontrado. Buscamos lo que ya sabemos que estamos buscando porque si no lo supiéramos ni siquiera iniciaríamos el camino de búsqueda.

Cuando san Juan dice que Dios nos amó primero[3], está diciendo una verdad que nos aturde. Justamente porque nos amó primero, es Él quien inicia la vida espiritual en nosotros. Dios me ama no porque yo sea santo, sino para que sea santo.
Yo no consigo la santidad, es Dios que me da su amor porque si, y al recibirlo me dignifica, me Cristifica, me hace digno de su presencia.

La vida espiritual es entonces paradoja pura, pura renuncia, porque cuanto más somos menos somos, cuanto más damos más tenemos, cuanto más desaparecemos más estamos en la presencia. La vida espiritual, en el fondo, acaba siendo una búsqueda de algo encontrado. El misterio escondido desde los siglos... el mismo Cristo en vosotros[4].

El amor que inspira toda búsqueda espiritual es un impulso de amor ciego. Un impulso de amor desnudo. Hay que amar a Dios por Dios mismo, no por sus delicias, por sus recompensas, por su paraíso. No puedo amarlo para que me compense, no puedo amarlo para salvarme, ¡que espiritualidad, la de la salvación, tan pobre! A Dios hay que amarlo por Él, porque me llama y me enamora, porque me llama y me fascina, porque me llama y me atrae. Absolutamente sin nada más, sin recompensa.

Y entonces todos nosotros, a cara descubierta, reflejaremos como espejos la gloria (la presencia gloriosa) del Señor y nos transformaremos en esa misma imagen, de gloria en gloria, movidos por el Espíritu del Señor[5]


* M. Toscazo, G. Ancochea, Místicos Neoplatónicos-Neoplatónicos místicos: de Plotino a Ruysbroek, Editorial Etnos-Indica.
[1] Apoc 3,30.
[2] Dt 4, 24.
[3] 1 Jn 4, 19.
[4] Col 1, 26-27
[5] 2 Cor 3, 18.

VISUAL THEOLOGY

Capital with Bust of the Archangel Michael (ca. 1250–1300), Byzantine; Made in Constantinople, possibly from the Monastery of the Virgin Peribleptos ("All-Seeing"), now the Sulumanastir, a mosque Marble 9 3/4 x 6 7/8 x 4 1/8 in. (24.8 x 17.5 x 10.5 cm) ■ The elegant articulation of the bust on this capital is evidence of the artistic revival in Constantinople after its restoration to Byzantine rule in 1261. The archangel Michael, who is identified by an inscription in Greek, wears a jeweled tunic and a diadem and holds both an orb and a staff. These elements of dress and attributes of authority reflect the long-established connection between archangels, who are the guardians of heaven, and the Byzantine emperor, Christ's representative on earth. This image may have been part of the decoration of the upper section of a tomb built into a niche. It is said to have been found near the ruins of the Monastery of the Virgin Peribleptos (All-Seeing), established in the early eleventh century by the Byzantine emperor Romanos III Argyros (r. 1028–34), who was buried there. In the Late Byzantine period the site remained important, and the imperial court visited its church annually for the Feast of the Presentation of the Christ Child in the Temple, one of the Twelve Great Feasts (Dodekaorton) of the Orthodox Church.
When the husband and wife generously dedicate themselves to the education of their children, guiding and orienting them in the discovery of God's design of life, they are preparing that fertile spiritual soil from which vocations to the priesthood and the consecrated life grow and mature. In this way one sees how matrimony and virginity are intimately connected and mutually illuminate each other, beginning with their common rootedness in Christ's spousal love ■ Address that Benedict XVI gave to crowds gathered at the papal summer residence in Castel Gandolfo for the praying of the midday Angelus on August 30, 2009.

Twenty-third Sunday in Ordinary Time

Today we can see our Lord as a healer, a physician, and a savior, however what exactly does “saving” or “salvation” mean in God’s terms? We are saved… from what exactly?[1]

It may be easier to start with what salvation does NOT mean—salvation is not a heavenly turnstile where you pay your dues in life, so you get your ticket to Paradise. It’s not a life-sized “Get Out of Jail Free” card that you get for towing the line and repeating certain prayers.

Salvation is more than that, salvation is reunification with God, the ultimate total healing of all that has been destroyed and broken apart by evil. God’s hope, and will, is salvation for all creatures. But we know that sins of stubbornness, of pride and refusal to obey God still exist, and still cause constant disease, war, and chaos in our world. Is there anyone here who cannot testify to the pain, death, heartache, and loss that taints even the happiest times of our lives?

So, how is this cosmic mess to be cleaned up, healed, returned to the Kingdom of wholeness?

All that we really have left is hope. As one Catholic theologian says it, salvation is about the healing of our existence, and the fulfillment of life[2]


In the gospel today, Jesus shows that Christian hope is about getting free of anything that is merely temporary; because we need to be preparing for “the permanent destruction of appearance.”

The outer appearance of everyone and everything as we know it is just a shell, and will one day be destroyed. This is very difficult for people who have become obsessed with judging value by one’s wealth, car, shoes, clothing, house, and neighborhood. From political parties, to the school and church we attend, we all say “I’m not prejudiced!” but in one glance, we judge harshly. Jesus shows us that every age has discriminated against the poor or “unattractive.”

My brother, my sister: practice looking beyond surface appearances if you want a new, all-inclusive vision of life. Too often we keep fixating on “the next big thing”—a party this weekend, new shoes we’ve just got to have, or that beach trip that everyone’s going on.

Instead, seeing the bigger picture offers a “saving grace” to us and everyone around us, because we all need to be loved for who we really are. This is the salvation of unlimited love God is planning for us—because nothing that is limited and shallow can be part of that future.

My brothers and sisters let us reflect along this week on what Jesus has done for each one of us. There are many reasons to live in a deep spirit of thanksgiving. Let us reflect on the words of the crowd when they said, He has done everything well[3], and may the grace of God always be with us so we will never forget the abundance of treasures that we have received through Jesus Christ and the power of His Spirit ■

[1] SEPTEMBER 6, 2009, TWENTY-THIRD SUNDAY IN ORDINARY TIME, Readings: Isaiah 35:4-7a, James 2:1-5, Mark 7:31-37.
[2] “Salvation is the essential object of hope, the guarantee of permanent healing and consolation. Finally, “Christian hope finds its certainty in the person of Jesus Christ…”. Karl Rahner, Dict. Of Theology. Karl Rahner, SJ (1904-1984) was a German theologian who, alongside Bernard Lonergan and Hans Urs von Balthasar, is considered one of the most influential Roman Catholic theologians of the 20th century. He was born in Freiburg, Germany, and died in Innsbruck, Austria. Before the Council, Rahner had worked alongside Yves Congar, Henri de Lubac and Marie-Dominique Chenu, theologians associated with an emerging school of thought called the Nouvelle Théologie, elements of which had been criticized in the encyclical Humani Generis of Pope Pius XII.
[3] Mk. 7:37.

Ilustration: Jesus the healer, Daniel Bonnell (contemporary); he graduated from the Atlanta College of Art and has studied painting techniques of Rembrandt at the Metropolitan Museum of Art.
Dios, de quien separarse es morir,
a quien acercarse es resucitar,
con quien habitar es vivir.
Dios, de quien huir es caer,
a quien volver es levantarse,
en quien apoyarse es estar seguro
Dios, a quien olvidar es perecer,
a quien buscar es renacer,
a quien ver es poseer ■
San Agustín, Soliloquios 1,1,3
....

Jan Van Scorel (1520) San Agustin y el niño de la playa,
Iglesia de San Esteban (Jerusalen).

XXII Domingo del Tiempo Ordinario


EL HOMBRE INTERIOR*
III.

El noble viajero



Un hombre noble marchó a una tierra lejana
a recibir la investidura real y volverse
Lc 19, 12.


