Libra mis ojos de la muerte;
dales la luz que es su destino.
Yo, como el ciego del camino,
pido un milagro para verte.

Haz de esta piedra de mis manos
una herramienta constructiva;
cura su fiebre posesiva
y ábrela al bien de mis hermanos.

Que yo comprenda, Señor mío,
al que se queja y retrocede;
que el corazón no se me quede
desentendidamente frío.

Guarda mi fe del enemigo
(¡tantos me dicen que estás muerto!)
Tú que conoces el desierto,
dame tu mano y ven conmigo de la Liturgia de las Horas

V Domingo del Tiempo Ordinario (B)


El génesis u origen de la así llamada Teología de la liberación no es sencillo, tampoco lo es el desarrollo de sus planteamientos, lo que sí es fácil de comprender es que el texto del evangelio de hoy está hablando de liberación de una forma real y directa: la suegra de Pedro queda libre de su enfermedad y vuelve a sus tareas cotidianas, otros enfermos quedan libres del dolor, los endemoniados se ven libres de la esclavitud a la que estaban sometidos, y muchas personas reciben la Buena Noticia.

Jesús pasa entre los hombres haciendo el bien, es decir, liberando, y aquí es donde surge el problema fundamental: ¿qué se entiende por “liberar”? ¿En qué tipo de libertad pensamos cuando se invoca el término “liberación”? Más aún ¿Jesús se refiere únicamente a liberar el alma, o habla también de una liberación en el plano, digamos, material? En otras palabras: ¿es posible lograr la liberación de las almas sin lograr antes la liberación de las esclavitudes y carencias más inmediatas, necesarias y vitales del hombre? ¿Cómo puede sentir libre su corazón quien muere de hambre, el esclavo del dolor, el analfabeto, el oprimido, el indigente, el marginado? Y aun en el caso de que éstos pudieran sentir su corazón libre y contento en esas condiciones, ¿es esa la liberación a medias la que Jesús quiere para el hombre? ¿No es una liberación, digamos, integral, la que el Señor trae a los hombres, hoy en concreto a la suegra de Pedro, a los otros enfermos y a los endemoniados?

¿Qué hacía Jesús con aquellos que tenían algún problema? Siempre ha llamado mi atención en hecho de que los milagros del Señor van acompañados de la preocupación por las necesidades más básicas del ser humano, así es que lo vemos preparando algo de comer para sus discípulos[1], o indicando que se le dé algo de comer a quien acaba de volver a la vida[2].

Hoy el Señor continúa viviendo entre los hombres, actuando por medio y a través de la Comunidad Cristiana. Somos nosotros, por tanto, quienes tenemos la obligación –que no es altruismo- de actuar como Jesús, y responder como Él a los problemas del hombre; responder al problema de los que tienen hambre, de los que están solos, de los que viven pobres, marginados. Esa es la liberación que Cristo nos trae: del egoísmo y del hambre, de la inquietud del corazón y de la soledad, de la turbación anímica y de la opresión de los poderosos. De todo, es una liberación integral.

Por eso es que los cristianos debemos luchar decidida y abiertamente contra todo tipo y forma de mal, sin reduccionismos de ningún tipo, y tener conciencia de la presencia de los pobres, no para hablarles solamente de música celestial y manuscritos iluminados, sino para darles pan, casa y cultura; sólo entonces podrán ellos comprender que Dios es nuestro Padre: al ver que nosotros vivimos como hermanos. Sólo entonces descubrirán que Jesús es el Salvador, al verse libres, gracias a Él, de las esclavitudes que la vida les haya ido trayendo (y, donde pone "vida", entiéndase: vida, estructuras, sistemas, personas, autoridades, jefes...)[3].

La forma de vivir la causa de los pobres es hoy día la señal del cristiano. Muchos decimos trabajar por ellos o con ellos ¿hasta dónde estamos comprometidos? No faltan quienes ayudan incluso con fines poco liberadores: campaña, imagen, quedar bien antes los demás, etc. ¿no estaremos siendo lobos vestidos con piel de cordero que pensamos que así damos culto a Dios?[4]

Y no. No se trata de alentar una lucha de clases. La violencia de la lucha de clases es también violencia al amor de los unos con los otros y a la unidad de todos en Cristo.

