Llevaba roja la túnica,
y enrojecido el cabello.
¿De donde, con pies sangrantes, avanzas tú, Lagarero?
“Del monte de la batalla
y de la victoria vengo;
rojo fue mi atardecer, blanco será mi lucero.
Llevaba roja la túnica,
Roja de sangre y fuego.
Por toda la negra tierra el chorro de sus veneros:
sangre preciosa su sangre
que hace blanco el sufrimiento.
¡Oh Cristo, de sangre roja!
¡Oh Cristo, dolor supremo!
A ti el clamor de los hombres,
en ti nuestros clavos fieros.
Llevaba roja la túnica,
Roja de sangre y fuego. Amén ■
de la Liturgia de las Horas, del Oficio de Vísperas

Domingo de Ramos de la Pasión del Señor

A este domingo la Iglesia lo ha llamado tradicionalmente de Ramos, en él se recuerda le entrada triunfal del Señor en Jerusalén en medio de palmas y hosannas[1]; es el comienzo de la Semana Santa. Únicamente dos veces al año la liturgia presenta completa la pasión del Señor[2], ésta es una de ésas dos ocasiones.

El Señor entra en la ciudad santa sobre un burro, como un príncipe de la paz, como un rey espiritual, como un salvador de almas. El borriquillo no tenia en Oriente ni el sentido rústico en occidente le hemos atribuido, ni la ternura poética que le dio Juan Ramón Jiménez. El asno era, en Palestina, cabalgadura de personas nobles, ya desde los tiempos de Balaán[3].

Y el Señor, al elegir esa montura, no busca tanto la humildad, como el animal normal entre las personas de su país, similar al que la novia usaba el día de su boda o al que se ofrecía a cualquier persona a quien se quisiera festejar. Jesús busca, sobre todo, el cumplimiento de una profecía. Cuando los evangelistas señalan con tanta precisión la profecía de Zacarías es porque, casi seguramente, el mismo Maestro aludió expresamente a ella:

¡Exulta sin freno, hija de Sión!
¡Grita de alegría, hija de Jerusalén!
He aquí que viene a ti tu rey.
Justo él y victorioso,
humilde y montado en un asno,
en un pollino, crío de asna
[4].

La profecía de Zacarías nos ayuda a entender la escena en toda su profundidad: se trata evidentemente de un rey, pero de un rey mucho más espiritual que político.

¿Comprendieron esto último en toda su profundidad aquellos que estaban con el Señor en esos momentos? Posiblemente no. Y quizás veinte siglos después nos suceda lo mismo.

El Domingo de Ramos –y lo mismo toda la Semana Santa- no es una celebración más o menos larga -o más o menos aburrida- con la que hay que cumplir año con año y que, de paso tranquiliza la conciencia.

En el Domingo de Ramos histórico vemos a unas docenas –tal vez centenares- de personas que gritan en torno a Jesús. No son revolucionarios ni guerrilleros como muchos han querido ver, son –como cada uno de nosotros- personas llenas de esperanza pero que no saben con mucha claridad qué es lo que esperan.

Jesús, por primera vez en su vida permite aquellos aplausos y aquellos gritos. Él mismo sabe que muy pocos entienden claramente el sentido verdadero de su misión y cuál es la salvación que él trae. Sabe también que pronto vendrá la noche, y que sus apóstoles –y muchos de nosotros- no estaremos con él.

Dejémonos guiar a lo largo de estos días por la liturgia de la Iglesia. Pongamos atención a cada una de las celebraciones. Ciertamente habrá parroquias en que los oficios estén menos preparados; habrá otras en los que lo estén más, sin embargo el Espíritu de Dios latirá en todos ellos. Jesucristo nunca deja sin intrínseca protección a su Esposa. Ni a ninguno de nosotros. Es cuestión de atención y cariño. Es cuestión de amor ■

[1] La palabra Hosanna en su sentido etimológico primitivo tenía un sentido directísimamente religioso y se traducía por “Yahvé salva”. Pero en tiempos de Cristo había perdido su sentido etimológico y se había quedado como puro grito de júbilo que equivaldría simplemente a nuestro “¡Viva!”. A esto se añadía un segundo dato importante. En la fiesta de los tabernáculos todo judío llevaba en sus manos dos ramos –el lulag y el etrong- el primero de los cuales era de cedro, y el segundo una palma, adornada con mirto y sauce. Esta palma, que los judíos agitaban en esa procesión, había tomado el nombre de Hosanna, precisamente del grito que se pronunciaba al agitarla. La palabra, pues, había perdido todo sentido político y era una pura manifestación de entusiasmo que podía unirse a cualquier otra frase. De hecho, en este caso, el contexto del Hosanna es simplemente un sinónimo de “bendito”, con lo que la teoría de Joel Carmichel –por citar sólo un ejemplo- de subrayar el carácter político-revolucionario de la entrada del Señor en Jerusalén, resulta inútil.
[2] El Domingo de Ramos y el Viernes Santo.
[3] Cfr Num 22, 21. el asno era montura de honor ya en el segundo milenio antes de Cristo, Cfr también Jc 5, 10; 10, 4; 12,14.
[4] Seguimos la traducción propuesta por la Biblia de Jerusalén. El Mesías será humilde (‘anî) cualidad que Sofonías (3,12) atribuiría al pueblo futuro, renunciando al boato de los reyes históricos. Así, el rey mesiánico tendrá la antigua montura de los príncipes (Cfr Gen 49, 1. y se dice que el rey es justo no en el sentido de que el administrará justicia (Cf. Is 11, 3-5), sino en el sentido de que será objeto de la justicia de Yahvé, es decir, de su poderosa protección (Cfr Is 45, 21-25). Si hoy tienes un momento –no es ninguna irreverencia hacerlo; la música es buena porque viene de Dios- y quieres experimentar con los sentidos –que también son obra de Dios- la alegría que suponía ésta profecía para los israelitas, te sugiero que escuches el aria que compuso Haendel para su Mesías correspondiente a ésta profecía (Za 9:9-10), el texto inglés es bastante expresivo, y la música del autor lo hace aún más:
Rejoice greatly, O daughter of Zion;
shout, O daughter of Jerusalem: behold,
thy King cometh unto thee. He is the
righteous Saviour and He shall speak
peace unto the heathen.

Ilustración: Imagineria popular, Apóstoles durmiendo, Convento de Santa Catalina, Sevilla.
When we sing the Psalms, the words that are placed before us by the Church are supposed to awaken all the deepest powers of our being and raise us up to God-or rather to show us that, because of the death and Resurrection of Christ, we find ourselves at this very moment in God, Whose Kingdom has come and is waiting to be revealed in us His sons and daughters. How will it be revealed to the world unless it first be realized in us, in whom the Scriptures are to be fulfilled? ■ Thomas Merton, Bread in the Wilderness (New York: New Dimensions, 1953): 133.

Palm Sunday of the Lord's Passion

In the course of the entire liturgical year, Palm Sunday is the only occasion, besides Good Friday, in which the Gospel of Christ's Passion is read. Not being able to comment on the whole long narrative, I would like to share with you some brief ideas about the tremendous chapter of the Lord on the Mount of Olives[1]. The French philosopher Pascal[2] wrote that «Christ is in agony on the Mount of Olives until the end of the world. He should not be abandoned during this whole time»[3].

