Custodio de la belleza,
santo tiempo del Adviento,
rásguense las profecías
para decir su secreto.

Era el Dios enamorado,
que descendía del cielo,
y a la brisa de la tarde
compartía sus anhelos.

Era el Dios de los caminos
de patriarcas andariegos,
que de Oriente hacia Occidente
Dios caminaba con ellos.

Era voz de los profetas,
Dios de amor y Dios de trueno,
quien al final se rendía
porque era Dios todo tierno.

Era Dios de nuestra historia,
que jamás quedó en silencio,
y una palabra anunciaba,
en la carne de su Verbo.

Rasgaos las profecías,
promesas de viejos tiempos:
Dios es santo, Dios es fiel,
Dios amor viene al encuentro.

Danos, Jesús, entender
el Libro que abre sus sellos:
tú, Jesús, Alfa y Omega,
eres el Dios descubierto.

¡Gloria en el trono divino,
y a Dios nuestro acatamiento,
a ti, Dios de nuestros Padres
oblación y amor eterno! Amén

P. Rufino María Grández, ofmcap
Puebla, 2009

I Domingo de Adviento (C)


Existió aunque no se le ha llamado así, un primer Adviento, o mejor, una primera esperanza. Fue un largo y difícil peregrinaje hacia la plenitud de los tiempos: el nacimiento de Jesucristo. Esta esperanza fue vivida por un pueblo, y para ellos tenía un nombre: El Mesías, y también tenía un lugar: Belén de Judá. Y sabiéndolo o no, en esa dirección miraron y miran(mos) todos los que alguna vez necesitaron(mos) o necesitan tener una esperanza. Aquella esperanza y todas las demás reciben un nombre muy concreto y lleno de fuerza y de luz: Jesús de Nazaret. Pero ¡asómbrate! la esperanza en Él no termina con su nacimiento, muerte y resurrección; la esperanza puesta en Él comienza con su próxima venida: es lo que la Iglesia desde siempre ha anunciado llena de entusiasmo y expectación: ¡Maranathá, ven Señor Jesús!

Con su Ascención, el Señor puso en marcha, digamos, un segundo Adviento. El no dejó nada hecho; con su segunda venida hará todo de nuevo, como nos recuerda el libro del Apocalipsis[1]. Hoy, veinte siglos después, miramos a nuestro alrededor y vemos muchos a quienes cuesta creer esto, a muchos que incluso y tristemente ya no esperan nada. Y también existimos los que, con temor y temblor, nos llenamos de esperanza y buscamos –a veces llenos de oscuridad y tropezones- ése cielo y ésa otra tierra en las que pueda descansar para siempre nuestro corazón. En menos palabras: la Navidad no es nuestra esperanza; la Navidad es nuestra fuerza, es lo que nos anima a salir de la cama todos los días y a poner nuestro mejor esfuerzo. Hoy, el primero Domingo del tiempo de Adviento, comenzamos éste camino de silencio y contemplación hacia la esperanza de la Navidad.

Los que recibimos la fe católica –de la forma que sea: por haber nacido en una familia, por haber recibido el regalo de la conversión, etc.- ya no vamos hacia Belén, en realidad nuestro Adviento no es hacia Cristo, sino con Cristo hacia la vida eterna, hacia una esperanza nueva.

La Liturgia de la Palabra de este domingo de nos recuerda, pues, algo muy sencillo pero a la vez muy profundo: la esperanza arranca de nuestra propia finitud y nuestras propias limitaciones, somos una extraña mezcla de barro y gracia, de polvo y aliento divinopero que tiene su cumplimiento en la persona de Jesucristo, rey y señor de la historia


[1] Cfr Apoc 

New-old-ideas


Déjate perseguir, pero tú no persigas. Déjate crucificar, pero tú no crucifiques. Déjate ofender, pero tú no ofendas. Déjate calumniar, pero tú no calumnies… Alégrate con los que se alegran y llora con los que lloran: este es el signo de la pureza. Ten pena con los que sufren. Derrama lágrimas con los pecadores. Goza con los que se arrepienten. Sé amigo de todos, pero en tu interior permanece solo  San  Isaac el Sirio