Mons. Helder Cámara, que sabía mucho de éstas cosas, solía decir que cuando uno sueña solo, sólo es un sueño; cuando uno sueña con otros, es el comienzo de la realidad[5]. Un buen punto para conversar con el Señor a lo largo del día de hoy ■


[1] Cfr Jn 21, 9.
[2] Cfr Mc 5, 43.
[3] L. Gracieta, Dabar 1985, n. 13
[4] Jn 16, 2
[5] Mons. Cámara fue obispo auxiliar de Río de Janeiro y obispo de Olinda y Recife; de él mismo es esta frase: “Si le doy de comer a los pobres, me dicen que soy un santo. Pero si pregunto por qué los pobres pasan hambre y están tan mal, me dicen que soy un comunista”.  

New-old-ideas

Cuando los que te perseguían, con sus acciones o con su indiferencia, te dejaron solo, adquiriste la certísima noticia de que ya no están más. Esto es: estás solo. Comienza por alegrarte y fíjate bien: ahora se abre el panorama de las infinitas ocasiones de tu potencialidad creadora. Sí, porque el Señor creará contigo y en ti un camino totalmente nuevo. Quizá no te dará excesivas comodidades; pero ¿qué más quieres? Es nuevo y más que nuevo: lo pasado ya pasó. Has descubierto que tu interioridad te abre a la libertad y a lo inmenso... Que todo lo más bello te es inmediato y familiar. Deja que los muertos entierren a sus muertos, tú vuelve en paz a tu corazón ■ Ermitaño Urbano http://ermitaniourbano.blogspot.com/

VISUAL THEOLOGY



Taller de Nuremberg Hacia 1550, Latón, 43’3 cm diámetro, Inscripción: GOT SEI MIT UNS (Dios está con nosotros), Diputación de Valladolid Los platos de latón figuran entre las manufacturas típicas de Nuremberg que, a través de factores alemanes asentados en las ciudades hanseáticas, llegarán vía Flandes a los puertos del Cantábrico –fundamentalmente Laredo– y, de aquí, a las ferias medinenses entre el último cuarto del siglo XV y primer tercio del siglo XVII. Aunque en origen la función de estos platos o bandejas pudiera haber sido decorativa, sin embargo, queda claro el uso litúrgico de los mismos tanto por los inventarios de iglesias como por los motivos religiosos en las representaciones y leyendas que contienen. Así se mencionan las «bazinicas» para la limosna, las «bacías de azófar» para el bautismo o para ungir a los moribundos con los óleos de la extremaunción

Fifth Sunday in Ordinary Time (B)


Years ago –many years indeed- in England, three men were pouring into a trough a mixture of water, sand, lime and other ingredients. A passer-by asked them what they were doing. The first said, "I am making mortar." The second: "I am laying bricks." But the third said, "I am building a cathedral." They were doing the same thing, but each looked at it differently. And what a difference that made!

We can see something similar in the way people relate to their parish, why they give. One person says, "Oh! All they do down there is asking for money." The second person replies, "Well, you have to pay the bills." But the third person says, "I am building the Body of Christ." The three are doing the same thing, but what a difference in their attitudes!

Today's Scripture readings reflect those differences. Poor Job says that life is nothing but drudgery: If in bed I say, "When shall I arise?" then the night drags on; I am filled with restlessness until the dawn[1]. For sure, most of us can identify with Job however St. Paul takes a different approach. Few worked as hard as he did –or went through so many trials. Yet he says: I do so willingly...I have been entrusted with a stewardship.

And today's Gospel presents a fascinating example of stewardship: St. Peter's mother-in-law. She was in bed, sick, when her son-in-law brought unexpected guests. One of them, Jesus, went to her bedside, took her hand and she sat up. The fever subsided and, quote, she waited on them[2].

Now, some think she would have preferred to stay in bed. That viewpoint, however, says more about us that it does about that wonderful woman. For people in ancient times, hospitality was their top value. It was the glue that held their society together. For Peter's mother-in-law, hospitality was a sacred duty. But there is something more. The text says, She waited on them, and, you know, the Greek word for wait on them is diaconia -the root of our word deacon.