My brothers and sisters, the Lord is in agony wherever there is a human being that struggles with sadness, fear, anxiety, in a situation where there is no way out, as he was that day. We can do nothing for the Jesus who was suffering then but we can do something for the Jesus who is in agony today. Every day we hear of tragedies that occur, sometimes in our own neighborhood, in the house across the street, without anyone being aware of it.

How many Mount of Olives, how many Gethsemanes in the heart of our cities and parishes! Let us not abandon those who are there within.

On the cross Jesus expiated in advance all the atheism that exists in the world, not only that of declared atheists, but also that of practical atheists, the atheism of those who live as if God did not exist relegating him to the last place in their life.

It is our atheism, because, in this sense, we are all atheists –some more, some less- those who do not care about God. God too is one of the marginalized today; he has been pushed to the margins of the lives of the majority of men.

Here too it is necessary to say with Pascal Jesus is on the cross until the end of the world. He is in all the innocent who suffer. He is nailed to the cross of the gravely ill. The nails that hold him fast on the cross are the injustices that are committed against the poor, against the life, against the innocents[4].

In all of the depictions of the deposition from the cross, the figure of Joseph of Arimathea always stands out[5]. He represents all of those who, even today, challenge the public opinion, to draw near to the condemned, the excluded, those sick with AIDS, and who are occupied with helping some of them to descend from the cross.

For some those who are crucified today, the designated and awaited Joseph of Arimathea could very well be I or you. This morning in the middle of the celebration of the mass let us think about it and ask, trough the intercession of our blessed Mother the Virgin Mary the courage we need ■

[1] Sunday 5th April, 2009, Passion (Palm) Sunday. Isaiah 50:4-7. My God, my God, why have you abandoned me?—Ps 21(22):8-9, 17-20, 23-24. Philippians 2:6-11. Mark 14:1 – 15:47. [St Vincent Ferrer]
[2] Blaise Pascal was a French mathematician, physicist, and religious philosopher. The Pensées (literally, "thoughts") represented a defense of the Christian religion. Pascal's religious conversion led him into a life of asceticism, and the Pensées was in many ways his life's work. The Pensées is in fact a name given posthumously to his fragments, which he had been preparing for an Apology of Christian Religion which was never completed.
[3] Pensées, 553.
[4] There is a brief story. In a Nazi concentration camp a man was hung. Someone, pointing at the victim, angrily asked a believer who was standing next to him: “Where is your God now?” “Do you not see him?” he answered. “He is there hanging from the gallows”.
[5] Joseph of Arimathea was, according to the Gospels, the man who donated his own prepared tomb for the burial of Jesus after Jesus' Crucifixion. A native of Arimathea, he was apparently a man of wealth, and probably a member of the Sanhedrin, which is the way literally “counselor”, in Matthew 27:57 and Luke 23:50 is often interpreted. Joseph was an “honourable counsellor, who waited (or "was searching") for the kingdom of God”, according to Mark 15:43. In John 19:38 he was secretly a disciple of Jesus: as soon as he heard the news of Jesus' death, he “went in boldly unto Pilate, and craved the body of Jesus”.
Ilustration: Circle of Pietro Novelli (Italian) The Agony in the Garden (about 1640?), Pen and brown ink, brown wash, and black chalk 11 3/8 x 8 3/8 in. 94.GA.96 . Getty Museum of Art.

V Domingo de Cuaresma

A pocos días de asomarnos un año más a los misterios de la Pasión y muerte del Señor es bueno que saquemos tiempo para hablar con el en el silencio de la oración y meditar sobre el sentido de Su muerte, y también de la nuestra.

Con la lectura o la escucha atenta del evangelio a lo largo del año litúrgico o en la meditación personal, hemos ido observando que el Señor es consciente que tiene vida en si mismo, una vida que nadie le puede arrebatar,[1] y que por eso acepta la muerte no pasivamente sino activamente. Jesús entiende su muerte como una entrega[2], como un acto de servicio, y lo que es más importante: mientras llega la muerte se dedica a amar; intensifica más su amor cuanto más cerca tiene la muerte: Sabiendo Jesús que se acercaba su hora de pasar de este mundo al Padre amo a los suyos hasta el fin[3]. Éstas mismas palabras la Liturgia de la Iglesia quiso ponerlas en una de sus Plegarías Eucarísticas inmediatamente después de la epíclesis: Porque Él mismo, llegada la hora en que habría de ser glorificado por ti, Padre Santo, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo[4].

En éstas palabras tenemos una de las grandes claves para acercarnos a la muerte del Señor: para él morir es regresar a la casa del Padre, por eso no siente miedo ni acobardamiento, por eso tiene que amar más deprisa y más entregadamente, porque le queda poco tiempo.

La misma debe ser la respuesta de los cristianos al enfrentarnos a la muerte.

El padre Augusto Valensin lo glosaba así en un texto inolvidable:

«Los sentimientos que me gustaría tener en aquella hora (y que actualmente tengo) son estos: pensar que voy a descubrir la ternura. Yo sé que es imposible que dios me decepcione. ¡Solo esa hipóstesis es absurda! Yo iré hasta él y le diré: no me glorío de nada más que de haber creído en tu bondad. Ahí es donde esta mi fuerza. Si esto me abandonase, si me fallase la confianza en tu amor, todo habría terminado, porque no tengo el sentimiento de valer nada sobrenaturalmente. Pero, cuando más avanzo por la vida, mejor veo que tengo razón al representarme a mi Padre como indulgencia infinita.

»Aunque los maestros de la vida espiritual digan lo que quieran, aunque hablen de justicia, de exigencias, de temores, el juez que yo tengo es aquel que todos los días se subía a la terraza para ver si por el horizonte asomaba el hijo pródigo de vuelta a casa. ¿Quién no querría ser juzgado por él? San Juan escribe: Quien teme, no ha llegado a la plenitud del amor. Yo no temo a Dios, y el motivo no es tanto que yo le ame, como el que sé que me ama él. Y no siento necesidad de preguntarme por qué me ama mi Padre o qué es lo que él ama de mí. Me costaría mucho responder a estas preguntas. Sería totalmente incapaz de responder. Pero yo sé que él me ama porque es amor; y basta que yo acepte ser amado por él, para que me ame efectivamente. Basta con que yo realice el gesto de aceptar.

»Padre mío, gracias porque me amas. No seré yo el que grite que soy indigno. Porque, efectivamente, amarme a mí tal como soy, es digno de tu amor esencialmente gratuito. Este pensamiento de que me amas porque te da la gana me encanta. Y así puedo librarme de todos los escrúpulos, de la falsa humildad que descorazona, de la tristeza espiritual, de todo miedo a la muerte»
[5].

Podríamos decir que éste domingo –el V y último del tiempo de Cuaresma- es como el atardecer de la vida del Señor. Él se encamina hacia el horizonte del dolor y de la cruz. Sus años de predicación han terminado. Ha dado ya a los hombres su mensaje con palabras. Doce lo han seguido más de cerca. Se han ido a vivir con él. Ahora ya no tiene más armas que las de su carne. Habrá que demostrar, en una última semana trágica que todo lo que ha dicho es verdad. Será necesario dejar las palabras, para que se vea ya sólo a la Palabra[6].