VISUAL THEOLOGY


The  Advent wreath of evergreens decorated with candles was a symbol in northern Europe long before the arrival of Christianity. The circle symbolized the eternal cycle of the seasons while the evergreens and lighted candles signified the persistence of life in the midst of winter. Some sources suggest the wreath—now reinterpreted as a Christian symbol—was in common use in the Middle Ages, others that it was established in Germany as a Christian custom only in the 16th century. The most popular colors for the Advent candles are violet and rose, corresponding with the colors of the liturgical vestments for the Sundays of Advent. Violet is the historic liturgical color for three of the four Sundays of Advent: Violet is the traditional color of penitential seasons. Rose is the color for the Third Sunday of Advent, known as Gaudete Sunday from the Latin word meaning "to rejoice"--also from the first line of the traditional entrance prayer (called the Introit) for the Mass of the third Sunday of Advent. Rose-colored vestments are used on Gaudete Sunday, as a pause to the penitential spirit of Advent ■

First Sunday of Advent (C)


For many people the anticipation of something is better than the real thing, I mean, there is a wonderful feeling attached to anticipation: “I just can’t wait for this movie”, “I am so excited about this book” “Can’t wait for vacation, or for the upcoming wedding!”… However and sadly marketers have pushed too much the anticipatory periods further and further back. Ours HEB’s has all the Christmas paraphernalia already up and ready…

Our Catholic faith has always used this anticipation period as well but with prudence and wisdom. Even in the Old Testament we are told constantly by the prophets that we are waiting for something, so for us Advent season is the time for preparing the celebrating of the Incarnation of our God, as simple as this.

In our marketing culture, we all know that many things have overshadowed this event, Santa or Rudolph have become the icons for this new age... I saw the preview of an ultra-violent action movie the other day that they proclaimed was the perfect Thanksgiving Day entertainment! All sorts of things are pushed as Christmas events that do not reflect the original source of the event… anyway! We already know this, so this Sunday we begin a good season to put Christ back, to try to bring back the feeling of anticipation that the Jews felt as they patiently waited for a Messiah, to feel the anticipation that John the Baptist was preaching about, the coming of someone who would bring about a new kingdom, a new peace, a new world order.

As Catholics, we need to use the liturgies of the next four Sundays and allow the readings and the traditions, like the Advent candles or Advent calendars, instill in us a longing and an excitement that this great event is to be celebrated again. That God has so loved us that he takes on our body, our mortality, and humbles himself to arrive as a small helpless baby… We just celebrated Thanksgiving, so for those of us who were not able to come to Mass on Thanksgiving, there will still be a real sense of all the things for which we need to give thanks.

The Gospel today begins our year long reading of St. Luke’s Gospel, and the first idea that comes to our mind is that the church is here to stay, I mean, we always have to be on guard for that second coming. We need to prepare ourselves. We need to avoid dissipation, drunkenness and the material cares of life. If we as Christians remain firm amid the disorder of the world and avoid temptations, we will be prepared for his coming. Jesus has already come, yes, but he is coming again, and so we use the Advent season with its colors and readings and traditions to help us keep our minds on the whole idea of the ‘coming’. We must keep awake to that idea.

Archbishop Gustavo summarizes this Gospel in a very beautiful way: “Darkening skies, longer nights announce the winter of life. But the child in us looks for the sign of love in the sky, the rainbows of fall, the stars that brighten the earth, the arms that reach down to lift us up. We love to light the candle that dispels the dark. We can’t wait to open the next window on the Advent calendar.”

Jesus promises us a return. We need to focus on that – which gives us the Advent hope.

So as we await the birth of our God as a little child, let the Gospel today remind us that despite the fears that the world creates us in us, we need to stay awake and keep our eye on the prize – Jesus himself. This is the Good News we anticipate today; let us give thanks in the celebration of the Eucharist and invoking the sweet name of Mary, our blessed Mother!

¡Viva Cristo Rey!


File:Glasfenster aus Minoritenkirche Regensburg Kreuzigung.jpg
Alzado en cruz de amor Jesús es Rey,
que a título de Rey es condenado,
el Rey de los Judíos, el Mesías,
el Rey del Universo, el Hijo amado.

