La sangre del Cordero ha enrojecido
a Pedro en cruz clavado
y a Pablo, cuya voz cortó la espada,
testigos de Jesús crucificado.

La gran ciudad, ágora del orbe,
sintió los nuevos pasos;
¿por qué vuestro poder temió el Imperio,
si no fue más poder que el ser cristianos?

Dichosa Roma, cuya inmensa gloria
te dieron Pedro y Pablo;
exulta ahora, exulta coronada,
y canta los sepulcros de tus santos.

Oh Madre Iglesia, Madre de naciones,
contigo nos gozamos
por un doctor, discípulo de Cristo
y un simple pescador que fue llamado.

Oh santa Madre y virgen incorrupta
que sigues engendrando,
en ti reside Cristo, en ti se muestra,
y en Pedro a ti las llaves se te han dado.

¡Honor y bendición a Jesucristo,
el Hijo confesado,
honor al Gran Pastor de nuestras almas
que a Pedro dio su voz y su cayado! Amén


P. Rufino Mª Grández, ofmcap, Jerusalén, 29 junio 1986. 

Solemnidad de San Pedro y San Pablo (2014)

Son Pedro y Pablo el fundamento de esta Iglesia nuestra que nos amamanta todos los días. Son, los dos, hombres con un pasado no precisamente brillante. Pedro era uno de los predilectos de Jesús. Vive con él los acontecimientos más importantes de su vida. Fogoso y temperamental no tiene inconveniente en asegurar a Jesús que es capaz de morir con él y que le seguirá hasta el final. Pero todos sabemos que Pedro falló. Bastó la insinuación de una mujer para que negase rotundamente conocer al Maestro. No es para escandalizarse. Todos nosotros tenemos más que motivos suficientes para comprenderlo y disculparlo. Lo comprendió y lo disculpó el Señor. Siguió encontrándose con él después de su resurrección. No hubo para Pedro reprensión sino perdón. No le echó en cara el Señor a Pedro su pasado sino que le echó en cara su futuro, un futuro en el que Pedro, efectivamente, será capaz de seguir, paso a paso, las huellas de su Maestro. Y quedó claro que lo único que el Señor pedía era que le amase. Si hay algo claro por parte de Cristo es el deseo de fundamentar a los cristianos en el amor, en el amor a su Persona y, como consecuencia lógica, en el amor a todos los hombres.

Pablo también es un hombre con, digamos, tristes antecedentes. Fanático de la Ley, dogmático, duro e intransigente, perseguía a los primeros cristianos creyendo que así hacía un buen servicio a Dios (a "su" Dios, mejor dicho). Hizo falta que cegaran sus ojos para que una luz nueva se hiciese en su interior y viviera a partir de entonces con una dedicación exclusiva. También para Pablo será el amor de Cristo el que cimentará su vida ya para siempre orientada hacia una sola meta.

Estas dos son las piedras fundamentales de nuestra Iglesia. Unas piedras que tienen sus grietas y sus resquebrajaduras, porque la única Piedra fundamental, aquella que desecharon los constructores: Cristo[1]. Sólo en Él no hay fisura, ni tacha ni grieta. En todos los demás es posible la grieta, como fue posible en Pedro, que vivió tan cerca de Cristo y en Pablo que era el gran cumplidor de la Ley. Es ésta una realidad muy reconfortante y que además ha tenido en la Iglesia una demostración constante a través de los siglos.

Es cierto que la Iglesia es santa, pero no lo es menos que no lo somos todos los que somos Iglesia, y digo todos, cualquiera que sea el sitio que en ella ocupemos. Negarlo sería una tontería, reconocerlo es un acto de sinceridad y de valentía que a nadie tiene que escandalizar. Es cierto que la Iglesia da a conocer a Dios al mundo, pero también lo es que, a veces, lo da a conocer oscureciendo su rostro; es cierto que la Iglesia nos acerca a Dios y también lo es que, a veces, nos aleja de Él. Sólo Cristo no tiene arruga ni mancha, sólo Él presenta el verdadero y auténtico rostro de Dios sin deficiencia alguna. Y el que diga que en la Iglesia todo va bien y que estamos muy sanos y que no-pasa-nada ¡es un ciego que tristemente guía a otros ciegos!