Este Jesús de ahora es el Jesús del atardecer, al que rezaba santa Gertrudis[7]. El Jesús que encontraremos en la frontera que hay entre nuestra muerte y nuestra resurrección. El Jesús al que hoy, en el silencio de nuestra oración, en la quietud de nuestro corazón contemplamos valiente y sereno.

A éste Jesús del atardecer levantamos nuestro corazón, con la misma actitud de los griegos que se acercan a Felipe en el Evangelio[8] y tomando prestadas las palabras de otra grande de la santidad, Teresa de Jesús:

Véante mis ojos,
dulce Jesús bueno;
véante mis ojos,
muérame yo luego.

Vea quién quisiere
rosas y jazmines,
que si yo te viere,
veré mil jardines,
flor de serafines;
Jesús Nazareno,
véante mis ojos,
muérame yo luego.

No quiero contento,
mi Jesús ausente,
que todo es tormento
a quien esto siente;
sólo me sustente
su amor y deseo;

Véante mis ojos,
dulce Jesús bueno;
véante mis ojos,
muérame yo luego
[9]

[1] Cfr Jn 3,35; 7, 30-44; 8, 20; 10,39.
[2] Cfr Lc 22, 27; Mc 10,45.
[3] Jn 13,1.
[4] Cfr Misal Romano, Ordinario de la Misa, Plegaria Eucarística IV.
[5] Citado por J.L. Martin Descalzo en Vida y Misterio de Jesús de Nazareth, ed. Sígueme, Salamanca, 1989, p. 787.
[6] Cfr Jn 1, 1.
[7] Santa Gertrudis de Helfta (1256 -1302), monja cisterciense y escritora mística, también es conocida como Gertrudis la Grande, o Gertrudis la Magna. Toda la obra de Gertrudis se organiza en torno a la vida monástica, cuyo centro es la Liturgia de las Horas, la Eucaristía y la Lectio Divina. Su espiritualidad es de carácter cristocéntrico, destacando especialmente la imagen del Corazón de Jesús, símbolo del amor divino. Sus obras, junto con la de Matilde de Hackeborn, son uno de los testimonios más antiguos de esta devoción. La presencia de la Virgen María también es importante, pero su mariología se integra por completo en su cristología. Respecto a las virtudes, tiene una visión optimista y positiva, en clave de acogida de la gracia divina y de progresiva unión con Cristo, más que como una lucha contra los vicios y las pasiones. Junto a esto desarrolla la idea de la suplencia de Cristo, por la que el amor de Jesús le lleva a suplir y subsanar con sus méritos y virtudes la insuficiencia del hombre para salvarse. Todo ello entrega al hombre la libertad de corazón. Quizá este sea el rasgo que más llamó la atención a sus lectores. Gertrudis se siente soberanamente libre confiando plenamente en el amor y la misericordia de Cristo. Ello la hizo ser optimista e intrépida, manifestándolo por ejemplo en su práctica de comulgar siempre que podía, algo impensable para su tiempo, por las oraciones, ayunos y ejercicios necesarios para prepararse. Gertrudis murió el 17 de noviembre de 1302 a los 45 años de edad. Sus escritos y espiritualidad pasaron desapercibidos hasta 1536 en que los cartujos de Colonia imprimen el Heraldo. La aceptación y éxito fue enorme, y se produjo toda una corriente espiritual en torno a ella que se tradujo en reediciones continuas de sus escritos y numerosas biografías. Por tal éxito, y al desconocer el apellido, empezó a ser llamada Gertrudis la Grande o la Magna. En el siglo XVII es tal la veneración en torno a su persona que Roma considera aprobar su culto en la Orden Benedictina y en otras Congregaciones religiosas. El 22 de enero de 1678 fue inscrita oficialmente en el Martirologio Romano, y en 1739 su fiesta se elevó a memoria para toda la Iglesia Católica. Actualmente ha sido propuesta para ser nombrada Doctora de la Iglesia.
[8] Cfr Jn 12, 20-33.
[9] El P. Andrés de la Encarnación la recogió en su colección con serias dudas de su autenticidad teresiana. Parece cierto que es obra de la religiosa que se lo cantó a la Santa, sumiéndola en un dulce éxtasis, Isabel de Jesús Jimena. Cuando la santa pasaba por Salamanca solía decirle: «Venga acá, hija mía, cánteme aquella coplillas». Vicente de la Fuente, que hizo suyo todo el arsenal acumulado por los antiguos carmelitas, la publicó con el n. 4 de sus Poesías, advirtiendo: «Por mi parte, no la creo tampoco ajena de la pluma de Santa Teresa» (BAE 53, Madrid 1923, p. 510). Y para los que dicen que la vida religiosa no tiene sentido: ¡bébete esta!: http://www.youtube.com/watch?v=wdPALqJvtFM&feature=related
Queridos Hermanos en el Episcopado, el Obispo y sus sacerdotes están llamados a mantener estrechas relaciones de comunión, fundadas en su especial participación en el único sacerdocio de Cristo, aunque en grado diferente. También es de capital importancia una relación de calidad con los sacerdotes, que son vuestros principales e irrenunciables colaboradores. Al ver en su Obispo un padre y un hermano que los ama, los escucha y conforta en las pruebas, que presta una atención especial a su bienestar humano y material, se verán alentados a hacerse cargo plenamente de su ministerio de manera digna y eficaz. El ejemplo y la palabra de su Obispo es para ellos una valiosa ayuda para dar un espacio central en su ministerio a su vida espiritual y sacramental, animándoles a vivir y descubrir cada vez más profundamente que lo específico del pastor es ser ante todo una persona de oración, y que la vida espiritual y sacramental es una riqueza extraordinaria, que se nos da para nosotros mismos y para el bien del pueblo que se nos ha encomendado. Os invito, en fin, a poner una atención especial a la fidelidad de los sacerdotes y personas consagradas a los compromisos contraídos con su ordenación o entrada en la vida religiosa, para que perseveren en su vocación, con vistas a una mayor santidad de la Iglesia y la gloria de Dios. La autenticidad de su testimonio exige que no haya diferencia alguna entre lo que enseñan y lo que viven cotidianamente ■
The spiritual contribution offered by consecrated persons is likewise significant and indispensable for the life of the Church. This call to follow Christ is a gift for the whole People of God. According to your vocation, that of imitating Christ, chaste, poor and obedient, totally consecrated to the glory of his Father and the love of his brothers and sisters, you have the mission of bearing much-needed witness before our world to the primacy of God and of eternal life (cf. Vita Consecrata, 85). By your unreserved fidelity to your commitments, you are for the Church a sapling of life, springing up to serve the coming of God’s Kingdom. At all times, and especially whenever your fidelity is put to the test, Saint Joseph reminds you of the value and meaning of your promises. The consecrated life is a radical imitation of Christ. Hence the way you live ought to show clearly what inspires you, and your actions must not conceal your deepest identity. Do not be afraid of living to the full the self-offering that you have made to God, bearing authentic witness to it wherever you find yourselves ■ Adrees of the Holy Father Benedict XVI on the Basilica of Marie, Reine des Apôtres in the Mvolyé neighbourhood - Yaoundé Wednesday, 18 March 2009
The first priority will consist in restoring a sense of the acceptance of life as a gift from God. According to both Sacred Scripture and the wisest traditions of your continent, the arrival of a child is always a gift, a blessing from God. Today it is high time to place greater emphasis on this: every human being, every tiny human person, however weak, is created “in the image and likeness of God” (Gen 1:27). Every person must live! Death must not prevail over life! Death will never have the last word! ■ Homily of the Holy Father Benedict XVI in the Eucharistic celebration on the ocassion of the publication of the Instrumentum laboris.