Jesus had touched her and healed her. To be his "deaconess" would be pure joy, a beautiful honor. Well, for each one of us is the same: serve God in the Church in the parish, is an honor, it is never a burden. Serving God in ministry is a blessing, not a heavy and boring duty.

St. Paul illustrates very well the joy of service. With no fanfare without expectations, he says that he is free –and few have greater inner freedom than Paul. Nevertheless, says Paul, I have become a slave to all[3]. He knew that freedom is not licentiousness, doing whatever strikes a person's fancy. Real freedom means service, self-giving. Someone who doesn’t know –or does not want- how to serve in life, is not useful in life.

We are in an election season in the United States[4]. Different candidates will be telling us they have the solution to our problems, but there is one word we are not likely to hear – the "S" word. The "S" word that we avoid is…sacrifice. As Christians, however, we cannot avoid that word; we have to embrace it. Jesus and St. Paul tell us that our time, our abilities, our financial resources do not belong to us. They come from God – and he will require an accounting – a stewardship.

For that reason, we do not give time and money grudgingly; we are building the Body of Christ. With St. Paul we can say, I do so willingly...I have been entrusted with a stewardship


[1] Cfr Jb 7:1-4, 6-7.
[2] Cfr Mk 1:29-39
[3] 1 Cor 9:16-19, 22-23.
[4] The United States presidential election of 2012 is the next United States presidential election, to be held on Tuesday, November 6, 2012. It will be the 57th quadrennial presidential election in which presidential electors, who will actually elect the President and the Vice President of the United States on December 17, 2012, will be chosen. Incumbent President Barack Obama is running for a second and final term during this election. The 2012 presidential election will coincide with the United States Senate elections where 33 races will be occurring as well as the United States House of Representatives elections to elect the members for the 113th Congress. The election will also encompass eleven gubernatorial races as well as many state legislature races.

Estáte, Señor, conmigo
siempre, sin jamás partirte,
y, cuando decidas irte,
llévame, Señor, contigo;
porque el pensar que te irás
me causa un terrible miedo
de si yo sin ti me quedo,
de si tú sin mí te vas.

Llévame en tu compañía,
donde tú vayas, Jesús,
porque bien sé que eres tú
la vida del alma mía;
si tú vida no me das,
yo sé que vivir no puedo,
ni si yo sin ti me quedo,
ni si tú sin mí te vas.

Por eso, más que a la muerte,
temo, Señor, tu partida
y quiero perder la vida
mil veces más que perderte;
pues la inmortal que tú das
sé que alcanzarla no puedo
cuando yo sin ti me quedo,
cuando tú sin mí te vas  

Liturgia de las Horas, Oficio de Laudes, 
miércoles de la II Semana.

IV Domingo del Tiempo Ordinario (B)


El Señor [evidentemente] no tenía un doctorado en Sagrada Escritura o en Ciencias de la comunicación, su palabra clara, directa, auténtica, tenía otra fuerza diferente que el pueblo sencillo y llano supo inmediatamente captar. El suyo no era un discurso demasiado preparado; podríamos decir que tampoco era la Suya una instrucción. Su palabra era más bien una llamada, un mensaje que provocaba un gran impacto en los que lo oían y los animaba a cambiar de camino[1], de hecho fueron muchos los que cambiaron de vida después de oírle[2].  

La gente –nos dice el evangelio de hoy- quedaba asombrada porque no enseña como los letrados sino con autoridad. Esta autoridad no está ligada a ningún título o poder social. No proviene tampoco de las ideas que expone o la doctrina que enseña. La fuerza de su palabra es Él mismo: Su persona, Su espíritu, Su libertad, la manera –sobria, sencilla, valiente- en la que vivía.

El Señor no es un vendedor de ideologías, ni un repetidor de lecciones aprendidas de antemano. Es un maestro de vida que coloca al hombre ante las cuestiones más decisivas y vitales. Un hombre –el Hombre, con mayúscula; el Ecce homo que presentará Pilatos a la multitud[3]- que enseña a vivir. Y más aún: el Hombre por excelencia que nos enseña a los demás hombres y mujeres a ponernos delante de nosotros mismos y preguntarnos quiénes somos, a dónde vamos y qué vamos a hacer con la vida que llevamos entre las manos. Todo eso es Jesús y su Palabra.