De nadie sino suya es la corona
del reino del amor en Cruz ganado,
que nadie entre los hijos de los hombres
como él por sus hermanos ha luchado.

Que sean los pecados ya vencidos
peana de tu gloria, ¡oh ensalzado!,
y el mundo nuevo surja de tu pecho,
cual tú, mirando al Padre, lo has pensado.

Tu reino no es malicia ni violencia,
ni vences cuando el hombre es aplastado;
tu reino es comunión y casa unida
y paz del pecador reconciliado.

Y reinas ya, Jesús, como primicia
del reino que esperamos consumado;
abiertos nuestros ojos a la vida,
a ti te ven, ¡oh bello y coronado!

¡Jesús, Señor, medida y hermosura,
principio y fin de todo lo creado,
bendito eternamente, oh bien perfecto,
Rey nuestro, por nosotros aclamado!
Amén  
Jerusalén, solemnidad 
de Jesucristo Rey del universo, 1985.
RUFINO MARÍA GRÁNDEZ (letra) – 
FIDEL AIZPURÚA (música), Capuchinos, 

Solemnidad de Jesucristo, Rey del universo (2012)



Y qué es la verdad? Es la gran pregunta que formula Pilatos, pero sin esperar apenas la respuesta, condena a muerte al que podía responderle. Y es que no siempre preguntamos porque no sabemos; a veces preguntamos porque no queremos saber, para despistar, pues sospechamos que hay preguntas que no tienen respuesta.

A muchos interesa hoy la verdad objetiva, de ahí que otros piensen que no hay más verdad que la subjetiva, entendiendo subjetiva como individual: cada quien la suya. A esos les contestó [hermosamente] el poeta:

¿Tu verdad? No, la Verdad,
y ven conmigo a buscarla.
La tuya, guárdatela[1]

De manera que la pregunta sigue en pie. Y seguirá posiblemente, mientras tengamos la firme decisión de buscarla. Esa decisión de buscar, más allá de la razón y de la ciencia: en la fe. No se trata de creer cada quien lo que le da la gana. El que cree no las tiene todas consigo, pero cree, intuye, y por eso sigue buscando con ilusión.

¿Qué significa, pues, hoy celebrar a un Cristo Rey, vivo, interpelante, que dirige, gobierna y potencia todos los momentos de la vida? ¿Cómo se puede entender en lenguaje actual el Reino de Dios? ¡Grandes preguntas! Para muchos hablar de Cristo Rey es casi hablar de algo superado desde el compromiso de la fe. Desde el mundo actual Cristo Rey es algo, dirán, intrascendente, pues no se admite ni se da valor a un reino que no es político, ni entra en conflicto con los valores y exigencias de los reinos mundanos.

Por otra parte qué fácil es aclamar a Cristo Rey en un domingo de Ramos, en una procesión, en un momento de euforia espiritual. Lo difícil –y por ende valioso- es creer en un Cristo presente e influyente en la vida de todos los días, en un Cristo que compromete y cambia la existencia del hombre, en un Cristo exigente que pide fidelidad a los valores permanentes del evangelio.

Existe también una gran contradicción: hacer mundano el reino de Cristo, que no es de este mundo. Y salta la enorme tentación de confundir el poder económico, político y social con el poder de Dios. Y pueden gastarse demasiadas fuerzas y empeños en influir en las situaciones de este mundo para hacer presente el reino de Dios.

El Señor no reinó desde los sitios privilegiados ni desde los puestos de influencia, lo hizo desde el servicio, la entrega y la humildad; lo hizo en el compromiso con los necesitados y con los desgraciados, con los pecadores y las mujeres de la vida, con los que estaban marginados en la sociedad de entonces: ciegos, leprosos, viudas...

Con mucha frecuencia los cristianos pretendemos hacer un reino de Dios a nuestro gusto y medida; y de hecho construimos nuestros pequeños reinos de incienso y adoración, de admiración y marquesados. Es un engaño terrible, fruto del egoísmo humano.