La vida contemplativa culmina en el hombre con una ampliación de la conciencia. La conciencia rompe sus límites, y de repente, el contemplativo percibe mucho más allá de lo que percibe la gente normal. Nosotros mismos somos los que le ponemos límites a nuestra conciencia de la realidad, pero, ¿qué ocurre con la contemplación? Que la contemplación al ir derribando todos los muros, al ir rompiendo los límites, hace que la conciencia emerja y aparezca una conciencia totalizante, unificadora: el hombre integro, el hombre integrado.

El final de toda vida contemplativa es que el hombre termina siendo una conciencia integrada, integrada consigo mismo, integrada con el cosmos y con el misterio de Dios. R. Panikkar suele citar un dicho indio que afirma que cuando un gong está bien templado no importa donde le des el golpe, siempre emitirá un sonido armónico[1]. Una persona integrada no importa dónde reciba los golpes siempre emitirá armonía. Necesitamos forjarnos, y eso es la vida espiritual. Forjarnos para llegar a una conciencia tan integrada que nuestro centro constituya el centro de una realidad inamovible.

Para el hombre centrado, el hombre que ha alcanzado en la meditación una situación de realidad tal que le permite volver al centro, no hay problema vital, por terrible que sea, que le impida recuperar su centro una y otra vez. Por eso la conciencia de meditación es una conciencia integradora. ¿Qué prueba tenemos de que hemos llegado a esto? Una idea clásica, sobre todo en nuestra cultura cristiana: las obras. Dice el Meister Eckhart: «Si el hombre se hallara en un arrobamiento tal como San Pablo y supiera de un hombre enfermo que necesitara de él una sopa, yo consideraría mucho mejor que tú, por amor, renunciaras (al arrobamiento) y socorrieras al necesitado con un amor más grande»[2].

Todos los místicos terminan en la cotidianeidad. Igual que en el Zen el hombre, después de haber encontrado el buey, símbolo de su búsqueda espiritual, vuelve al mercado. El místico, con una conciencia expandida, con una conciencia sin límites, con una conciencia de Cristificación total, termina haciendo bien lo que tiene que hacer a diario, convirtiendo cada acto cotidiano en un acto creador. ¿Dónde se nota que un hombre es íntegro? En la vida diaria, ¿dónde se nota que la conciencia integradora ha hecho de ti un hombre luminoso? En la obra de cada día. ¿Dónde reconoce uno que está en el camino que tiene que estar? Cuando hace bien lo que tiene que hacer a diario luminosamente, libremente, radiante. Un santo siempre irradia. La santidad consiste en vivir con transparencia una vida que me lleve a la presencia del Amado. No hace falta ir a ningún sitio raro, no hace falta hacer nada extraño, sino emprender un camino de interioridad, un camino hacia dentro. Hacia «tu Padre que está en lo secreto»[3].

Es verdad que el camino de interioridad está lleno de dificultades, como hemos dicho. A veces uno tiene frío, desolación, miedo, pavor, se encuentra inseguro; pero si uno no corre esos riesgos de la frialdad, la soledad, la inseguridad, no merece la pena vivir, porque uno viviría siempre en la capa externa del hombre, en la superficie de la realidad. El hombre tiene que abrir los límites a lo ignoto, a lo desconocido, a lo pavoroso. Dios tiene también todos esos rostros. Cuando uno tiene una experiencia profunda de Dios, se da cuenta que es siempre una experiencia ambivalente, porque en definitiva Dios se nos escapa por todas partes. Y como se nos escapa, percibimos en ese instante lo que nosotros estamos preparados para recibir. Dios es siempre el mismo, pero nosotros no.

Cada uno de nosotros, va a ir percibiendo de Dios el rostro que en ese instante esté preparado para percibir. Por eso Dios se presenta como atrayente y como repulsivo. Como algo que te atrae y algo que fascina pero también como algo que da miedo. Dios a veces aparece como algo inalcanzable, demasiado grande para ser percibido. Pertenecemos a una tradición en la que se han empeñado en mostrarnos el aspecto justiciero de Dios, como si justiciero quisiese decir vengativo. Pero justiciero significa que pone cada cosa en su sitio; es verdad que a veces el que pongan cada cosa en su sitio es doloroso. Como vivimos llenos de trampas espirituales, nos gustaría que esas trampas se las creyera hasta Dios mismo y entonces a Dios lo tendríamos un poco entrampado. Dios es justiciero cuando nos quita las trampas y coloca en nuestra vida interior cada cosa en su sitio, eso es siempre doloroso, pero es siempre bueno porque nos coloca en nuestro propio ser.

El sufismo nos recuerda que de los 99 nombres con los que se invoca a Dios en el Islam sólo uno se refiere a su aspecto justiciero[4]. Si es verdad que Dios es justiciero, es, por encima de todo profundamente misericordioso. Superexultat misericordia iuditio, la misericordia se ríe del juicio. La misericordia y la bondad de Dios son tan grandes que junto a su justicia hacen que nosotros percibamos de Él aquel aspecto que necesitamos en cada momento de nuestra vida espiritual. Si a veces desde un punto de vista externo nos van mal las cosas, hemos de pensar que esa cosa que nos está pasando tiene un sentido espiritual profundo, Dios siempre habla a través de los signos. Y, al final del camino, ¡Todo es Gracia!

¿Cuáles son las características del mundo interior? Después de haber emprendido este camino de soledad, de frío, de pavor, de apertura, ¿a dónde nos lleva? Para empezar, todo en la vida interior del hombre se nos vuelve, de repente, cargado de significado. Hay un momento en la vida espiritual en que uno entra en un mundo donde todo se convierte en signo. Por eso es tan importante durante el camino abrir bien los ojos y destapar los oídos, porque los ojos del espíritu y los oídos necesitan estar abiertos pues si los tenemos cerrados los signos pasaran delante de nosotros y no los veremos. Hace falta estar atento a los signos ■

* M. Toscazo, G. Ancochea, Místicos Neoplatónicos-Neoplatónicos místicos: de Plotino a Ruysbroek, Editorial Etnos-Indica.
[1] Raimundo Pániker Alemany (1918 - ); filósofo, teólogo y escritor español que desarrolla una filosofía interreligiosa e intercultural, con una nueva apertura respetuosa al diálogo con otros sujetos y tradiciones no-occidentales.
[2] Eckhart de Hochheim O.P. (1260–1328), más conocido como Meister Eckhart en reconocimiento a los títulos académicos obtenidos durante su estancia en la Universidad de París (Meister significa "maestro" en alemán), fue un monje dominico, conocido por su obra como teólogo y filósofo y por sus visiones místicas (N. del E).
[3] Mt 6, 6
[4] El término sufismo es usado en Occidente para referirse, por un lado a la espiritualidad islámica denominada tasawwuf, que incluye diferentes movimientos ortodoxos y heterodoxos del Islam. Algunas veces es también es usado para definir grupos esotéricos desvinculados del Islam, como algunas formas de sincretismo Nueva Era. Desconocemos en qué sentido utiliza el autor el término, presuponemos que en su primera acepción (N. del E.).

VISUAL THEOLOGY

Censer, before 1477BaselSilver, raised and cast, 31 1/2 x 5 5/8 in. (80.0 x 14.3 cm)Gift of J. Pierpont Morgan, 1917 (17.190.360) ■ Octagonal in section, this censer not only draws heavily on architectural vocabulary but also, in the upper section, imitates a Gothic structure such as a centrally planned oratory or baptistery. The lowest of the three elevations is composed of eight pairs of tall, doubled windows surmounted by quatrefoils and a crocketed gable. The architectural conceit well suits the function of the object, as the generous fenestrations allow air to fire the incense coals while providing an escape for the perfuming smoke. The four chains threaded through every other tower support the vessel; raising the fifth chain by the ring elevates the entire upper section, allowing for the addition of incense.
All I know is that here I am, and the valley is very quiet, the sun is going down, there is no human being around, and as darkness falls I could easily be a completely forgotten person, as if I did not exist for the world at all. (Though there is one who remembers and whom I remember.) The day could easily come when I would be just as invisible as if I never existed, and still be living up here on this hill. . . .And I know that I would be perfectly content to be so. Who knows anything at all about solitude if he has not been in love, and in love in his solitude? Love and solitude must test each other in the man who means to live alone: they must become one and the same thing in him, or he will only be half a person. Unless I have you with me always, in some very quiet and perfect way, I will never be able to live fruitfully alone ■ Thomas Merton, Learning to Love, Journals Volume 6, Christine M. Bochen, editor, San Francisco, Harper SanFrancisco, 1997): 314-315.