Fifth Sunday of Lent

The season of Lent is drawing to its conclusion. The hour has come. We may think that the hour referred to in John’s Gospel is the hour of Jesus’ death. It is, but the evangelist gives that dreaded hour a most unexpected meaning. He claims that the hour of Jesus’ death is really the hour of his glorification. He further insists that Jesus is glorified, not as a martyr, but as the source of new life for us. We hear this so often that we might fail to realize the paradox here: Jesus’ death brings us new life. What does this mean? The readings for today give us a clue, an answer[1].

Through the prophet Jeremiah, God announces a new covenant. This does not mean that the other covenants have been abrogated. We are still creatures of the earth[2], who cling to God’s promises[3], who are subject to God’s law[4], and who are embraced by God’s mercy[5]. This new covenant will be something quite different, something extraordinary. Written on our hearts, it will effect an interior transformation.

The evils of today, those we witness and those of which we are a part, require much more than simple external change. If we are honest, we will admit that we need radical interior transformation. Metanoia is the Greek word used in the text. We are certainly in need of a new covenant commitment.

The technical covenant formula, I will be their God and they will be my people[6], is comparable to the marriage formula, “I do take you as my spouse”. This language bespeaks loving intimacy. These words should make us step back in total amazement, for they imply that in the face of human infidelity, God establishes a covenant of the heart. Perhaps the failure of so many human commitments between couples, within families, at the workplace and even among nations clouds our eyes to the reality of God’s unbounded love. This is a remarkable covenant.

As we turn to the Gospel, we hear Jesus say, The hour has come. True, it is the hour of his death, but it is also the hour of his glorification. While this glorification may refer in part to the unique relationship that he enjoys with God, the reading suggests that it also has something to do with the new life that will spring from his death. Jesus’ obedience to his destiny, mentioned in both the Gospel and the reading from Hebrews, opens the doors of life for us. In this he is glorified.

Today we hear of a new covenant, a clean heart, and a grain of wheat pregnant with fruitfulness. These are all poetic ways of describing the new way of living into which we can step if we so choose. The disarray of so much of our lives makes us realize that we must choose a different way of living. But radical transformation does not come without a price.

Now that our Lenten journey is almost over, in what ways are we willing to change? Whom are we willing to help? To forgive? To what extent are we willing to die to our own selfishness so that the fruits of the new covenant can be brought forward? The hour of decision has come ■

[1] Sunday 29th March, 2009, 5th Sunday of Lent. Readings: Jeremiah 31:31-34. Create a clean heart in me, O God—Ps 50(51):3-4, 12-15. Hebrews 5:7-9. John 12:20-33.
[2] Cfr Gn 9
[3] Id 22.
[4] Cfr Ex 20
[5] Cfr Jer 31
[6] Cfr Ez 37.
En el Corán, el profeta Mahoma nos recomienda acoger bien a los extranjeros, pues con mucha frecuencia vienen con la paz. Por tanto, para nosotros, la venida del Papa es una bendición ■ Ibrahim Moussa, gran imán de Yaundé (Camerún)

IV Domingo de Cuaresma

Jesús siente por Nicodemo lo mismo que siente por la muchedumbre: una gran compasión. Por eso se toma todo el tiempo del mundo –la conversación es larga- para hablar con él[1].

La pregunta del Maestro a aquel personaje que lo visita de noche -¿tú eres maestro de Israel e ignoras éstas cosas?- nos ayuda a comprender que la ciencia humana, por muy grande que sea, será siempre insuficiente, y que las verdades divinas deben ser recibidas con la sencillez de un niño, para después ser meditadas durante toda la vida con la admiración del que sabe que la realidad divina siempre supera nuestra inteligencia[2] .

La constante meditación de los misterios de nuestra fe debe llevarnos a comprender que el Señor no se encarnó para contemplarse a sí mismo. Y lo mismo sucede con la Iglesia que no existe para ella misma, para su propia utilidad o salvación; existe para los demás, para el mundo, para la gente, sobre todo para los cansados y oprimidos.

El Concilio Vaticano II dedicó un documento entero, la Gaudium et spes, a mostrar cómo la Iglesia existe «para el mundo». Comienza con las conocidas palabras: «Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón»[3].

Los pastores de hoy, desde el Papa hasta el último párroco de pueblo, desde esta perspectiva, debemos presentarnos y actuar como los depositarios y continuadores de la compasión de Cristo. El cardenal vietnamita Van Thuan[4], que había pasado trece años en las prisiones comunistas de su país, en una preciosa meditación dirigida al Papa y a la Curia Romana, decía: «Sueño con una Iglesia que sea una puerta santa siempre abierta, que abrace a todos, llena de compasión, que comprenda las penas y los sufrimientos de la humanidad, una Iglesia que proteja, consuele y guíe a toda nación hacia el Padre que nos ama».

Todos en la Iglesia, tras su ascensión, debemos continuar la misión del Maestro que decía Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso...[5]. Es el rostro más humano de la Iglesia, el que mejor le reconcilia con los espíritus, y que permite perdonar sus muchas deficiencias y miserias.

El padre Pío de Pietrelcina llamó al hospital que fundó en San Giovanni Rotondo Casa de alivio del sufrimiento, un nombre hermosísimo que se aplica a toda la Iglesia. Toda la Iglesia y todos en la Iglesia debemos ser una casa de alivio del sufrimiento. En parte, hay que reconocer que lo es, a no ser que cerremos los ojos a la inmensa obra de caridad y de asistencia que la Iglesia desempeña entre los más desheredados del mundo.

Aparentemente las muchedumbres que vemos a nuestro alrededor no parecen cansadas y agobiadas, como en tiempos de nuestro Señor[6], sin embargo tras la fachada de bienestar, bajo los techos de nuestras ciudades, hay mucho cansancio, soledad, desesperanza, y a veces incluso desesperación. El grito de san Agustin –nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón estará inquieto hasta que no descanse en Ti- está más vivo que nunca[7].

Que en éste penúltimo domingo del tiempo de Cuaresma las palabras del Concilio Vaticano II que citábamos hace un momento verdaderamente nos muevan, como a Nicodemo, a replantearnos asuntos concretos de nuestra vida espiritual que conviertan la fe que profesamos en obras de amor y servicio.

Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón[8]

[1] Nicodemo es el nombre de un judío que aparece en el Nuevo Testamento, importante por ser el protagonista de un profundo diálogo con Jesucristo. Según el evangelio de san Juan, Nicodemo era un rico fariseo, maestro en Israel y miembro del Sanedrín. De él, añade que era «principal entre los judíos». Este hecho hace que sea muy apreciado entre los cristianos pues Nicodemo, al igual que Pablo de Tarso o José de Arimatea, representan al sabio judío versado en la Ley que reconoce en Jesús al Mesías y se hace su discípulo. Su memoria se celebra el 31 de agosto. Los coptos en cambio, lo recuerdan el 25 de julio.
[2] Cfr. Raneiro Cantalamessa, ofmcap, La Iglesia existe para los cansados y oprimidos, homilía del XI Domingo del Tiempo Ordinario.
[3] n. 1
[4] François-Xavier Nguyen van Thuan (1928 - 2002) fue un obispo y cardenal de la Iglesia Católica. Fue ordenado presbítero en 1953 y doctor en Derecho Canónico en 1959. Durante ocho años fue obispo de Nhatrang (1967-1975). En 1975 Pablo VI le nombró arzobispo coadjuntor de Saigón, pero a los pocos meses, con la llegada del régimen comunista al poder de Vietnam, fue arrestado. Pasó 13 años en la cárcel, 9 de ellos en régimen de aislamiento. Juan Pablo II le nombró presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz y posteriormente lo creó cardenal. Falleció el 16 de septiembre de 2002.
[5] Cfr Mt 11, 28.
[6] Me refiero a ciertas sociedades de ciertos países. Había que echarle un ojo a Camerún y Angola, por ejemplo, y ver las personas con las que Su Santidad se encontrará en los próximos días.
[7] Confesiones X, 10.
[8] Concilio Vaticano II, Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, Gaudium et Spes, n. 1
Our soul is irreplaceable, it can be exchanged for nothing in heaven or on earth, but until we have heard Christ speak, until we have received His call from the midst of the Christian assembly (every vocation to the faith comes at least implicitly through the Church) and until we have given to Him that secret and unique answer which no one can pronounce in our place, until we have thus found ourselves in Him, we cannot fully realize what it means to be a "person" in the deepest sense of the word ■ Thomas Merton, Seasons of Celebration, p. 24.

Fourth Sunday of Lent

When I first read through the readings for this week, I was struck by one phrase found at the end of the second reading: for we are his handiwork. It is true: we are God’s creation, a unique part of the new creation of the world through Jesus Christ[1].

And our beauty really does not come from our looks (thank God!). Our beauty comes from the way we reflect the Lord, the Infinite Beautiful One. Our reflection is not the static reflection of a painting or sculpture, but the dynamic action of people who make God’s presence real on the earth.

In the conclusion of today’s Gospel, Jesus tells Nicodemus: Whoever lives in the truth comes to the light, so that his works may be clearly seen as done in God.

There are times that we hide our Christianity. Someone is talking about someone else, and we join in the backstabbing. Someone is being vocal about his or her latest plunge into immorality, and we just go along with the rest listening to the exploits in silent agreement. A person is attacking our mother the Catholic Church, and we don’t make any effort to defend her saying the truth. And the artwork that God created, the handiwork of God, remains hidden, in the dark.

But there are those times that we do come into the light and let God’s handiwork be seen in the world. There are times that we give up our days and nights to stay at the bedside of a dying person, perhaps only an acquaintance who would be all alone if we left. And the beauty of God is seen in His Light. There are times that we sacrifice something that we really want to do so that we can spend time with someone who is hurting. You may take this for granted, but when you go to a wake or funeral, you are giving tremendous comfort to the family, even if you are just one of three hundred people there. The family will remember every person present and will thank God for the beauty of His people. There are times that we all take stands which are not popular, which can result in others being upset with us, but we stick with the truth for the sake of the Beauty of His Truth. And His Light overcomes the darkness.

We are God’s work of art. Artists take a deep pride in their work. But their work must be in the light to be seen. We pray today that we may have the courage to allow the light to reveal the Beauty we have be given by our Loving Savior, who is, after all, the Infinite Beauty ■

[1] Sunday 22nd March, 2009, 4th Sunday of Lent. Readings: 2 Chronicles 36:14-16, 19-23. Let my tongue be silenced, if I ever forget you!—Ps 136(137). Ephesians 2:4-10. John 3:14-21.

Ilustration: Diego Rodriguez de Silva y Velázquez, Las Meninas or The Family of Philip IV (1656-57), oil on canvas, 318 x 276 cm, Museo del Prado, Madrid (Spain).

De rodillas, Señor ante el sagrario,
que guarda cuanto queda de amor y de unidad.
Venimos con las flores de un deseo,
para que nos las cambies en frutos de verdad.
Cristo en todas las almas, y en el mundo la paz.

Como ciervos sedientos que van hacia la fuente,
vamos hacia tu encuentro, sabiendo que vendrás;
porque el que la busca es porque ya en la frente
lleva un beso de paz, lleva un beso de paz.

Como estás, mi Señor, en la custodia
igual que la palmera que alegra el arenal,
queremos que en el centro de la vida
reine sobre las cosas tu ardiente caridad.
Cristo en todas las almas, y en el mundo la paz ■
José María Pemán ■ Solemnidad del Corpus Christi, Oficio de Lectura

III Domingo de Cuaresma

Las palabras del Señor que acabamos de escuchar en el Evangelio –Quiten todo de aquí y no conviertan en un mercado la casa de mi Padre- resuenan, como cada una de las palabras de Jesús, con una autoridad tal que invitan al silencio y a la reflexión. A preguntarnos si no hemos convertido nuestras celebraciones y parroquias en mercados en los que se hace de todo menos adorar al Padre en espíritu y en verdad[1].

Los gestos y las posturas que la liturgia de la Iglesia tiene previstas para la celebración de la santa Misa son importantes; es bueno detenerse un momento y comprender su significado.

ESTAR DE PIE, es una forma de demostrar nuestra confianza filial, y al mismo tiempo la disponibilidad para la acción, para el camino[2]. Estar de pie representa también la dignidad de ser hijos de Dios; no somos esclavos delante de su amo. Estar de pie significa confianza del hijo con el padre a quien respeta profundamente y por quien siente cariño y veneración.

Cuando la liturgia nos invita a estar SENTADOS es para que nos sintamos con la confianza de estar en familia, con paz y tranquilidad. Sentados podemos hablar con el Señor que está presente, como sucedió con los discípulos de Emaús[3]. El estar sentado significa también una actitud adecuada para escuchar y aprender cuando un maestro habla[4] y en medio de nosotros está el Maestro, con mayúscula.

El estar DE RODILLAS significa varias cosas: en primer lugar que estamos en la presencia de Dios, a quien adoramos incluso con el cuerpo. Significa también que nos reconocemos pecadores en Su presencia. Una de las decisiones tomadas por los Obispos de los Estados Unidos y aprobada por Roma es que la asamblea se arrodilla inmediatamente después del Sanctus y permanece así hasta el Amen con el que termina la Plegaria Eucarística. Por razones de salud, falta de espacio o alguna otra buena razón se puede permanecer de pie. Más adelante la asamblea vuelve a ponerse de rodillas para adorar al Cordero de Dios[5].

La POSTRACIÓN, que se usa en pocos momentos de la liturgia de la Iglesia como el Viernes Santo o en las ordenaciones sacerdotales o las profesiones perpetuas, significa no tanto el abatimiento, sino la necesidad de protección de Dios y la impotencia personal. Es un profundo signo de humildad y penitencia.