Y vamos a reconocerlo de una vez: hoy nuestros jóvenes no encuentran maestros de vida a quienes poder escuchar, de ahí la gran tragedia que resulta de echar fuera a Jesús de nuestros ambientes, de nuestras conversaciones, de nuestras lecturas, de nuestros planes: ¿Qué autoridad pueden tener las palabras de políticos, dirigentes e incluso de nosotros –sacerdotes y obispos- si no van acompañadas de un testimonio claro de honestidad y responsabilidad personal? ¿qué vida pueden encontrar nuestros jóvenes en una enseñanza que sólo proporciona datos, cifras y códigos, pero no ofrece respuesta alguna a las cuestiones más inquietantes del ser humano? Difícilmente ayudará a crecer a los más jóvenes una enseñanza reducida a información científica en la que el enseñante puede ser sustituido por un estupendo iPad.

Hoy más que nunca necesitamos profesores de existencia:  hombres y mujeres que enseñen el arte de abrir los ojos, maravillarse ante la vida, interrogarse con sencillez por el sentido último de todo y, sobre todo, transmitir a los demás dos cosas que hemos perdido casi por completo: el sentido de lo sagrado –del misterio- y la capacidad de asombro. Hoy necesitamos hombres y mujeres que, con su testimonio personal de vida, siembren inquietud, contagien vida y ayuden a plantearse honradamente los interrogantes más hondos de la existencia. Hoy necesitamos sacerdotes y obispos que no dediquen la tarde del domingo a corridas de toros, o fiestas en las que corra sin límites la comida y la bebida[4]; obispos y sacerdotes que prediquen constante y sensatamente de la Palabra de Dios.

Vienen a la memoria las palabras del escritor francés P. Robin: «Se suprimirá la fe en nombre de la luz; después se suprimirá la luz. Se suprimirá el alma en nombre de la razón; después se suprimirá la razón. Se suprimirá la caridad en nombre de la justicia; después se suprimirá la justicia. Se suprimirá el espíritu de verdad en nombre del espíritu crítico; después se suprimirá el espíritu crítico»[5].

En un momento concreto de la historia, la Ascensión, Jesús dejó de estar visiblemente entre nosotros. Desde entonces hacen falta profetas, y ésta tarea ya no está reservada a un número reducido de escogidos. Todos los que creemos en Él estamos llamados a proclamarlo con el lenguaje elocuente de los hechos: con el testimonio de nuestra vida; no en la forma de los fariseos, que dicen y no hacen, sin sentirnos jamás dueños de su Palabra, sin hacer decir al Señor lo que no pasa de ser una pobre opinión, discutible, del profeta.

Tenemos delante un mundo que tiene hambre, mucha hambre de Dios, y tienen derecho a que les demos trigo limpio ■


[1] Cfr. J. A. Pagola, Buenas Noticias, Navarra 1985, p. 187 ss.
[2] Cfr. Lc 19, 1-10; 15, 11-32; 7,36-50;19,5-9
[3] Cfr. Jn 15, 5.
[5] Robin (1837-1912), fue un pedagogo anarquista francés y difusor de las ideas neomalthusianas.

nEW-old-IdEaS

A pesar de ese vacío de angustia, de pesar, de pena, de desengaño, de dolor, ¡quédate! Si es necesario arrójate sobre el suelo, déjate caer... Cuando tengas conciencia más serena de encontrarte ahí abajo, mira abriendo apenas los ojos. No, no dejes que nada te invada demasiado a través de ellos... Pero entreábrelos. Estoy seguro que si eres conciente de tu silencio, de tu nada, de tu caída, descubrirás al Señor aún más bajo, muy por debajo de ti. Él te dirá: -te estaba aguardando. Desde hace mucho tiempo estoy aquí. Y tú no sabrás muy bien qué decir. Sin duda conservarás contigo el pesar y las penas, pero habrás comprobado que más hondo hay caminos que no existen allá arriba en el plano de las estupidez establecida  Ermitaño Urbano.  