Twenthy-Second Sunday in Ordinary Time

There is no doubt that one of the most beautiful and touching musicals which endures through the years is The Wizard of Oz[1]. Every age group loves the story of Dorothy and her spunky dog, Toto. We cheer as the Wicked Witch of the West melts away, and love to watch Glinda The Good Witch wave her wand, as Dorothy discovers “there’s no place like home”[2].

But a few years ago, a new musical called Wicked burst upon the scene. Like a supermarket tabloid, Wicked tells us the “backstory” of the Wicked Witch of the West: her illegitimate birth, abusive father, and life of rejection, because she had been born green from a potion her mother drank! The question is posed, “Are people born wicked, or do they have wickedness thrust upon them?”.

Jesus answers that it is from within people, from our hearts, that the intention to do wicked things comes. No, we are not born wicked; God has created us and sees us as good. But we live in an incomplete world where evil is permitted to exist, for reasons we do not understand. So it is a hard, cold reality that, as good as we are, we are capable of doing wickedness, when we decide to act, or fail to act, in certain ways.

Lately, however, popular culture seems to have taken this to an extreme. When someone, our child especially, has done something wrong, psychologists (and talk show hosts) advise us to correct them by saying, “You’re a good person, Jack, but it’s just what you did by stealing your mother’s car, driving drunk, and mowing down those nuns in the crosswalk that was bad.”

We are told, for all the best reasons, to start building up self-esteem in childhood by continually praising a child’s every action and quality, including their failures. Their angry outbursts and refusal to obey are called “healthy independence”, and when they are jealous and tell lies about others to escape their own responsibility, “it’s just their way of creative problem-solving.”

But children are not fools. They usually have a very keen sense of right and wrong. Kids know what guilt feels like, and they don’t like that feeling. So, just like the adults they will become, they are tempted never to admit what they do wrong. Yet the very thing every child, teen-ager, and adult needs most is to be held to the standard of real truth.

The Pharisees, too, do not want to face the truth about their wrongdoing. If only they had the humility to admit they are jealous, angry, and power-hungry. But instead, they say yes to the temptation of keeping the letter of the law, while taking money from the poor instead of feeding them.

Like the Pharisees, we, too, often hide from the truth instead of coming to Jesus, who feels every beat of our hearts, and sees every thought clear through to our souls. Jesus knows intimately that no one is “born wicked.” And temptations are not sins, but they always encourage us to choose the wicked.

Jesus, too, had to pray to resist the devil’s temptation to take control, to change things for the better. Jesus was even tempted to despair, and on the cross cried out, My God, why have you abandoned me?[3] So “God knows” how hard we struggle with all the temptations in our own lives; Jesus knows all of our choices, and either cries or rejoices with us at the results.

But if wickedness was not planted in us at birth, something else was. St. James says, Humbly welcome the word which has been planted in you, and is able to save your souls. Humility is the key. And love is the word that was planted in us.

Temptations are laughed about in our culture: “boys will be boys,” “girls just want to have fun,” as if it’s “only human” to sin, and sin often. It isn’t sin which is human—sin is inhuman, because it comes from the Evil One, the devil. And think how un-funny the effects of sin are—it causes addiction and death, wrecks many lives, destroys us and every beautiful thing we hold dear.

But Jesus says to us, “I came so you would know your human identity is sacred. My Father loved you into life, and you are God’s own beloved daughters and sons. Don’t trash your bodies or your spirits!” When we welcome temptations and play around with them, we do trash our origin, and our true identity.

Gianna Jessen is a young woman whose mother tried to abort her, but failed. A nurse decided to save the burnt and dying fetus. Gianna could spend her life bitterly angry, scarred by rejection, hating everyone. She rejects that temptation, and instead encourages women and men to choose life for their babies. “You are made for greatness,” she says[4].

Choose greatness: Humbly welcome the love Jesus has planted in you, and make choices every day that lead to a fully human life! ■

[1] The Wizard of Oz is a 1939 American musical-fantasy film mainly directed by Victor Fleming and based on the 1900 children’s novel The Wonderful Wizard of Oz by L. Frank Baum.
[2] Sunday 30th August, 2009, 22ND SUNDAY IN ORDINARY TIME. Readings: Deuteronomy 4:1-2, 6-8. The just will live in the presence of the Lord—Ps 14(15):2-5. James 1:17-18, 21-22, 27. Mark 7:1-8, 14-15, 21-23.
[3] Psalm 22.
[4] Jessen's biological mother was 17 years old when she sought an instillation abortion at 30 weeks of pregnancy. The abortion procedure failed, and Jessen was born alive and premature, with severe injury that resulted in physical atrophy and cerebral palsy. Subsequently, Jessen's biological parents, each aged 17, put Jessen up for adoption. Cfr http://www.giannajessen.com

Te amo buen Jesús por que amo a Dios,
Pues solo en ti he hallado la llenura.
Del Padre en tí me alegra la hermosura
Y solo en ti he encontrado tanto amor.

Te amo, mi señor, porque me has dado
El abrazo de amigo que yo antes
De nadie recibí, ni semejantes
De piedad y de amor que en ti, he gozado.

Porque ofreces la rosa que no espina,
Porque el alma me llenas de añoranza,
Porque otorgas tu vida y tu alianza,
Que a mi mal ponen bálsamo y sordina.

La mente iluminada se desnuda
Delante de tu luz deslumbradora
Y se embebe mi alma en lo que aflora
De tu aliento de amor, con fe y sin duda.

Y mitiga su sed en fresca fuente
Pastando alegre en tu apacible prado
Donde goza de amor pleno y sagrado
Y de nueva alborada libre y riente.

¡Quien pudiera gozarse en la alegría
De estar ya en tu presencia y a tu lado
Sin ansia, sin temor y sin cuidado
En tu reino de paz y de poesía! ■

XXI Domingo del Tiempo Ordinario

EL HOMBRE INTERIOR*
II.
El silencio.


El silencio. Purificación, cuerpo, silencio. El silencio es condición sine qua non de la vida interior: «Tú cuando ores entra en tu cuarto y después de cerrar la puerta ora a tu Padre que está allí en lo secreto»[1]. El silencio tiene muchos grados, muchas formas, muchas actitudes. En la mística, se empieza por lo que se llama el silencio de los sentidos. El silencio físico es el primero, el silencio como punto de encuentro con lo divino. El silencio como punto de encuentro con algo que no se deja oír, porque no le dejamos que se manifieste.

El siguiente silencio es mucho más costoso, mucho más problemático, mucho más difícil: el silencio mental o psíquico. Vivimos desgarrados existencialmente; vivimos desgarrados por el sufrimiento, por la incomprensible presencia del mal en la vida del hombre. Vivimos desgarrados por los deseos. Por tantas cosas que gritan llamando nuestra atención para ser deseadas. Vivimos desgarrados por nuestros miedos, que se alzan vociferantes para detener nuestros pasos. Y todo eso genera ruido, un ruido que nos impide oír y que nos impide enfrentarnos con una realidad que está llamando a la puerta, pero que no oímos. Segundo momento de silencio: el silencio psíquico, éste cuesta más trabajo que el anterior. Este es el que aparece imprescindible en todas las culturas contemplativas.

Para la vida espiritual es necesario el sentido de la epogé del que hablaba Husserl en la filosofía existencia, es decir, el “poner entre paréntesis”. Y lo que debe ser puesto entre paréntesis, en este caso, es mi yo entero. Y el silencio es el paréntesis que encierra mi yo[2].