Cristo fue y es Rey por ser testigo de la verdad y del amor sin límites. Y nuestra vida está cargada de mentiras y desamores. No es una visión fatalista. Es realista. Asómate a algún periódico o a la red. Hoy no sirve decir “no pasa nada, vamos bien”. No. Sí pasa. Pasa mucho. Es preciso el cambio y la conversión. Vivir en cristiano es descubrir las exigencias y maravillas del reino de Dios con entrega total y confiada ■


[1] Antonio Machado.

New-old-ideas

Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, ¡tarde te amé! Y ves que tú estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te buscaba; y deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo mas yo no lo estaba contigo. Me retenían lejos de ti aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no serían. Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y fugaste mi ceguera; exhalaste tu perfume y respiré, y suspiro por ti; gusté de ti, y siento hambre y sed; me tocaste, y me abrasé en tu paz San Agustin de Hipona 

VISUAL THEOLOGY


Embroidered panel, Venice, Italy (made), ca. 1325 (made), The Victoria and Albert Museum (London) This Venetian embroidered devotional picture of a half-figure of Christ, incorporates design elements from various cultures and areas. There is a lotus from the Far East, another lotus and ornamental circles from Islamic traditions, and from Byzantium, the Christ in the style of a particular Byzantine dynasty, the Palaeologues. This panel may have been part of a burse, the bag used for holding linen cloths for the celebration of the Christian Mass. Venice was one of the few place where craftspeople would combine such an eclectic mix and this attribution is reinforced by the use of a particular embroidery stitch, underside couching, which is generally found only in England and Venice after 1300. This stitch is produced by couching down a metal thread with silk and pulling the silk through to the back of the work so that it does not show, leaving an effectively unbroken line of gold on the surface  

The Solemnity of Christ the King (2012)


The highest point of today’s Gospel is the conversation between our Lord and Pilate. Pilate was the ambassador of Rome. His palace, his garb, his behavior radiated the power of the Roman Empire. Jesus was…let us say an itinerant preacher, a carpenter a very simple person at the sight of the world. There was nothing about him that would throw a powerful man in fear. Jesus held no titles; he was not supported by an army. He didn’t even wear shield or carry a sword. So here was this weak and poor Jesus, standing before the powerful Pilate. Was Pilate mocking Jesus or intrigued when he asked him, Are you a king? We don’t really know. But we do know Jesus’ answer: You say I am a king. For this I was born and for this I came into the world, to testify to the truth[1].

To testify to the truth. That is what true royalty is about, so this solemnity of Christ the King is a good moment to reflect about testifying to the truth, about integrity, the same topic that we talked about few weeks ago. I am sure many of you remember…

There is a great scene in the great movie A Man for All Seasons that fits so well here. You might remember that the movie was about the determination of St. Thomas More to stand for the faith against the persecution of King Henry VIII. Well, in the scene I’m referring to, after the King made all his arguments, Thomas More said that he himself was unfit to intervene in this argument and the King should take it to Rome. Henry VIII retorted that he didn’t need a pope to tell him what he could or couldn’t do. Then we come to the center point. Thomas More asks the King, “Why do you need my support?” Henry VIII replies with words we would all love to hear said about each of us, “Because, Thomas, you are honest. And what is more to the point, you are known to be honest. There are plenty in the Kingdom who support me, but some do so only out of fear and others only out of what they can get for their support. But you are different. And people know it. That is why I need your support.”[2]

In the presence of integrity, Henry VIII knew who was King and who was subject.

Thomas More, John Fisher, Maximilian Kolbe and so many others followed Jesus Christ in being people of integrity. The powerful Pilate could have Jesus tortured and killed, and he did in fact, but Pilate himself remained a prisoner because he lived a lie. And Jesus remained a King because he testified to the truth to his last breath.

Then you are a King? Pilate asked, and Jesus answered, you say that I am a king. For this was I born...to testify to the truth[3].

This gospel, this solemnity of Christ the King reminds us that each of us was born for this same reason, to testify to the truth. And what is the truth? Jesus Christ is the truth, and the way, and the life[4], as we know very well…

So as we leave this liturgical year, we might leave wondering, how can I enter into the kingship Christ gives me? And the Gospel gives the answer.