Los seres humanos –y más concretamente los cristianos- no podemos vivir sin gestos y actitudes corporales, con ellos expresamos lo que pensamos y sentimos: un abrazo, un beso, un apretón de manos, las lágrimas, el silencio, etc. La liturgia contiene muchos de éstos gestos, y los usa para expresar exterior y corporalmente nuestros sentimientos hacia Dios.

Por eso es que la Iglesia ha insistido siempre en la necesidad de hacerlos bien, para que sean más significativos. La repetición constante de los ritos, sin conocer su significado, produce un inevitable desgaste y entonces los gestos terminan por no decir o expresar nada.

La liturgia no es un teatro. Es necesario conocer el significado de los gestos y ejecutarlos con convicción, haciendo de ellos auténtica expresión de nuestros sentimientos religiosos.

Hoy, en el momento de la Epíclesis[6] vamos a pedirle al Espíritu Santo –que es Quien vivifica nuestras celebraciones, Quien convierte el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre del Señor- que nos ayude a celebrar y asistir la Eucaristía no de cuerpo presente y alma ausente[7] sino con todos los sentidos, a no convertir en un mercado nuestras celebraciones, a adorar al la Trinidad en espíritu y en verdad ■

[1] Cfr Jn 4, 23.
[2] Cfr Ex 12, 11.
[3] Cfr Lc 24, 13-35.
[4] «Al ver Jesús a las multitudes, subió al monte y se sentó y se le acercaron sus discípulos; y abriendo la boca les enseñaba» (Mt 5, 1-2)
[5] Cfr Arquidiócesis de Santa Fe (Nuevo México), Carta Pastoral sobre la Instrucción General del Misal Romano. El texto completo puede consultarse en:
www.archdiocesesantafe.org/ABSheehan/ABSMessages/03.11.23LetterGIRMSpan.html
[6] Epíclesis es el nombre que recibe en la celebración de la misa la parte que se dedica a la invocación del Espíritu Santo. Deriva del término griego epíklesis. Como no es posible ninguna liturgia sin la presencia del Espíritu Santo, la epíclesis es una dimensión fundamental de toda celebración litúrgica. Y puesto que el Espíritu Santo está presente y actúa en la vida de la Iglesia, su presencia y su acción se requiere para la vida de los miembros del Cuerpo de Cristo, especialmente, en la acción litúrgico-sacramental. En todo sacramento o acción litúrgica, en cuanto acontecimientos de culto de la nueva economía de salvación “en espíritu y en verdad", siempre está presente el Espíritu Santo actuando en plenitud: siempre tiene lugar la introducción del Espíritu Santo por medio de su presencia invocada (epíclesis). En la eucaristía se invoca al Espíritu para que queden consagrados los dones ofrecidos, el pan y el vino, para que se conviertan en el cuerpo y la sangre de Cristo. Y para que la comunión, ayude a la salvación de los que participan de ella y actúe sobre la comunidad eclesial celebrante, se invoca por segunda vez al Espíritu. La celebración es el lugar por excelencia en el que se invoca y se da al Espíritu Santo. En la bendición del agua bautismal. En el sacramento de la penitencia el ministro pide a Dios, "Padre de misericordia que... derramó el Espíritu Santo para remisión de los pecados", que conceda al penitente el perdón y la paz. En la unción de los enfermos, cuando hay que bendecir el óleo, se pide a Dios, Padre de todo consuelo, que envíe desde el cielo al "Espíritu Santo Paráclito". Pero es sobre todo en los ritos de ordenación donde se pone de relieve la acción del Espíritu en las epíclesis consecratorias, Sobre el obispo, el presbítero y el diácono. Por lo demás, no puede haber acción consecratoria sin la invocación del Espíritu Santo, asociada al gesto apostólico de la imposición de manos. Toda auténtica acción litúrgica es epíclesis del Espíritu, sacramento del Espíritu.
[7] La frase es de D. Juan Luis Bastero, rector del Colegio Eclesiástico Internacional Bidasoa hasta 1998.
Ilustración: Cristo en el Monte de los Olivos (s. XV), fresco en la parroquia de Brøns
The Church is guided by the Spirit of God Who embraces all in His infinite simplicity. The Holy Ghost is her life and He is also the source and mover of her prayer. The Holy Ghost prays in the Liturgy and, when we pray with the Liturgy, the Holy Ghost, the Spirit of Christ, prays in us. He teaches us how to pray by praying in us. He not only gives us words to say and sing, He also sings them in our hearts. And when, as must inevitably happen, we fall far short of understanding or appreciating what the prayers mean, the Spirit of God "helps our weakness," asking on our behalf, with a fervor of infinite love we shall never be able to comprehend ■ Thomas Merton, Bread in the Wilderness (New York: New Dimensions, 1953): 41

Third Sunday of Lent

Like the prophets before him, Jesus expressed the deepest respect for the Temple in Jerusalem[1]. It was in the Temple that Joseph and Mary presented him forty days after his birth[2]. Then, at the age of twelve he decided to remain in the Temple to remind his parents that he must be about his Father's business, and during his life he went there each year at least for Passover[3], so, we can see the profound relation between our Lord and the Temple[4].

Our churches and parishes are the authentic descendants of the temple in Jerusalem. Each tabernacle housing the Body and Blood of the Lord is a true Ark of the Covenant[5]. It is the presence of the living God himself who makes each church and chapel a true temple, where we must bow down in awe before the all-holy God.

Because of Christ our churches today are indeed a privileged place of encounter with God. Our reverence for the temples of today should far outstrip the reverence of the apostles for the Jewish temple.

So, let us do this evening some examination of conscience. Let is ask ourselves: do we offer the reverential worship demanded of us by Christ's divinity as we stand in his presence before the tabernacle?

Do we mistake his silent presence for permission to ignore him? Do we genuflect upon entering and prior to departing our Eucharistic chapels?

Do we struggle against the temptation to turn our churches into auditoriums, rehearsal halls, or theaters? Do we call attention to ourselves in needless conversation?

[My brothers and sisters] Like our Lord, we too must express the deepest respect for God and his house. We worship the true temple, the Lamb of God, in the Lord's Body and Blood, SO we have to be very sensitive to the reality that Christ himself is present in the most august sacrament of the Eucharist, and he makes a mere church building into the holiest place on earth. How is our attitude and behavior?

We don’t come to mass to socialize. We don’t come to mass to be entertained. We come to receive. We come to Mass to be fed and nourished by the Word of God –both in Scripture and in Sacrament. Let us open our heart, let us open our mind, and let us open our spirit[6].