Esa epogé sirve para encontrarme con mi propia desnudez. La desnudez espiritual es absolutamente imprescindible. Es aquello que llevó a Francisco de Asís a quedarse desnudo en la plaza delante del obispo y decir “en este instante empieza mi camino espiritual, y con esto significo que no hay nada que me ate”. Ese acto de desnudez es un acto fundamental en la vida para poder avanzar hacia el fondo de lo divino. La desnudez espiritual es absolutamente previa a toda otra cosa. Necesitamos desnudarnos, quitarnos todas las capas que tenemos encima y eso, que no es nada fácil, forma parte íntegra del silencio. Desnudez del éxito, de la vida, del que dirán, de lo que opinan los demás. Desnudez de mis propios apegos, es decir, de aquello que me gusta, de aquello que quiero, de aquello que me ata. En el fondo nos encantan las ataduras, estar atado a lo hondo de la caverna es muy confortable, estar atado a lo terreno, a la tierra, a lo físico, da mucha seguridad y la vida espiritual es riesgo; y la vida espiritual es, con frecuencia, frío y desconcierto. ¿Por qué supo Abraham que era Dios quien le hablaba? Porque no sabía adonde iba, porque aquello que Dios le pedía era una locura, por eso sabía Abraham que era verdadero. ¡Sal de tu tierra y deja todo y vete! ¿A dónde? No se sabe.

La vida espiritual es pura fascinación, pura locura, no saber a dónde se va; y cuanto menos sepamos a dónde vamos, y cuanto menos trillado sea el camino, más seguros estamos de que es verdadero. El camino espiritual es riesgo, es desnudez, es simplicidad. La simplicidad consiste en desprenderse del yo, de todo lo que es múltiple, de todo lo que no es el Uno. Lo que Dios quiere es la pureza del corazón del hombre. No hay más sacrificio que un corazón puro, es decir, desnudo, sin ataduras, completamente entregado a una Realidad que se le escapa, que reside en la oscuridad que está al fondo del camino espiritual, que encierra aquella Tiniebla Luminosa de la que hablaba Dionisio. Precisamente en la tiniebla –en esa tiniebla oscura, en esa densidad- se oculta lo que nosotros vamos buscando.

De la nada a la Nada.

Por eso la contemplación, el camino espiritual, es un camino de la nada a la Nada, y de la oscuridad a la Oscuridad. Por eso, a veces, la misericordia de Dios, en medio de esa lucha por la vida espiritual, de ese miedo, de ese pavor, nos proporciona consuelos espirituales que son como descansillos en el camino. Si uno está atento se dará cuenta –en definitiva el camino espiritual no es más que un permanente afinamiento del «ojo del corazón» para aprender a «darse cuenta»–, se dará cuenta de que la vida está llena de regalos, aparentemente muy pequeños, pero que permiten descansar, intuir, paladear por anticipado. Eso que llamaban en la mística clásica las consolaciones. Las consolaciones están ahí, son absolutamente necesarias porque somos débiles, no podemos avanzar sin ellas, pero son gratuitas. Dios regala el consuelo cuando quiere, a quien quiere, donde quiere. No se puede vivir la vida espiritual en una exaltación continua, no se puede pensar que la vida espiritual es puro júbilo espiritual. Los místicos lo han experimentado, pero es el final de un largo proceso, mientras tanto, hay que vislumbrar el objeto, que en el fondo es la plenitud humana; esa plenitud, esa totalidad, se hace presente en un instante en nuestra vida, y a ese instante le llamamos iluminación.

Podemos darle muchos sentidos a la palabra iluminación. Cuando uno inicia el camino de la meditación, de la purificación, del olvido de sí mismo, de la desnudez, empieza a tener pequeños flashes: de repente hay algo que se ilumina, se ve algo. ¿Qué es lo que ves? Ves la realidad de una manera nueva y dura un segundo; luego quieres volver a repetir la experiencia y eres incapaz, como esos sueños que por la mañana están recientes y cuando los vas a atrapar ya se han escapado; no hay sueño que uno pueda retener. Con esta iluminación sucede lo mismo, el hombre que inicia la vida espiritual, el camino, se encuentra de repente con pequeños destellos, con una luz interior que le ilumina y le hace ver que hay una cierta certidumbre profunda.

Existe otro tipo de iluminación. En la espiritualidad oriental, la luz forma parte de la vida espiritual de sus santos, tanto es que se dice que sus santos son ¡santos iluminados! Esto tiene mucho que ver con la forma en que uno vive su propia espiritualidad. Para un santo oriental, la luz sale del cuerpo, es un cuerpo luminoso porque la santidad es una realidad objetiva en el hombre, es decir, la santidad no es una cosa ajena al ser humano, la santidad es algo que está en la propia naturaleza del ser humano en tanto en cuanto por este camino se acerca a la única y verdadera santidad que es el Uno que está detrás del camino. Los santos orientales hablan de iluminación como iluminación física, como una iluminación real. Cuando a un santo se le representa con una aureola, es la forma popular que hemos tenido de decir que irradiaba santidad. Los santos irradian luz porque han alcanzado una plenitud tal que su cuerpo se vuelve traslúcido, dicen los hesicastas[3].

El hesicasmo es una forma de oración espiritual que consiste, fundamentalmente, en vivir continuamente la presencia de Dios repitiendo el nombre divino. Grandes místicos orientales viven continuamente la presencia de Dios, simplemente repitiendo el nombre de Dios durante todo el día. Esta oración, que se llama la oración de Jesús, consiste en la repetición continua de un nombre hasta que se convierte en melodía. Eso que llama San Juan de la Cruz la música callada: «mi amado las montañas, los valles solitarios nemorosos, las ínsulas extrañas, la música callada». Esa es la presencia del Amado, una presencia sutil, pequeña, que va formando parte de la respiración y de la vida, todo el día, y toda la noche, porque cuantas veces en la vida de estos místicos, se levantan y no son capaces de dormir porque repiten continuamente el nombre, o, mejor dicho, el nombre se repite en ellos. Y ese nombre se va entrando en la vida del hombre, y ese nombre pasa a formar parte de su luminosidad. La luz de los santos, lo que ellos llaman luz cósmica, es luz real, se ve.

¿Qué papel juega, en el impulso contemplativo, el amor? Dios es amor[4], y si Dios es el/lo único que en realidad es, el Amor es lo único que en realidad existe y, por tanto, parafraseando el citado discurso de Pablo en el Areópago en Él (el Amor) vivimos, nos movemos y existimos[5]. El amor es el origen de nuestra existencia: el medio en que se desenvuelve la energía que la mantiene, la atracción que nos pone en marcha en el camino de retorno, y el punto final de ese camino.

Y cuando el impulso amoroso nace en el hombre ¿qué es lo primero a lo que impulsa? Lo primero a lo que impulsa el amor es a romper los límites; el amor lo que intenta, precisamente, es que ese yo pequeño rompa los límites y alcance un amor ilimitado, no sin sufrimiento –el amor es una de las experiencias humanas más duras, profundas y comprometidas- cuando uno rompe sus propios límites siente el abismo de la divinidad. Dios es abismo, Dios es profundidad, Dios es totalidad, y el hombre, de repente, se encuentra perdido en esa totalidad.

El impulso contemplativo, nace de una necesidad de plenitud que está dentro de la naturaleza humana, no es algo añadido a la naturaleza. El amor es el gran suplicante, el amor es lo que hace ver la distancia enorme que existe entre ese yo pequeño que cada uno es (ese yo limitado, ese ser lleno de debilidad, de pequeñez, de límites, límites mentales, límites intelectuales, límites físicos contra los que chocamos continuamente) y la infinitud del Amado.