On this last day of the church year then, take time to think about your own life. How disordered has our life been? Have we been placing too much effort in the wrong places? And don’t get discouraged, don’t be disappointed, because we have the shepherd watching over us, helping us on to the right paths, caring for us and providing for us.
His message is simple: “put your hope in him, and think about others” and that is how you will reach the kingdom of heaven at the end of your time on earth.  That is the GOOD NEWS of the Gospel today!




[1] Sunday 25th November, 2012, Our Lord Jesus Christ, Universal King. Readings: Daniel 7:13-14. The Lord is king; he is robed in majesty—Ps 92(93):1-2, 5. Apocalypse 1:5-8. John 18:33-37 [St Catherine of Alexandria].
[3] John 18:37
[4] Idem 14:6. 

Thanksgiving 2012



Den gracias al Señor, porque es bueno,
porque es eterno su amor!
Que lo diga el pueblo de Israel:
¡es eterno su amor!
Que lo diga la familia de Aarón:
¡es eterno su amor!
Que lo digan los que temen al Señor:
¡es eterno su amor!
Reconocimiento de la ayuda recibida
En el peligro invoqué al Señor,
y él me escuchó dándome un alivio.
El Señor está conmigo: no temeré;
¿qué podrán hacerme los hombres?
El Señor está conmigo y me ayuda:
yo veré derrotados a mis adversarios.
Es mejor refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres;
es mejor refugiarse en el Señor
que fiarse de los poderosos.
Todos los paganos me rodearon,
pero yo los derroté en el nombre del Señor;
me rodearon por todas partes,
pero yo los derroté en el nombre del Señor;
me rodearon como avispas,
ardían como fuego en las espinas,
pero yo los derroté en el nombre del Señor.
Me empujaron con violencia para derribarme,
pero el Señor vino en mi ayuda.
El Señor es mi fuerza y mi protección;
él fue mi salvación.
Un grito de alegría y de victoria
resuena en las carpas de los justos:
"La mano del Señor hace proezas,
la mano del Señor es sublime,
la mano del Señor hace proezas".
 No, no moriré:
viviré para publicar lo que hizo el Señor

Thanksgiving 2012


I am sure that you notice that in recent years, people have begun to call Thanksgiving by another name: Turkey Day. On other holidays like Columbus Day, George Washington's Birthday, and Memorial Day, we pay our respects to those we are remembering, but on how easy we change the names of other holidays such Thanksgiving and Christmas![1]

There's a reason—a disturbing reason—for the name change. When people sit down before the table on Thanksgiving Day, they still sense that they must bow their heads and give thanks. Let's be very honest: we live in a society that sometimes wants to take God out. So, some are trying to discard the name Thanksgiving and to forsake the traditions on this holiday which kept God at the center.

Why are so many ungrateful to God for His blessings? Well, the fundamental reason is that we are too prosperous. After the exodus from Egypt, God told the people of Israel that He was leading them to a great land. It would be a land overflowing with milk and honey. So, after occupying their new country, they could expect a life of prosperity. But God warned them that with prosperity would come the danger of forgetting God. They would be tempted to look around at their wealth and say to themselves, "By our hands, by our labor, we have achieved this; we have built a good life for ourselves." They would take credit for what God had given them…

Well, the same mentality exists in America today. We enjoy prosperity, and yet we fail to recognize that its source is God. Why? We take our wealth for granted. We feel we deserve it. We imagine that we created it. It is a funny thing about human beings that we are more thankful when we are suffering poverty than when they are enjoying plenty. In Little House in the Big Woods, the author describes how new pioneers living on the edge of subsistence celebrated Christmas. Each of the older children received exactly two presents (a pair of mittens and a piece of candy), and in addition one of the younger children received a home-made rag doll. Were the children unhappy and ungrateful because their gifts were so meager? On the contrary, the author concludes her reminiscences by saying, "What a happy Christmas it had been!"[2].

Perhaps you say, "Others may have the problem of being too rich, but not me. I'm not rich." Because we know people who have bigger houses and cars than we have, most of us feel that we are just average folks. In relation to all the people living in past generations, in relation to the vast majority of people around the world today we are amazingly wealthy. Think of it. What are you lacking that you could reasonably want? We have more clothing in our closet than many of our ancestors possessed in a whole lifetime. Our houses and gardens would, in past generations, have set us just below the highest nobility… Too often I think of my brother priests in other countries without the economic resources that I have, and they do not complain. They work much, much more.