Of course we must spend more time in the saving presence of the Lord, but especially we have to preserve in church a reverent silence for true prayer and authentic worship, let us make our parishes and church NOT marketplaces but holy places where we can adore our Lord in spirit and in truth ■

[1] His public ministry itself was patterned by his pilgrimage to Jerusalem for the great Jewish feasts, cfr. Jn 2:13-14; 15:1, 14; 7:1, 10, 14; 8:2; 10:22-23; CCC 583.
[2] Lk 2:22-39
[3] Cf. Lk 2:41.
[4] Sunday 15th March, 2009, 3rd Sunday of Lent. Readings: Exodus 20:1-17. Lord, you have the words of everlasting life—Ps 18(19):8-11. 1 Corinthians 1:22-25. John 2:13-25.
[5] The Ark of the Covenant (Hebrew: אָרוֹן הָבְרִית‎ Ārōn Hāb’rīt; Arabic: تابوت ﻓﻴﻪ سکینہ‎ Tābūt fīhi Sakīnihi) is described in the Bible as a sacred container, where in rested the Tablets of stone containing the Ten Commandments as well as Aaron's rod and manna. According to the Biblical account, the Ark was built at the command of God, in accord with Moses' prophetic vision on Mount Sinai (Exodus 25:10-16). God communicated with Moses "from between the two cherubim" on the Ark's cover (Exodus 25:22). The Ark and its sanctuary were "the beauty of Israel" (Lamentations 2:1). Biblical account relates that during the trip of the Israelites, the Ark was carried by the priests (Numbers 35:5; Joshua 4:5) in advance of the people and their army or host (Num. 4:5-6; 10:33-36; Psalms 68:1; 132:8). When the Ark was borne by priests into the bed of the Jordan, the river was separated, opening a pathway for the whole of the host to pass over (Josh. 3:15-16; 4:7-18). The Ark was borne in a seven-day procession around the wall of Jericho by seven priests sounding seven trumpets of rams' horns, the city taken with a shout (Josh. 6:4-20). When carried, the Ark was always wrapped in a veil, in tachash skins (the identity of this animal is uncertain), and a blue cloth, and was carefully concealed, even from the eyes of the Levites who carried it.
[6] Cfr. M. Kelly, Rediscovering Catholicism, Beacon Publishing, p. 194.
Ilustration: Arch of Titus (Rome, 90 AD), Moving the Arc of the Covenant to the Temple in Jerusalem, detail of relief from inner face.

Audi, benigne Conditor,
Nostras preces cum fletibus,
In hoc sacro jejunio
Fusas quadragenaria.

Scrutator alme cordium,
Infirma tu scis virium:
Ad te reversis exhibe
Remissionis gratiam.

Multum quidem peccavimus,
Sed parce confitentibus:
Ad nominis laudem tui
Confer medelam languidis.

Concede nostrum conteri
Corpus per abstinentiam;
Culpae ut relinquant pabulum
Jejuna corda criminum.

Praesta, beata Trinitas,
Concede, simplex Unitas;
Ut fructuosa sint tuis
Jejuniorum munera.

Oh bondadoso Creador: escucha
La voz de nuestras súplicas y el llanto
Que, mientras dura el sacrosanto ayuno
De estos cuarenta días, derramamos.

A Ti, que escrutas nuestros corazones
Y que conoces todas sus flaquezas,
Nos dirigimos para suplicarte
La gracia celestial de tu indulgencia.

Mucho ha sido, en verdad, lo que pecamos,
Pero estamos, al fin, arrepentidos,
Y te pedimos, por tu excelso nombre,
Que nos cures los males que sufrimos.

Haz que por la virtud de la abstinencia
Podamos dominar a nuestros cuerpos,
Y que, participando del ayuno,
No pequen más los corazones nuestros.

Oh Trinidad Santísima, concédenos,
Oh simplicísima Unidad, otórganos
Que los efectos de la penitencia
De estos días nos sean provechosos ■
Domenico Feti, La Magdalena penitente (1617-21),
óleo sobre tela (98 x 78,5 cm), Galleria Doria-Pamphili (Rome)

II Domingo de Cuaresma

Tengo un buen amigo que a sus muchos años no logra comer hígado. Simplemente no puede. De niño lo hacia porque su mamá se empeñaba. ¿Cómo lo lograba? Primero agotaba los recursos más tradicionales como dárselo al perro a escondidas, dejarlo debajo de la mesa, envolverlo en la servilleta o pasar pedacitos discretos al plato del hermano más cercano, etc. sin embargo todas estas técnicas eran rápidamente desactivadas por la mamá, por lo que casi siempre al final tenía que enfrentarse de frente con el problema. ¿Solución? Gracias a su afición a la mostaza, untaba medio tarro del frasco sobre el filete, y así conseguía neutralizar casi por completo el [terrible] sabor del hígado. Su técnica resultó durante algunos años exitosa[1].

Ésta técnica, aunque útil para muchas cosas, no funciona cuando la aplicamos a la fe que profesamos. El pescado con salsa tártara es una maravilla, nada mejor que una ensalada con un buen aderezo, sin embargo ni el cristianismo ni el evangelio soportan ningún condimento.

El evangelio nos pide amar a Dios sobre todas las cosas[2]. “Bien. Sí. Sobre todas las cosas menos sobre el ipod, o mi sabadito de golf o el partido de fútbol del fin de semana”. Cristianismo con catsup.

Jesús en el evangelio invita franca y sencillamente a tomar la cruz de cada día[3]. “Bien, de acuerdo, pero con un buen cojín para el hombro y alguien que me ayude ¿eh? Y que la cruz sea de la madera más ligera del mercado”. Cristianismo con azúcar.

El evangelio dice que los limpios de corazón verán a Dios[4]. “Hombre, sí, pero no es para tanto, tranquilo; no hay que exagerar, si todo el mundo lo hace no tiene que estar tan mal”. Cristianismo con miel de maple.

Jesús en el evangelio habla de amar a los enemigos[5]. “Sí, totalmente de acuerdo, sólo que a ése que me metió una zancadilla profesional lo odiaré toda mi vida”. Cristianismo con mayonesa.

El Evangelio nos pide perdonar setenta veces siete[6]. “OK, pero a ése no. Es un caso especial. Lo que me hizo es imperdonable”. Cristianismo con un chorrito de leche.

Jesús nos invita a no poner el corazón en los bienes de la tierra[7]. “Sí sí, lo que pasa es que en este mundo globalizado hay que tener de todo”. Cristianismo con unas rueditas de jitomate.

El Señor nos habla de la necesidad de la oración[8]. “¡Claro! Es importante, pero ¿no ves que no tengo tiempo, que soy una persona muy ocupada?”. Cristianismo con relleno de chocolate.

Nos pide también detenernos y ayudar al que está ahí tirado sobre el camino[9]. “Lo sé, pero hoy en día es peligroso. Nunca se sabe lo que puede pasar. Además, ayudas y ni te lo agradecen”. Cristianismo con un poco de mermelada.

El Evangelio nos pide fidelidad a Jesucristo[10]. “Bien pero uno debe tener sus propias ideas; yo comparto muchas cosas de las que dice Jesús, pero no estoy de acuerdo en algunos puntos de la moral de la Iglesia”. Cristianismo con Splenda.

Jesús nos recuerda constantemente que estamos de paso, que la vida es un instante, que hemos de aprovecharla minuto a minuto[11]. “Sí, bien, pero tampoco hay que amargarse, hay que hacer lo que a uno le gusta; mejor: no estresarse”. Cristianismo con mostaza.

Y así, poco a poco, terminamos todos pidiendo “¡Cristianismo con algún condimento, por favor!”

El Señor no le puso ningún otro sabor a su vida, ni condimento alguno que la hiciera ser más llevadera. No le agregó ni azúcar ni miel, no neutralizó el dolor de la cruz ni dejó que pasara el cáliz que el Padre tenía dispuesto que bebiese.