El propio desgarro que sufre el yo del hombre, respecto a ese otro Yo que le está esperando, es un desgarro total, es una lucha entre la pequeñez y Su grandeza. Es precisamente esa grandeza, algo que se presenta fuera y a la vez dentro, lo que hace la propia precariedad. Es esa sensación de precariedad la que inicia la plegaria. La plegaria nace de la sensación que tiene el hombre de la pequeñez ante lo grande de la divinidad, ante lo inmenso de la divinidad, ante algo que sobrepasa y sin embargo ama y atrae, porque también somos de su linaje[6].

Esa lucha entre la pequeñez y la grandeza es lo que le hace a Pablo decir: cuando soy débil es precisamente cuando soy fuerte[7], porque a la debilidad no le queda más salida que la entrega y la entrega produce la unión y la unión lleva a la fusión que le hace al hombre exclamar: el Padre y yo somos uno[8]
...
* M. Toscazo, G. Ancochea, Místicos Neoplatónicos-Neoplatónicos místicos: de Plotino a Ruysbroek, Editorial Etnos-Indica.
[1] Mt 6, 6.
[2]Edmund Gustav Albrecht Husserl (1859-1938), filósofo alemán fundador del movimiento fenomenológico y discípulo de Franz Brentano y Carl Stumpf. Entre sus primeros seguidores en Gotinga se encuentran Roman Ingarden, Edith Stein y Hedwig Conrad-Martius. Entre otros influiría en Martin Heidegger, Jean-Paul Sartre, Maurice Merleau-Ponty, Paul Ricoeur, Alexius Meinong, Michel Henry, José Ortega y Gasset, Millán-Puelles y, en gran medida, en Max Scheler (N. del E.)
[3] Hesicasmo, hesiquiasmo o, más raramente, esicasmo (del griego; en escritura politónica: ἡσυχασμός/hesykasmos, derivado de ἡσυχία/hesykia, "quietud, silencio, paz interior") doctrina y práctica ascética difundida entre los monjes cristianos orientales, principalmente los de la llamada Iglesia Ortodoxa, a partir del siglo IV con los llamados Padres del Desierto. El objetivo del hesicasmo es la búsqueda de la paz interior en unión mística con Dios y en armonía con la creación. Las tres características fundamentales del hesiquiasmo son: la soledad, como medio de huir del mundo; el silencio, para obtener la revelación del futuro y del mundo ultraterreno; y la quietud, para conseguir el control de los pensamientos, la ausencia de preocupaciones y la sobriedad
[4] 1 Jn 4, 16.
[5] Cfr Hech. 17, 28.
[6] Hech 17, 20.
[7] 2 Cor 12, 10.
[8] Jn 10, 30.

VISUAL THEOLOGY

Few representations of the Virgin and Child can match this example, regal and sensitive, produced in Paris, the principal center of ivory carving during the Gothic era. The face of the youthful Virgin emphasizes her tenderness toward the Christ Child. Here the focus of the work is on the human and loving mother rather than the Queen of Heaven. The statuette was probably set into a small architectural tabernacle, and functioned as an object for private devotion.

Enthroned Virgin and Child, ca. 1260–1280, French; Paris
Elephant ivory with traces of paint and gilding
H. 7 1/4 in. (18.5 cm).
Wherever applause breaks out in the liturgy because of some human achievement, it is a sure sign that the essence of liturgy has totally disappeared and been replaced by a kind of religious entertainment. Such attraction fades quickly -it cannot compete in the market of leisure pursuits, incorporating as it increasingly does various forms of religious titillation ■ Joseph Cardinal Ratzinger, The Spirit of the Liturgy, 2000.

Twenthy-First Sunday in Ordinary Time

In the first years of his papacy, Pope John Paul II made his first trip to the United States as the pope, and newspapers and magazines carried articles about the Church in the United States.

Some magazines coined a phrase to describe American Catholics. They called us cafeteria Catholics. By that they meant that many American Catholics pick and choose what dogmas to believe and what areas of morality to practice or to ignore. Those articles were offensive mainly because they contained a lot of truth, especially when they spoke about morality. People would say, “I’m a good Catholic, but I don’t believe in marriage. Or, “I’m a good Catholic but I am pro-abortion”.

Sadly, there are many people who want to simplify our belief system and our morality to make it less demanding and more in conformity with a largely pagan world. For example, many people have reduced the necessity to receive the Eucharist and end up putting the Eucharist on the same plane as a reminder of Jesus’ action, such as Holy Water. No the Eucharist is not a reminder of Jesus. It is Jesus. But this takes a leap of faith, a leap of trusting in the Word of God. Or on the morality side, many couples have decided that marriage comes after living together, not before living together. And I can assure you, they do not want to hear the statistics showing the elevated percentage of failed marriages for those who cohabitate or that sex outside of marriage is a sin. Morality also demands an increase of faith, faith that living as a Christian will give the rewards of Christianity. “But all of this is so hard, father, can’t we just tone down our faith, and our morality?”

There is nothing new to this complaint. We just heard the disciples voicing it to Jesus. People were leaving because they did not want to take the leap of faith and accept the Eucharist. Jesus’ response was simple: are you going to leave too?

My brother, my sister, truth has nothing to do with numbers. Truth has nothing to do with surveys. Truth is from Jesus Christ alone.

Thank God, many of our young adults and Teens have rejected the concept of truth by numbers, and are fighting against the temptation to be cafeteria Catholics. Empowered by Pope John Paul II and of course by his holiness Pope Benedict XVI, these people are demanding a following of Christ that some would call radical, but that in reality is merely adhering to the Truth. Their faith is Eucharistic centered. They are adamantly pro-life. And they are finding meaning in the Lord.

So, if following Jesus means that we are radicals, then let’s be radicals. We just heard St. Peter made his greatest profession of faith at the conclusion of today’s Gospel. When confronted with the possibility of leaving Christ, he proclaimed, Lord, to whom should we go? You have the words of eternal life. We have come to believe and are convinced that you are the Holy One of God.

Of course there are times that it is difficult to follow Christ! Following Christ means taking up the cross. It means denying ourselves the passing joys of immorality for the eternal joy of living in His Presence forever. Following Christ means being different than most of society. Following Christ means being, pro- Eucharist, pro-bishops, pro-priests, pro-Church, pro-chastity, pro-generosity, pro-forgiveness, pro-life, etc.

Back in 1925, the great English poet, T. S. Eliot , wrote about the people of his time who lived without God. He called his poem, The Hollow Men. That is what life is without the Lord, hollow. We don’t have to go back to 1925 for examples of hollow existence, there are around us a lot of examples, however, as Catholics we are not hollow, we have the Lord, he gives us all we need. I really love the way Matt Maher, a Canadian songwriter, phrased this reality in a poem set to music a few years ago:

I’ve been looking for a reason,
I’ve been longing for a purpose,
I’m losing all my meaning
I’m running out of excuses

Lord, it’s hard to know you
I don’t always see your plan
But holiness is calling me,
So take me as I am

You are my everything, you are the song I sing
I’ll do anything for you
Teach me how to pray, to live a life of Grace
I’ll go anywhere with you,
Jesus, be my everything.


So, Lord, where can we go? You alone have the Words of Eternal Life, says St. Peter, and we have come to know, to believe, and to experience the Presence of God ■

1. Sunday 23rd August, 2009, 21st Sunday in Ordinary Time. Readings: Joshua 24:1-2, 15-18. Taste and see the goodness of the Lord—Ps 33(34):2-3, 16-23. Ephesians 5:21-32. John 6:60-69. [St Rose of Lima].
2. Thomas Stearns Eliot, OM (1888–1965), was a poet, playwright, and literary critic. He received the Nobel Prize in Literature in 1948.

La Asunción de la Santísima Virgen María

Hoy sube al cielo Maria,
que Cristo en honor del suelo
traslada la casa al cielo
donde en la tierra vivía.

Hoy el palacio real,
de solo Dios habitado,
sube a su patria inmortal,
al imperio el animado
y el terreno al celestial:
hoy la casa en que vivía
la eterna sabiduría.
Hoy la soberana Aurora
la luna pisa, el sol dora,
hoy sube al cielo Maria.