Although prosperity is a blessing from God, it is, as we have said, a danger also. It can have a disturbing effect on our love for God and on our gratitude for His blessings. What is the remedy? Should we give away our goods and take a vow of poverty? That might work. But it might not. With poverty might come bitterness rather than gratitude. I think God prefers that we take the following, more practical, measures to guard our spiritual health in the midst of material wealth.

Let's give thanks this morning (night) for what we have, but mostly always ask to have a grateful heart, a heart that is more attentive to the spiritual than material. On Sunday we said that the most important is the salvation of our souls. Today I ask God for this favor in the Eucharist ■


[1] Readings: Sirach 50:22-24, Psalm 138:1-5, 1 Corinthians 1:3-9, Luke 17:11-19
[2] Little House in the Big Woods is a children's novel by Laura Ingalls Wilder published in 1932. The book is the first in the Little House series, which is based on decades-old memories of Wilder's early childhood in the Big Woods near Pepin, Wisconsin, in the late 19th century.
Jesús de Nazaret, iluminado…,


con él avanza el coro de elegidos;
y yo soy uno de ellos por su gracia,
en él me arrojo, hallazgo de mí mismo.

Y ahora yo lo canto y lo celebro,
ahora que me vivo en él unido,
porque es la espera germen de presencia,
y ya el futuro es hoy, en él transido.

Jesús era por dentro profecía,
y su confianza en Dios era el latido;
su vida en oblación, su parusía,
del triunfo de su Padre vivo signo.

Vivir divinamente es ser humano,
rompiendo la barrera en que me aflijo,
y echando en Dios zozobras y cuidados,
creyendo hasta la entraña que soy hijo.

Aquel día y la hora nadie sabe,
ni el Primogénito, su amado Cristo;
acepto yo, mi Dios, la oscuridad:
tu luz sea mi fe y mi sacrificio.

¡Señor de paz y premio de los justos,
a tus amantes manos me confío:
a ti la gloria, a ti lo que yo anhelo,
a ti mi adoración, oh Dios altísimo! Amén

Este Himno espiritual quiere avanzar por esa senda de la fe. Cuando yo me olvide y Dios me invada, entonces sí seré quien soy en mi íntima verdad. Por eso, la muerte nos traslada al ser. San Ignacio de Antioquía (+110), escribió a los romanos: “...Mi partida es inminente. Perdonadme, hermanos. No impidáis que viva; no queráis que muera. No entreguéis al mundo al que quiere ser de Dios, ni lo engañéis con la materia. Dejadme alcanzar la luz pura. Cuando eso suceda, seré un hombre. Permitidme ser imitador de la Pasión de mi Dios” P. Rufino Mª Grández, ofmcap.   

XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario (B)



En el mes de noviembre termina el año [o ciclo] litúrgico. Hoy es el penúltimo domingo del Tiempo Ordinario y la liturgia de la Palabra nos invita a meditar con calma sobre el fin del mundo y el cumplimiento de la historia de la salvación. Es bueno pensar con serenidad en el final para poder entender mejor los principios, y sobre todo para saber vivir en el presente. Meditar en las realidades últimas es signo, digamos, de valentía espiritual.

El evangelio es uno de los textos quizá más difíciles de comprender, por eso hay que escucharlo con especial atención. Se trata del retorno de Cristo al fin del mundo para el juicio universal. Por encima de previsiones catastrofistas o apocalípticas, la enseñanza de Jesús está centrada en la parusía o segunda venida del Hijo del hombre. El juicio universal, que tantas obras de arte ha inspirado, en realidad es un acontecimiento positivo –el último de la historia de la salvación- en el que el Hijo de Dios, con la gloria del Resucitado, hará un juicio y reunirá a todos los elegidos.

Las imágenes cósmicas del sol, de la luna y de las estrellas de las que nos hablan las lecturas no desean otra cosa que subrayar la grandiosidad de la segunda venida. La historia final del mundo no es una catástrofe sino una salvación para los elegidos. No podía ser de otra manera, pues ya en el comienzo de la historia humana, la creación fue el gran gesto de amor de Dios.