VISUAL THEOLOGY


Mary Romero Cash,  Cross of adoration, Natural pigment on gesso and wood, 66 x 47.5 x 13 cm ■ Growing up in the 1950s in a conservative Hispanic family, where the rosary was recited every day before a home altar, Cash moved away from Santa Fe and her Catholic upbringing, only to find faith, again, and a new artistic vocation, when she returned home in the 1970s.  In her autobiography, Tortilla Chronicles, Cash writes: “I have come full circle, embracing Catholicism and gaining a new devotion to the Holy Spirit. It has been a journey to return and participate in my religion. These days, I rarely begin the day without a short prayer asking that my work be infused with God’s spirit.” Cash comes from a “dynasty” of saint-makers and artisans. Her father, Emilio, and mother, Senaida, helped revive traditional hammered-tin art with pieces they crafted at their kitchen table and were honored at the White House. Seven members of her family circle are artists, working as sculptors, tinsmiths, retablo painters, and colcha stitchers, including her son, Gregory Lomayesva ■

Fourth Sunday in Ordinary Time (B)


Let's see, cast your mind back over the gospel incident we have just read and ask yourself ‘What were the words, what was the teaching, that prompted people to marvel at the authority of the Lord?' There were only six words reported: Quiet! Come out of him! [1]

It was not so much what Jesus said but the power with which he said it; his words were full of power; he could do anything with a single and plain word.

To a demon, he could say: be quiet, and the demon would be quiet; come out of him, and he would come out.

To the leper: be cured; to the cripple: get up and walk; to the deaf and dumb man: be opened; to the dead Lazarus: come out.

Jesus could also say to a sinner: Your sins are forgiven; to a fig tree: May no fruit ever come from you again; to bread and wine: This is my Body, this is my Blood

The people were astonished at the words of Jesus. Jesus’ words have power because they are God’s words which cannot be opposed or sidestepped. This is what left a deep impression on the people.

"Ok Father, we know this very well, tells us something new". Yes: we know all this now but in the synagogue on that Sabbath which the Gospel speaks of, the people were just beginning to discover the true identity of this man.

And what about the demon-possessed man. The Lord says: Come out of him. There are no long incantations with song and dance, just a simple order: Come out! And the demon leaves the man and the man is free. And this is our lesson for today: Jesus’ word is always liberating; it actually gives us the freedom to which it calls us. This is the reason Jesus is greater than the Law: Jesus always provides the power to reach the goals he sets us. As the saying goes: His Will will not take you where his grace cannot keep you.

Let us reflect on it: His Will will not take you where his grace cannot keep you. In other words: Jesus had spoken to the demon and the demon was constrained to obey. But Jesus’ words were also heard by the people standing round. The word of God is all things for all men and when it is spoken there are no ‘bystanders’.

My brother, my sister, the Word of God cannot be ignored. It can be listened to or it can be disobeyed but it can never be ignored. That is why Jesus’ word is judgment. May be you remember the passage very well: he who rejects me and refuses my words has his judge already: the word itself that I have spoken will be his judge on the last day[2].

Jesus came to draw all men to himself.

The word of God is, indeed, alive and active. It is still powerful, liberating, empowering and judging, even today. It comes to each one of us in this Mass, seeking us out, lighting up the hidden, dark places of our soul, determining whether we belong to his flock or not, calling us to become his.

May our astonishment become a simple and total yes


[1] 4th Sunday in Ordinary Time - Year B, Readings: Deuteronomy 18:15-20; 1Corinthians 7:32-35; Mark 1:21-28
[2] John 12:48
Ilustration: Magdeburg Ivories, Healing of the man possessed by demons. 


Señor, tú me llamaste
para ser instrumento de tu gracia,
para anunciar la Buena Nueva,
para sanar las almas.

Instrumento de paz y justicia,
pregonero de todas tus palabras,
agua para calmar la sed hiriente,
mano que bendice y que ama.