Suben las columnas graves
de aquella siempre bendita
casa, y las celestes aves
el fénix que resucita
dicen con voces süaves:
¿Cómo sube en mortal velo
o quién la conduce al cielo,
la tierra puede subir?

Pero bien puede decir
que Cristo en honor del suelo.
Vuestro privilegio pasa,
casa ilustre, de la ley
común, porque fuistes casa
del Rey, ni pagara el Rey
tal casa con mano escasa.
Levantad al cielo el vuelo,
casa hermosa, honrad al suelo,
de Dios lo fuisteis y Dios
por no estar en él sin vos,
traslada la casa al cielo.

Suba al que premio le den,
que tan alta gloria encierra;
suba el breve cielo, en quien
halló Dios casa en la tierra
adonde cupo tan bien:
suba con justa alegría,
que no es bien, pues que María
fue de Dios cielo en el suelo,
que se vuelva en tierra el cielo
donde en la tierra vivía ■

EL HOMBRE INTERIOR*
I.

Desnudo el pecho y descalzo entra el hombre en el mercado,
está cubierto de barro y polvo,
pero ¡como sonríe!
Sin recurrir a poderes místicos hace florecer,
en un momento los árboles marchitos.
Cuento Zen

Atraídos por lo envolvente.

El protagonista de todos esos procesos que hemos descrito hasta aquí[1], desde Plotino y Proclo, hasta Eckhart y sus sucesores, ha sido el hombre. ¿Quién es ese hombre interior que ha permitido a Eckhart ser Eckhart, a Proclo ser Proclo y a Dionisio ser Dionisio, y, en definitiva, a todos nosotros ser aquello que somos? No hay otra misión en el hombre, no hay otro valor, no hay otra plenitud que alcanzar lo que uno ya es. Estamos llamados a ser lo que somos y por lo tanto toda la vida de interiorización nos va a conducir o nos debe conducir a ser eso que, en el fondo, ya somos; no vamos a conseguir otra cosa fuera de nosotros mismos sino lo que ya somos.

Cuando nos acercamos a esos grandes místicos que nos han fascinado y atraído, tenemos que plantearnos, precisamente, por qué nos han fascinado y por qué nos han atraído. En el fondo nos fascinan y nos atraen porque hay algo en nosotros mismos que refleja lo que ellos son.

El hombre de hoy tiene una verdadera necesidad de interiorización, de profundización. El mundo que tenemos fuera cada día nos atrae más, hay más ruido, nos atrae el consumo, el dinero, el mundo de fuera es un mundo lleno de incitaciones, y de repente, el hombre se siente como desgarrado, dividido entre eso que está fuera y nos atrae, incluso legítimamente nos atrae, y esa otra cosa que hay dentro que nos está interpelando y llamando desde una interioridad que nos cuesta mucho trabajo saber que es exactamente.

El camino de la interioridad, el camino de la contemplación es intentar oír por un instante esas voces que vienen desde dentro del hombre; intentar oír esas voces, unas voces que están veladas, ocultas, pero que nos están instando a que las oigamos, porque de ello depende nuestra felicidad.

El camino hacia dentro es el camino de la búsqueda del "yo", el camino de la búsqueda de uno mismo, del uno mismo que está ahí escondido, del uno mismo que está queriendo ser interpelado pero que está oculto en el fondo, velado, más allá de toda explicación, y ese "uno" es un Él que se convierte en Tu, para permitirme descubrir que es un Yo, y así al final de nuestro camino nos vamos a encontrar que lo que nos interpela y nos llama y nos fascina, es precisamente lo divino que hay en todo hombre. Todos nosotros guardamos una chispa divina, y esa chispa divina siente que se ahoga y que necesita ser oída. El camino de interiorización será intentar la búsqueda de esa chispa que escondida y oculta nos llama y nos interpela; y esta interpelación es para todo hombre.

Cuando hablamos de mística estamos hablando de la necesidad que tiene todo hombre de sentir, de alguna forma, la vivencia de lo envolvente, por el gran misterio; ese misterio interpela al hombre, y nos interpela a todos los hombres. La mística no está reservada a unos pocos, como si la experiencia de Dios no estuviese hecha par el hombre, cualquier hombre tiene derecho a esta experiencia y no sólo tiene derecho, sino que la necesita y la ansía. Más aún sin participar de algún modo de esa experiencia corre el serio riesgo de frustrarse como hombre.

Pero esta experiencia, en occidente, se la ha proyectado casi siempre hacia fuera, como si Dios fuese algo ajeno al hombre, cuando en el fondo se trata de un Dios íntimo, donde uno se encuentra a sí mismo, ahí va a encontrar lo divino. Por lo tanto, el camino de la interiorización es un camino al centro, es un camino hacia adentro, es un camino de interioridad, no hacia fuera. ¿Por qué? Porque cuanto más identifique yo mi propio camino con lo que yo soy, encontraré en el fondo de lo que yo soy, lo que estoy buscando, que es a Él. "Él" que es el nombre de Dios, último, definitivo, que no sabemos bien lo que significa pero presentimos que hay algo cuando decimos: Él. Él se yo y yo soy Tú y Tú eres Yo, y ahí es dónde el hombre se encuentra con la divinidad.

Más allá de la ascética.

Cuando emprendemos el camino de la interiorización, tendemos a detenernos en la parte de la ascética: hay que limpiar, hay que purificar, y hemos perdido tanto tiempo purificándonos, hemos perdido tanto tiempo en la penitencia, que nos hemos olvidado del motivo. Es como cuando se invita a alguien importante a casa y se está todo el día arreglado la casa, pero haciendo tanto hincapié en la preparación (la limpieza, la purificación, la ascética, el pecado) acabamos olvidándonos del invitado. Él llama a la puerta y no le oímos porque estamos enfrascados en el ruido de la aspiradora. Ha llegado el momento de que nos olvidemos un poco de tanta limpieza. Nosotros no hemos e perder el tiempo continuamente en purificarnos, nosotros no podemos perder el tiempo en la penitencia, porque si estamos todo el tiempo limpiando la casa y llegan las once de la noche y el invitado no ha venido, hemos perdido el fin de la invitación. No es que no sea imprescindible la limpieza para la vida espiritual, pero no es el fin de la vida espiritual[2]. Dios o el misterio, o como lo queramos llamar, esa última esencia de la realidad nos ama mucho antes de habernos purificado, no nos ama porque seamos limpios, nos ama gratuitamente: «Desde el seno materno me llamó; desde las entrañas de mi madre recordó mi nombre»[3].

Nuestra vida está hecha para buscar la presencia del invitado, la vida espiritual no es más que la búsqueda de la presencia de lo envolvente. Y esa pura presencia ya es purificadora, si alguna vez alcanzáramos de verdad llevar a nuestra mesa el "invitado", su sola presencia purificaría todo lo demás. Por eso, a veces, es nuestra espiritualidad tan pobre, porque se limita a hacernos luchar, continuamente, contra el pecado, contra la suciedad. Y está claro que si uno invita a alguien tiene interés en que encuentre lo mejor posible la mesa, es obvio para las personas que se sienten atraídas por la invitación que traten de buscar la limpieza, pero no como fin, sino como medio. La purificación a la que nos lleva la ascesis es un medio para el fin, y el fin es la presencia de lo envolvente, la presencia de lo último, es Dios mismo quien queremos que esté allí, no pasarnos la vida luchando con nuestras imperfecciones, nuestras pequeñeces, nuestra falta de limpieza, nuestra opacidad; está claro que somos opacos, está claro que a veces no estamos limpios, pero todo eso es previo al encuentro, y hay que darle la importancia que tiene. La purificación está en todas las religiones de todos los pueblos de la Tierra, todo hombre sabe que la presencia de Dios por sí misma abrasa, limpia, quema, ella sola limpia todo lo demás. Es verdad que se necesita la predisposición para el encuentro, pero el encuentro mismo es purificador, es lo que se llama en la tradición clásica de nuestra mística, la purificación pasiva, ¡que más purificación que estar en la presencia del Amado!

