Llevaba roja la túnica,
y enrojecido el cabello.
¿De donde, con pies sangrantes, avanzas tú, Lagarero?
“Del monte de la batalla
y de la victoria vengo;
rojo fue mi atardecer, blanco será mi lucero.
Llevaba roja la túnica,
Roja de sangre y fuego.
Por toda la negra tierra el chorro de sus veneros:
sangre preciosa su sangre
que hace blanco el sufrimiento.
¡Oh Cristo, de sangre roja!
¡Oh Cristo, dolor supremo!
A ti el clamor de los hombres,
en ti nuestros clavos fieros.
Llevaba roja la túnica,
Roja de sangre y fuego. Amén ■
de la Liturgia de las Horas, del Oficio de Vísperas
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