En la homilía durante la celebración del Miércoles de Ceniza, Su Santidad Benedicto XVI habló de la vocación de los cristianos: «resucitados con Cristo, han pasado por la muerte, y su vida ya está escondida con Cristo en Dios[12]. Para vivir esta "nueva" existencia en Dios es indispensable alimentarse de la Palabra de Dios. Para estar realmente unidos a Dios, debemos vivir en su presencia, estar en diálogo con él. Jesús lo dice claramente cuando responde a la primera de las tres tentaciones en el desierto, citando el Deuteronomio: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios[13].

Una idea de ésas tan características del Papa que puede ayudarnos a lo largo de ésos días a tomar alguna resolución concreta para vivir de manera profunda nuestra fe pues el cristianismo o se vive como es o no es cristianismo ■

[1] Homilía pronunciada el 8.II.2009, II Domingo del tiempo de Cuaresma, en la parroquia de St. Matthwew, en San Antonio (Texas).
[2] Cfr M5, 19.
[3] Cfr Mc 8, 34-38; Lc 9, 23-27.
[4] Cfr Mt 5, 1-12; Lc 6, 20-26.
[5] Cfr Mt 5,43.
[6] Id 18, 21-22.
[7] Cfr Lc 12, 32.
[8] Cfr Mc 14, 38.
[9] Cfr Lc 10, 30-37.
[10] Cfr Mt 10, 32-33.
[11] Id 25, 1-13.
[12] Cfr Col 3, 1-2.
[13] Mt 4, 4; cf. Dt 8, 3; la homilía completa puede encontrarse en: www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/homilies/2009/documents/hf_ben-xvi_hom_20090225_ash-wednesday_sp.html

Christian asceticism does not provide a flight from the world, a refuge from stress and the distractions of manifold wickedness. It enables us to enter into the confusion of the world bearing something of the light of Truth in our hearts, and capable of exercising something of the mysterious, transforming power of the Cross, of love and sacrifice ■ Thomas Merton, Seasons of Celebration, p. 132 ■ Catoira (Camino de Santiago) Cruceiro.

Second Sunday of Lent

As Moses and Elijah –famous mountain climbers- and of course as Jesus, we have many challenges in our lives.

Many times we have mountains that seem greater than we can conquer. These challenges may be a chemical dependency in one or several of the members of our family; the problem may be emotional or psychological. Whatever the challenge, if we take it up and put our trust in God to help us, God will provide. If God is with us, what could possibly keep us from our deepest desire, the desire to be happy with him forever? Nothing, St. Paul says, can keep us from the love of God. To paraphrase the letter to the Romans, neither persecution nor pain, nor suffering nor chemical dependency, nor psychological conditions nor even difficult relatives can destroy His presence in us[1].

Happiness comes from within. Happiness comes from recognizing that the One who has shared His intimate life with us, refuses to desert us as we climb the each challenge life presents[2].

During the last century we experienced many examples of people who were happy in the most desperate situations. Two particularly stand out. The great Catholic priest Maximillian Kolbe showed heroic virtue in a concentration camp during the Second World War. He offered his life to replace that the father of a family when the Nazis decided to kill a certain number of the prisoners as an example to the rest. In this midst of terror, Maximillian Kolbe found the peace of the Lord and as a result the Church was given a new saint[3].
The second is the great American Cardinal, Joseph Bernardino[4]. He was challenged with a spurious allegation and then was challenged with cancer. He died happy and in peace. One of the most beautiful books I have ever read is Cardinal Bernardine's The Gift of Peace. Treat yourself. Buy it, enjoy it and watch how Cardinal Bernardine's climb will encourage you to climb the mountains of your life. God alone turns tragedy into triumph. Yes, we struggle, we climb, we grope for every inch as we go up our latest mountain, but God cares for us and provides for us.

In this era of information and google, when the Internet open the world of knowledge to every home, we have to admit that information is not the solution to every problem. We don't have the answers for all the problems of the world. We don't even know all the right questions. We are called upon to trust in God and to have faith. He has always provided for us and he always will as long as we have faith in him.

Lent is a journey of faith. We are called in this second Sunday of Lent to trust in the Lord in our deepest struggles. Maybe the real mountain we have to climb is the mountain of faith. We don't climb this mountain alone. The one gift of the Lord that is never denied is the gift of faith. Let us pray together ■

[1] Cfr 8:35-39
[2] Sunday 8th March, 2009, 2nd Sunday of Lent. Readings: Genesis 22:1-2, 9-13, 15-18. I will walk in the presence of the Lord in the land of the living—Ps 115(116):10, 15-19. Romans 8:31-34. Mark 9:2-10. [St John of God]
[3] In 1907 Kolbe and his elder brother Francis decided to join the Conventual Franciscans. They illegally crossed the border between Russia and Austria-Hungary and joined the Conventual Franciscan junior seminary in Lwów. He professed his first vows in 1911, adopting the name Maximilian, and the final vows in 1914, in Rome, adopting the names Maximilian Maria, to show his veneration of the Blessed Virgin Mary. In 1912 he was sent to Kraków, and in the same year to a college in Rome, where he studied philosophy, theology, mathematics, and physics. He earned a doctorate in philosophy in 1915 at the Pontifical Gregorian University, and the doctorate in theology in 1919 at the Pontifical University of St. Bonaventure. In 1918 Kolbe was ordained a priest. In 1919 he returned to the newly independent Poland, where he was very active in promoting the veneration of the Immaculate Virgin Mary. Between 1930 and 1936 he took a series of missions to Japan, where he founded a monastery at the outskirts of Nagasaki, a Japanese paper and a seminary.
[4] He was born on April 2, 1928 in Columbia, South Carolina to Joseph and Maria Simion Bernardin, an Italian immigrant couple. He was baptized and confirmed at St. Peter's Catholic Church in Columbia. Bernardin's original academic ambition was to become a physician, inspiring him to enroll in the pre-medical program at the University of South Carolina. However, a year later, Bernardin recognized his calling to serve as a Catholic priest, and transferred to Saint Mary Seminary in Baltimore, Maryland. He graduated with a Bachelor of Arts degree in Philosophy in 1948, and subsequently enrolled in the Catholic University of America to complete his theological studies. On April 26, 1952, Bernardin was ordained a priest of the Diocese of Charleston by John J. Russell at St. Joseph Church. This diocese covers the entire state of South Carolina. During his 14-year tenure at the Diocese of Charleston, Father Bernardin served under four bishops in capacities including chancellor, vicar general, diocesan counselor, and, when the See was vacant, diocesan administrator. In 1959, Pope John XXIII named Bernardin a Papal Chamberlain. In the Consistory of February 2, 1983, he was elevated to the Sacred College of Cardinals by Pope John Paul II. He was given La Perrocchia di Gesú Divino Lavoratore (The Church of Jesus the Divine Worker) as his titular church. He also served as President of the National Conference of Catholic Bishops.
Ilustration: Unknowm master, The Transfiguration of Christ (fragment of Epistyle), First half of the 12th century, L Hermitage (St. Petesburg).

Y entonces uno se queda con la Iglesia, que me ofrece lo único que debe ofrecerme la Iglesia: el conocimiento de que ya estamos salvados –porque esa es la primera misión de la Iglesia, el anunciar la salvación gracias a Jesucristo- y el camino para alcanzar la alegría, pero sin exclusividades de buen pastor, a través de esa maravilla que es la confesión y los sacramentos. La Iglesia, sin partecitas.

laus deo virginique matris


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