El camino es a la vez viaje y fin, pero en la medida en que en cada instante del viaje se convierta en el encuentro con el Amado, si no hay encuentro con la Presencia, mi viaje espiritual no vale para nada. No vale nada si uno lucha con sus defectos y al final no encuentra la presencia de lo que está buscando. Solamente tengo que luchar contra mis defectos para que no me obnubile la vista ante la presencia del Amado, una vez que estoy delante de Él todo se borra.

Por eso, una primera actitud que uno descubre en los grandes místicos, es su actitud de predisposición al encuentro, indudablemente limpia, honesta, como base, pero no como fin. La predisposición última de la vida espiritual es el sentimiento profundo de una presencia incognoscible, incomprensible, inaprensible y cuando uno nota y vislumbra la presencia, puede decir que está empezando a entender qué es esto del viaje o del camino espiritual.

También el cuerpo que somos forma parte de nuestra vida contemplativa. De hecho, cuando una persona inicia una vida de oración, inicia una vida contemplativa, el cuerpo entero parece que va cambiando y se va habituando y hasta se producen cambios fisiológicos. La persona que ora normalmente tiene un cuerpo flexible, atractivo, acogedor. Los cuerpos rígidos, duros, repelen hacia fuera porque el hombre se está defendiendo y no está acogiendo. La oración siempre hace que un cuerpo sea atractivo, aunque no cumpla ninguna de las reglas de la estética, porque la oración cambia los hábitos del hombre y cambia hasta la fisonomía, un hombre que ora, un hombre contemplativo acaba teniendo un cuerpo de contemplativo, porque el cuerpo es parte de la contemplación. El cuerpo forma parte de nuestra integridad y de nuestra integridad espiritual, somos un todo espiritual.

Toda nuestra creación está gimiendo con dolores de parto[4], pero aunque gimamos con dolores de parto sabemos que un parto siempre acaba dando a luz al algo que es la vida. Y mientras gimamos tenemos que preparar el cuerpo para el cuerpo glorioso, que es en definitiva para lo que estamos llamados a ser.



* M. Toscazo, G. Ancochea, Místicos Neoplatónicos-Neoplatónicos místicos: de Plotino a Ruysbroek, Editorial Etnos-Indica.
[1] El autor se refiere a los capítulos precedentes del libro.
[2] Los tratados clásicos de mística –como hemos señalado anteriormente– siempre han hablado de las tres fases de la vida interior: la purgativa, la iluminativa y la unitiva, pero –dejando de lado el miedo visceral de todas las estructuras eclesiásticas a la experiencia mística– parece que el hombre común debiera limitarse a la fase "purgativa" y como mucho aspirar a la iluminativa, como si el resto fuese el "privilegio" de unos pocos y no, como hemos señalado, la necesidad –y, por tanto, el derecho– de todo hombre.
[3] Is 49, 1.
[4] Rm 8, 19-22.

VISUAL THEOLOGY

Psalter, late 12th century, ByzantineTempera, black ink, gold leaf on parchment with paper endpapers; 87 folios, 8 1/8 x 5 7/8 x 2 in. (20.7 x 14.9 x 5.1 cm) ■ This elegantly illuminated psalter opens with a handsome headpiece to the Book of Psalms (fol. 5r) with a bust of Christ at its center and, below the headpiece, an elaborate incipit letter formed by two birds, which may refer to Jesus' dual nature as both God and man. The late twelfth-century manuscript represents the tradition of "aristocratic" psalters produced in the Byzantine sphere before the fall of Constantinople to the Latin Crusaders in 1204. The many inscriptions in the text also make it representative of the liturgical works that remained within the Byzantine sphere after the fall of Constantinople to the Ottoman Turks. John Lowden has identified a hymn on folio 81r as written in a late fourteenth-century hand typical of the scribe Ioasaph (active 1360–1405/6) of the Hodegon Monastery in Constantinople. The inscription describing the execution of the Christian Nicholas Pazartzis in the Hippodrome in 1554 (fol. 83r) suggests that the manuscript remained in Constantinople for at least a century after the city's fall. An inscription on folio 4r records that the psalter was given "to the most pious metropolitan of Ephesus Lord … Anthimos in the island of Samos" in 1639. Another, on folio 82r, demonstrates that it was still on Samos in 1672: having been "presented by the holy sakellarios [treasurer] of Samos, the protopappas Lord John, successor of Lord Alexios, to the monastery of Prophet Elijah, [it was] rebound well, under the supervision of the present abbot of the said monastery, Joseph the hieromonk …" As these inscriptions demonstrate, the careful preservation of such works was one of the means by which the artistic traditions of the Byzantine era were preserved and transferred to the Orthodox faithful after the loss of the empire's political power ■

on the Feast of the Assumption

The ark which God has sanctified,
Which He has filled with grace,
Within the temple of the Lord
Has found a resting-place.

More glorious than the seraphim,
This ark of love divine,
Corruption could not blemish her
Whom death could not confine.

God-bearing Mother, Virgin chaste,
Who shines in heaven's sight;
She wears a royal crown of stars
Who is the door of Light.

To Father, Son and Spirit blest
may we give endless praise
With Mary, who is Queen of heaven,
Through everlasting days ■ from Stanbrook Abbey Hymnal

Twentieth Sunday in Ordinary Time

Have you noticed the latest sales idea in supermarkets? Throughout the store, HEB for example, they offer you tasty bites of all kinds of foods and wines. Sometimes they cook hot food to appeal to all our senses by making the whole place smell fantastic. And it works! Because you can read about the food on the label, but an actual taste is the only way to have the true experience of the food. They hope that after you taste it, your hunger will be awakened, and you will want more[1].

Well, today the responsorial Psalm urges us in similar language, Taste and see the goodness of the Lord. God has issued a universal invitation to come closer to the Divine Mystery through Jesus—first, to taste, to begin to become conscious, and then to find yourself falling more deeply in love with Love.

Of course, we study the Bible, and can read hundreds of other books to learn about Jesus. But it is not enough simply to read about Jesus’ miracles, and to marvel at his goodness and mercy. Jesus himself wants us to taste true awareness of him. He wants our hunger for God to be constantly awakened. So he says, whoever eats my flesh and drinks my blood has eternal life….For my flesh is true food, and my blood is true drink[2].

St. Augustine expressed the mystery of the Eucharist in a beautiful phrase: Receive who you are; become what you receive [3]. What does this mean? As Christians, we have already been baptized into the Body and Blood of Jesus, so when we take the host, we are receiving the very One of whom we are already a part.

But in taking the Eucharist, we are not merely chewing and swallowing food: we are making a commitment and a pledge to live and act as Jesus did. This is more shocking and risky than it sounds. It means we dare not go to Communion unless we are ready to take on more and more of the consciousness of Jesus himself.

Do you know the saying, “You are what you eat”? If we want to take Jesus into our bodies, we are saying we want to “become what we receive.” And if we are literally becoming the Body of Christ together through Communion, then how can our everyday actions not change?

Taste and SEE…After tasting the love of Jesus, our vision changes. As we begin to see as Jesus does, we may ask, “What are the priorities of Jesus?” These will become our priorities. As our vision improves, we as a parish and as individuals may spend our money, our time, and our gifts differently. Jesus changes us—and we change the world.

No, the bread and wine are not just symbols, because God’s very life is a communion with others in real time, The Eucharist is the source and summit of the Christian life. So when we receive Jesus, it is not intended to be merely a “God and me” moment[4].

Jesus’ Body and Blood are about eternal life. Do not be afraid of any doubts you may have about these mysteries. As we take Jesus in Communion, we can finally let go of our fears of the future, our lack of faith. This way of knowing God is the real beginning of eternal life, now.

How can we live our lives more conscious of the fact that eternal life starts NOW? Well, knowing we are already in the real presence, and can bring it to the world, can be our joy. My brother, my sister, just let yourself taste and see the love of God… this is enough.