¿Cuándo será el retorno glorioso de Cristo? ¿Pronto o tarde? No lo sabemos, y no solo no lo sabemos sino que no debemos angustiarnos por saberlo, ni vivir preocupado bajo concepciones milenaristas[1]. El futuro de cada uno está en manos de Dios.

La parábola de la higuera es una invitación a la vigilancia y a la interpretación de los signos de los tiempos. Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, se sabe que la primavera está cerca pero que aún no ha comenzado. La palabra cerca es clave; los signos de los tiempos no anuncian el fin del mundo, sino la cercanía del fin para cualquier generación de ayer, de hoy y de mañana.

¿Qué cosas –de todo lo que vemos, de todo lo que existe- permanecerán ese último día, y cuáles serán, por el contrario, arrastradas por el tiempo en su caída? ¿Qué habrá sido, ese día, de los poderosos que crucificaron a Jesús? ¿Dónde estará, esa tarde, el poder del dinero que hoy parece llevar las riendas del mundo? ¿Dónde el ejército de los violentos que hoy dominan, imponen, esclavizan? No quedará de ellos –dice el Señor- ni rama, ni raíz. En cambio, aquel Hijo del hombre que no tenía dónde reclinar la cabeza, indefenso ante quienes lo mataron, partidario a ultranza del amor y del perdón... está sentado a la derecha de Dios.

Y esta luz nueva va dando a las cosas, a la gente, a la vida un sentido diferente; lo va colocando todo en su sitio: ese sitio que ocuparon un día en el proyecto limpio de Dios creador. Y es bueno que nos dejemos bañar por esa luz. Es importante que nos paremos a pensar dónde está nuestra esperanza, en qué punto de apoyo estamos haciendo descansar nuestro corazón. Es importante que pesemos en esa balanza los esfuerzos que hacemos, las preocupaciones que nos asaltan, la amargura que, tantas veces, nos detiene. Sería triste que, el día menos pensado –ése que conoce solamente Dios Padre-, nos encontráramos con que hemos vivido aferrados a cosas que se van a ir también, en ese último atardecer, en ése atardecer en el que seremos juzgados en el amor[2]




[1] El milenarismo o quiliasmo es la doctrina según la cual Cristo volverá para reinar sobre la Tierra durante mil años, antes del último combate contra el mal, la condena del diablo al perder toda su influencia para la eternidad y el Juicio Universal. Tuvo influencia en la Iglesia del Siglo II de la era cristiana, en la Edad Media, y finalmente entre los protestantes fundamentalistas.
[2] San Juan de la Cruz.

New-old-ideas


Lo más alto que el espíritu puede alcanzar en este cuerpo es que tenga una morada constante fuera de todo en todo. Que deba morar fuera de todo quiere decir que debe morar en un estado de separación y en una pura libertad de sí mismo y de todas las cosas. Pero que deba morar en todo quiere decir que debe morar en un silencio constante, es decir, en una presencia interior, en su imagen eterna, allí en donde la imagen de todas las cosas brilla en la unidad ■ Maestro Eckhart, El Fruto de la Nada, Siruela, Madrid, 2001, P146

VISUAL THEOLOGY


Saint Michael, Master of Belmonte (Spanish, Aragon, active ca. 1460–90), Metropolitan Museum of Art (New York) ■ The Archangel Michael is portrayed as a saint of the Church Militant. Armed with a coat of mail, a dagger, shield, and lance, he symbolizes Christ triumphant over evil. The demon at his feet is the Antichrist, whom Christ has conquered and cast out of heaven. The youthful beauty and sumptuous raiment of St. Michael combine with the rich courtly setting to form a stark visual contrast between the strength and splendor of the Church and the monstrous, defeated demon

Y entonces uno se queda con la Iglesia, que me ofrece lo único que debe ofrecerme la Iglesia: el conocimiento de que ya estamos salvados –porque esa es la primera misión de la Iglesia, el anunciar la salvación gracias a Jesucristo- y el camino para alcanzar la alegría, pero sin exclusividades de buen pastor, a través de esa maravilla que es la confesión y los sacramentos. La Iglesia, sin partecitas.

laus deo virginique matris


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