Señor, tú me llamaste
para curar los corazones heridos,
para gritar, en medio de las plazas,
que el Amor está vivo,
para sacar del sueño a los que duermen
y liberar al cautivo.
Soy cera blanda entre tus dedos,
haz lo que quieras conmigo 

 De la Liturgia de las Horas

III Domingo del Tiempo Ordinario (B)


Se ha cumplido el plazo. Está cerca el Reino de Dios. Es casi el comienzo del Evangelio de Marcos. Jesús llega como con prisa: apremiando, sacudiendo por el hombro a los amodorrados, a los demasiado tranquilos, a los que ponen su seguridad únicamente en las prácticas religiosas. Pareciera que el Señor quiere decir que el Reino de Dios no es una fruta silvestre, al alcance de la mano del primero que pasa; sino más bien el final de un largo esfuerzo, donde se han ido amasando –codo con codo- el pequeño sudor del hombre y la gracia de Dios. Que no hay tiempo que perder. Que hay que poner manos a la obra.

¿Y cuál es la tarea? Nada más, y nada menos, que ésta: Convertíos y creed la Buena Noticia. Así de claro. Así de radical.

Convertíos. Es tanto como decirnos que habíamos equivocado el camino, que no es posible seguir como hasta ahora. Que no podemos seguir acumulando unas riquezas que se pudrirán en los armarios. Que no podemos seguir dando vueltas a la noria como esos tristes burros de ojos vendados alrededor de nuestro yo, incapaces para ver que nuestro camino no progresa, que nos hemos ido quedando remansados fuera de la corriente de la vida, que nuestro barco necesita una buena reparación. Convertíos, es decirnos que ya está bien de desigualdades y guerras, de pisar al otro para subir, de mentiras, de odios, de violencia...[1]

Convertirse es cambiar de vida, hacer borrón y cuenta nueva. Creer en el evangelio es abrir el corazón y la actitud, y dejar que los refresque la lluvia limpia de la Palabra de Dios. Es dejarse conducir, en la niebla, por la mano de Alguien que nos ama. Es fiarse plenamente del Padre: ver con sus ojos, intentar amar con su corazón. Es decirle un grande, total. Firmarle un cheque en blanco. Renacer. Resucitar.

El momento es apremiante. Hay que empezar ya. Se trata de cambiar la vida: como los ninivitas ante la predicación de Jonás. Se trata de salirse del hechizo de las cosas, mandar en ellas: los que compran, como si no poseyeran[2]. Se trata de componer una nueva escala de valores, de acuerdo con los criterios del Evangelio: primero, el reino de Dios y lo que va con él; todo lo demás, detrás. Y lanzarse a volar alto, libres de peso inútil. Lanzarse a vivir la aventura fascinante de la libertad plena, del amor sin engaños. Y hacer brotar a nuestro paso la alegría y la esperanza.

Venid conmigo y os haré pescadores de hombres. Quiere el Señor que una vez convertidos a esa nueva manera suya de vivir seamos en adelante sus testigos: que vayamos corriendo la voz de casa en casa, de ciudad en ciudad, de siglo en siglo. Para que todo el mundo se entere de que hay, por fin, un camino abierto. De que vale la pena intentarlo. De que ya es posible ser feliz ■


[1] J. Guillen García, Al hilo de la Palabra, Comentario a las lecturas de domingos y fiestas, ciclo B, Granada 199, p. 90 s.

[2] Cfr 1 Cor 7, 30. 

New-old-ideas


Pero no temas, esposa, no desesperes, no te consideres despreciada, si por un poco el esposo te oculta su rostro. Todo esto contribuye a tu bien, y de su venida y de su alejamiento sacas ventaja. Viene a ti, y también se retira. Viene para consolarte, se retira por prudencia, para que la magnitud de la consolación no te ensoberbezca, no sea que al estar siempre junto a ti el esposo, empieces a despreciar a las compañeras y atribuyas esta continua visita no ya a la gracia sino a la naturaleza. Pues el esposo concede esta gracia a quien quiere y cuando quiere, no se la posee por derecho hereditario. Un proverbio popular dice que la excesiva familiaridad engendra el desprecio. Se aleja, pues, para que, al ser demasiado asiduo, no sea despreciado, y para que al estar ausente sea más deseado, deseado más ávidamente buscado, buscado por largo tiempo sea finalmente con más gozo hallado. Además si nunca faltara esta consolación (la cual es enigmática y parcial, en relación con la futura gloria que se revelará en nosotros) tal vez creeríamos que tenemos aquí una ciudad permanente y buscaríamos menos la futura. Por tanto, para que no consideremos el exilio como patria, la prenda como el premio último, el esposo viene y a veces se va, unas trayendo consolación, otras cambiando todo nuestro lecho en enfermedad. Por un poco nos permite gustar lo suave que es, y antes de que lo podamos experimentar hasta el fondo, desaparece. Y así, revoloteando como con alas desplegadas sobre nosotros, nos estimula a volar, como si dijera: Ya habéis gustado por un poco lo dulce y suave que soy, pero si queréis ser saciados hasta el fondo por esta dulzura mía, corred tras de mí al olor de mis perfumes teniendo elevado el corazón allí donde yo estoy a la diestra de Dios Padre. Allí me veréis, no como en un espejo, confusamente, sino cara a cara y vuestro corazón gozará plenamente, y vuestra alegría nadie os la podrá quitar Guigues II, Cartujo, Scala Claustralium, Tratado sobre el modo de orar a partir de la Palabra de Dios (Guigues II, uno de los primeros cartujos, fue Prior de la Cartuja hacia el 1174. Más tarde dimitió de su cargo para morir en el 1188).  