Today, when we received the Holy Communion we can repeat one part of the most beautiful part of a hymn composed more than tenth centuries ago,

Do not see the wounds as Thomas did [Lord]
But I confess that you are my God.
Make me believe more and more in you,
Hope in you, and love you
[5]. Amen ■

[1] Sunday 16th August, 2009, 20TH SUNDAY IN ORDINARY TIME. Proverbs 9:1-6. Taste and see the goodness of the Lord—Ps 33(34):2-3, 10-15. Ephesians 5:15‑20. John 6:51-58. [St Stephen of Hungary]
[2] John 6:54
[4] Instead, “the sacrifice of Christ becomes also the sacrifice of the members of his Body. The lives of the faithful, their praise, sufferings, prayer, and work are united with those of Christ…and so acquire a new value….” (Catechism of the Cath. Ch., Sec. 1368) What about those who have never heard Christ’s words, or who feel alienated from the church? When one of us shares their suffering, simply by offering some patient and respectful listening, by crying with them, by offering words of comfort, we become more at one with that person. There is the “real presence” of Jesus. This is what our eating Christ’s body means--that we share the suffering of the wounded, that we share “spiritual communion” with all we meet. Keep awake to the fact that no one is asked to be responsible for the results—we are only called to be faithful in our presence to the suffering.
[5] Adoro te devote is a Eucharistic hymn traditionally attributed to Saint Thomas Aquinas.
Ilustration: Diego Rodriguez de Silva y Velázquez, Old Woman Frying Eggs (1618), Oil on canvas (101 x 120 cm), National Gallery of Scotland (Edinburgh).
Nada posee Clara,
nada le pertenece;
como lirio del huerto
libre respira y crece.

Nada coge en su mano,
nada que aquí fenece;
pobre, en la cruz se abraza
con Cristo que padece.

Nada de lo que fluye
su párpado estremece;
Clara mira y escucha
al Verbo que acontece. Amén ■
de la Liturgia de las Horas.

XIX Domingo del Tiempo Ordinario

LOS ALIMENTOS DEL HOMBRE INTERIOR*
III.

Sin embargo, la lectura de los textos sagrados conduce inevitablemente a la oración: «...Cuando oramos, hablamos a Dios, pero, cuando leemos, es Dios quien nos habla»[1]. La lectura de la Sagrada Escritura, como también la oración, supone previamente la fe, al menos para los judíos y los cristianos. Fe en una Presencia que se afirma en la medida en que se actualiza. La comprensión de las Escrituras se muda en conocimiento y amor, pues es ante todo relación entre dos personas. En este sentido la lectura de la Sagrada Escritura puede ser llamada con toda propiedad divina (lectio divina). No son las palabras lo que se ama, sino la verdad que divulgan[2]. Todo ha de pasar en la vida, no se trata, pues, de una cuestión de duración dedicada a la lectura, sino de una abertura a la vida en la cual la Escritura se encarna.

A la Sagrada Escrituras, considerada como alimento esencial del hombre interior, hay que añadir la lectura de los Padres de la Iglesia, los padres del desierto, los tratados hesicastas, y los pertenecientes a la Filocalía. Algunos textos del siglo XII que emanan de autores cartujos (Guigues I y Guigues II) y cistercienses (San Bernardo y su escuela) son inapreciables. El maestro Eckhart se impone y, en su órbita, los textos de la escuela renana. Así se presenta el tesoro esencial del hombre interior. Cabe añadir, naturalmente, escritos del siglo XVII. El hombre interior, a de ser prudente respecto a las lecturas llamadas «edificantes» de los últimos siglos, aparte el padre Foucauld[3]. Parece necesario volver a las fuentes y atenerse a ellas. Hagamos notar que los escritos orientales y, en particular, la literatura siríaca constituyen después de la Sagrada Escritura un alimento substancial[4].

Lo importante, en la lectura de las Sagrada Escritura es ponerse en contacto con una Presencia: la de la luz inmediata. Al situarse en el instante, esta Presencia engendra una experiencia. Así, la Presencia se sitúa en el presente. Al propio tiempo implica una comprensión más lúcida que determina un nuevo nacimiento y un nuevo amor. El despliegue se produce por repercusiones de esperas y de recepciones. Arraigando en la intuición, la espera y la recepción son otras tantas experiencias; no se suman, se multiplican. Por lo demás, esta Presencia no es exterior, la palabra que se expresa en el interior encuentra la Palabra que emana de la Escritura: no hacen sino una.

Gracias a la presencia de la Palabra, el hombre escapa de la soledad; eso no significa que sepa siempre dirigirse en la andadura de su existencia hacia la interioridad; por eso le es necesario, a veces, aconsejarse con hombres experimentados, aptos para traducir el sentido de una llamada y de una vocación personal ■

* M. M. Davy, El Hombre Interior y sus Metamorfosis, Editorial Integral, Colección Rutas del Viento. Marie-Madeleine Davy (1903-1998), es conocida por su célebre tesis doctoral sobre la obra y el pensamiento de Guillaume de Saint-Thierry, y por la calidad de sus numerosos trabajos sobre mística medieval. Fue parte de la Resistencia. Su pensamiento tiene cierta influencia de Simone Weil y de Teilhard de Chardin.

[1] Véase a este respecto, Sr. Marie-François Herbaux, Formation a la lectio divina, en Collectanea Cisterciensia, t. 32, 1970, 3, pp. 219 ss.
[2] San Isidoro de Sevilla, Sentencias III, 8, P. L. LXXXIII, 679.
[3] Carlos de Foucauld (1858-1916) fue Vizconde de Foucauld, fue militar y explorador. Se hizo sacerdote regular, después de una experiencia de conversión que le hizo regresar a la Iglesia católica. Murió asesinado en el Sahara argelino. Su nombre de religión fue Hermano Carlos de Jesús. Fue beatificado en Noviembre del 2005 (N. del E.)
[4] La copiosa literatura siríaca se distingue por su carácter eminentemente religioso: versiones de la Biblia, homilías, himnos, tratados litúrgicos, teológicos, apologéticos, canónicos, hagiográficos, gramáticos y filosóficos, así como traducciones del griego que, a su vez vertidas al árabe, sirvieron al progreso de la ciencia árabe y mediante ella a la cultura del mundo occidental. A finales del s. III en Persia aparece Afrahates, autor de las Homilías. Trata cuestiones teológicas, aunque desprovistas de influjo griego, tales como virtudes, sacramentos, cristología y ascética, sin olvidar la polémica con los judíos. El diácono S. Efrén (306-373) fue el más importante de los escritores siríacos. Nació en Nísibe y, al ser conquistada por los persas, marchó a Edesa, donde fundó la llamada Escuela de los persas. En su abundante producción literaria tiene comentarios al Génesis y Éxodo, al Diatesarón (éstos conservados en armenio) y a los Hechos de los Apóstoles; himnos sobre la fe, contra los herejes, sobre la virginidad, misterios de Nuestro Señor, ascetismo, Iglesia, ayuno, Natividad, Resurrección, etc. Los Poemas Nisibenos son una colección de himnos en que narra su vida, los asedios de Nísibe por los persas y las vidas de los obispos célebres. Trata profusamente del dogma religioso. Por su gran autoridad se le atribuyen numerosas obras que los críticos dudan en aceptar como suyas. Su doctrina es ortodoxa, aunque algo confusa a veces por expresarse en verso y no seguir la terminología tradicional (N. del E.)

Y entonces uno se queda con la Iglesia, que me ofrece lo único que debe ofrecerme la Iglesia: el conocimiento de que ya estamos salvados –porque esa es la primera misión de la Iglesia, el anunciar la salvación gracias a Jesucristo- y el camino para alcanzar la alegría, pero sin exclusividades de buen pastor, a través de esa maravilla que es la confesión y los sacramentos. La Iglesia, sin partecitas.

laus deo virginique matris


Powered By Blogger