VISUAL THEOLOGY





Pyxis with the Miracle of Christ’s Multiplication of the Loaves, 6th century, probably made in North Africa, Metropolitan Museum of Art (New York) ■  In this depiction of the Miracle of the Loaves (Mark 8:1–6), an enthroned Christ is flanked by Saints Peter and Paul. Other disciples carry the loaves of bread he has miraculously produced to feed the multitude, loaves that the early church associated with the bread of the Eucharist. It is possible that containers like this were used in connection with the Divine Liturgy ■

Third Sunday in Ordinary Time (B)


All three of this Sunday’s readings present let us say an urgent call. Jonah preach to the people of Nineveh about repentance and conversion. St. Paul tells the Corinthians that time is running out, and Jesus begins his preaching by proclaiming The time of fulfillment is at hand. Repent and believe in the Gospel and He then calls his first disciples, Simon and Andrew, James and John.

Last weekend we talked about morality, in particular sexual morality, today I would like to reflect on the Faith, because faith demands consequences, in other words: we cannot be people of faith if we do not speak out against immorality. We cannot be people of faith, if we allow our government to continue any immoral practice. Today we American Catholics remember the horrible anniversary of Roe vs. Wade, the decision of the Supreme Court to allow abortion. Those who march and protest throughout the country do so because they are people of faith and people who deeply love their country. They cannot sit back and allow lies and evil and death to continue.

It is the same for every issue: as Catholics we cannot sit back and be non committal to evil around us. Where and when we see evil, we have to react against it. Why? Well, because faith demands consequences, demands action.

When Jesus called Simon and Andrew, James and John, you and me, He did call us to do something and to be something. He called us to be disciples, to give testimony. Why do you train your children in the faith? Why do you guard against immorality in your home? Why do you worship God daily in your homes and weekly here at St. Vincent de Paul? We do what we do because this is who we are, we are Catholics and even though we are a minority in this country, it is necessary that we give witness to our faith, our beliefs.

That is why we feel so disjointed when our human limitations take over and we give in to evil. We lose our sincerity, our integrity, when what we do is opposed to whom we are. But when we respond to that call of Christ within us to be Christian in all our actions, then our actions reflect our inner life, the life of Jesus Christ we have been called to embrace. Then we become whom He created us to be.

People who are determined to live the truth of whom they are, people who are determined to live vocationally, are the most dynamic force in history. Their lives don’t just become history; they become His Story, the story of God at work in the world. And that is what Catholicism is about. We want to change the world into God’s world. We are willing to do what we need to do to be whom we have been called to be.

The call of Faith, or vocation as Christians is urgent, just as the call to faith was urgent for the first disciples, for the people of Corinth, for the people of Nineveh. Faith has consequences. Faith is dynamic. Faith is counter cultural. Faith changes the world. Faith is manifested in the integrity of men and women who live who they are.

May we have the courage to be people of faith ■


Tú fuiste mi pescador
en el mar de Galilea,
me llamaste a otra tarea,
que es la tuya, vencedor.
Si no me hubieras pescado,
con tu divina empatía,
pescador yo seguiría
entre la red y el mercado.

Pescador, conquistador,
porque el mundo es tu pasión,
el mundo es un corazón
con un eterno rumor.
Y por amor has venido
a casa de tus hermanos,
para hacernos ciudadanos
de un nuevo mundo surgido.

Yo me brindo a dialogar,
si Dios es motivo y tema:
Dios, la pasión que me quema,
Dios, mi razón de pensar.
Y Jesús, clavada flecha
en la historia de mi vida,
beso que se hizo comida
en la mesa del altar

Soy pescador, y mis redes
son mi vida derramada;
mi palabra enamorada,
que llega, amigos, a ustedes.
Hazme, Jesús, misionero
y profeta de tu amor;
te lo pide un trovador
que está diciendo: ¡Sí, quiero!

P. Rufino Mª Grández, ofmcap, Puebla, 17 enero 2011

II Domingo del Tiempo Ordinario (B)


Samuel es uno de los personajes más entrañables del Antiguo Testamento. En el silencio de la noche y en la quietud nocturna del santuario oye que pronuncian su nombre. Cree que es Elí el que llama; pero se equivoca. No es Elí, es el Señor. Un poco le costó a Samuel reconocerlo, pero cuando lo hizo la respuesta fue perfecta: Habla, Señor, que tu siervo escucha. Y el Señor le habló. Surgió así el profeta Samuel[1].

Aunque no lo creamos, lo mismo puede sucedernos. Vivimos tan inmersos en un mundo masificado, igualitario y tan lleno de ruido que hemos olvidado algo impresionante: la llamada personal de Dios para cada uno con un camino específico que recorrer. Un camino que no será igual al de ningún otro hombre, por sencillo que parezca. El problema está en si somos capaces de discernir la llamada, y es que estamos tan entretenidos, tan preocupados por problemas, tan inquietos, que difícilmente encontramos un rato de silencio y tranquilidad para que la voz de Dios nos llegue a lo más profundo del corazón y nos despierte del sueño que nos invade. Pero la llamada existe. Esto es lo importante y puede quedar sin respuesta a causa de nuestra sordera.

Si respondemos, si somos capaces de decir como Samuel, con toda la sinceridad del corazón, habla, Señor, que tu siervo escucha, se producirá el milagro de convertirnos en hombres y mujeres que tienen una espiritualidad propia y la comparten con los demás.

En el Evangelio de hoy, que es precioso y está lleno de ternura Juan se apresura a señalar a sus discípulos quién es Aquél a quien tienen que seguir. Y lo señala con una frase que a nosotros repetimos muchas veces y que desafortunadamente no produce los mismos efectos que produjo en aquellos discípulos de Juan. Cuando ellos escucharon de Juan: este es el Cordero de Dios, siguieron a Jesús inmediatamente y, tras preguntarle dónde vivía, se quedaron con El. Se quedaron con Él para siempre. La vida ya no sería para ellos igual que antes, ni ellos serían ya los mismos. Se había producido el acontecimiento mayor de los tiempos: el encuentro de un hombre con Cristo.

El Evangelio no nos dice dónde se quedaron, donde vivía Cristo, sólo nos dice lo más importante: que se quedaron. Y hoy sabemos que fue para siempre.

A los discípulos de Juan les bastó una sola advertencia para seguir a Jesús. Nosotros parece que somos más duros de corazón o estamos más distraídos.

Quizás a partir de hoy, cuando en la Eucaristía escuchemos Este es el Cordero de Dios, algo suene en nuestro interior, algo como una voz, una llamada venida de lejos que nos haga ver lo importante que en nuestra vida cristiana es seguir a ese Cordero de Dios cuya misión es devolver al mundo la luz, la vida, la esperanza, el amor ■


[1] A.M. Cortes, Dabar 1988, n. 11

Y entonces uno se queda con la Iglesia, que me ofrece lo único que debe ofrecerme la Iglesia: el conocimiento de que ya estamos salvados –porque esa es la primera misión de la Iglesia, el anunciar la salvación gracias a Jesucristo- y el camino para alcanzar la alegría, pero sin exclusividades de buen pastor, a través de esa maravilla que es la confesión y los sacramentos. La Iglesia, sin partecitas.

laus deo virginique matris


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