Este domingo es una buena oportunidad para hacer oración por la Iglesia, un buen momento para sentirnos identificados con ella, para agradecerle tanto como nos ha dado. Hoy es día de examinarnos si el fundamento de nuestra pertenencia a ella es el que Cristo exigió a Pedro: el amor a Él. Sólo si podemos contestar, aunque sea desde nuestra pequeñez, con la misma sinceridad con que lo hizo Pedro que amamos a Cristo podremos ser piedras útiles. Hoy es un buen día para aceptarla tal como es con toda su grandeza y sus zonas de sombra y miseria que ¡mira tú! hacen resplandecer todavía más la luz de Cristo que es quien, en definitiva, la sostiene por encima de cualquier terremoto.

Pedro y Pablo tuvieron sus fracasos personales y ambos siguieron tan fielmente a Cristo que lo hicieron visible en el mundo en el que vivían. Esto es lo que cuenta y lo que les hace grandes a los ojos de Dios y también, desde luego a los de los hombres y, por supuesto, a los que de todos los que, como ellos, pretendemos seguir siendo Iglesia, esa Iglesia que ellos construyeron con su propia sangre[2]



[1] Cfr Sal 118, 22.
[2] A. M. Cortés, Dabar 1986, n. 36
Ilustración: Durero, La conversión de San PabloXilografía a fibra, 235 x 158 mm. Sin firma de grabador ni fecha. Se data hacia 1508.

nEw-Old-IdeaS


El contemplativo no es el hombre que tiene visiones flamígeras del querubín llevando a Dios en su carro imaginario, sino sencillamente el que ha arriesgado su mente en el desierto más allá del lenguaje y de las ideas, allí donde Dios se encuentra en la desnudez de la confianza pura, es decir, en la total entrega de nuestra pobreza y de nuestra condición inacabada para dejar de aferrar nuestras mentes en un nudo sobre sí mismas, como si el pensar nos hiciera existir. El mensaje de esperanza que te ofrece el contemplativo es, pues, hermano, que no necesitas encontrar tu camino a través de la maraña del lenguaje y de los problemas que hay hoy en día en torno a Dios, sino que tanto si lo comprendes como si no, Dios te ama, está presente en ti, vive en ti, mora en ti, te llama, te salva y te ofrece una comprensión y una luz que no se parecen en nada a la que jamás hallas podido encontrar en libros o escuchado en sermones. El contemplativo no tiene nada que decirte salvo asegurarte que si te atreves a penetrar en tu propio silencio y te arriesgas a compartir esa soledad con otros solitarios que busquen a Dios a través tuyo, entonces recobrarás de verdad la luz y la capacidad de entender lo que está más allá de las palabras y de las explicaciones porque está demasiado cerca como para ser explicado: es la unión íntima en la profundidad de tu corazón, del espíritu de Dios y de tu propio ser más íntimo y secreto, de modo que tú y Él sois en verdad un solo Espíritu. Te amo, en Cristo T. Merton, Mensaje a los contemplativos del mundo, 21.VIII. 1967 (en respuesta a una petición expresa del Papa Pablo VI).

VISUAL THEOLOGY


Ya en el 200, el camposanto del gran Apóstol en la Vía Ostia fue marcado por una cella memoriæ cerca de la cual se establecieron las Catacumbas de Comodilla. Constantino, según el Liber Pontificalis, la transformó en basílica; en el 386 Teodosio empezó a levantar una basílica mucho más grande y bonita, pero el trabajo, incluyendo los mosaicos, no se completó hasta el pontificado de San León el Grande. El poeta cristiano, Prudencio, describe el esplendor del monumento en unas expresivas líneas. Como también estaba dedicada a los Santos Taurino y Herculano, mártires de Ostia en el siglo quinto, la basílica se llamó Trium Dominorum. De la antigua, solo queda la porción interior del ábside con el arco triunfal y los mosaicos, más recientes. Los mosaicos del ábside y el tabernáculo de la confesión de Arnulfo del Cambio pertenecen al siglo XIII. En la antigua basílica cada papa tenía su retrato en un friso extendido por encima de las columnas que separan las cuatro alas y naves. De todas las iglesias de Roma, ésta, exclusivamente, había conservado su carácter primitivo durante mil cuatrocientos treinta y cinco años. El mundo entero contribuyó a su restauración. El Khedive de Egipto envió pilares de alabastro, y el Emperador de Rusia las preciosas malaquita y lapis lazuli para el tabernáculo. El trabajo en la fachada principal, que mira hacia el Tiber, fue completado por el Gobierno italiano que declaró a la iglesia monumento nacional. El interior de las paredes de la nave están adornadas con escenas de la vida de San Pablo en dos serie de mosaicos (Gagliardi, Podesti, Balbi, etc). El elegante claustro del monasterio se erigió entre 1220 y 1241





Solemnity of Saints Peter and Paul (2014)

If only St. Peter was on facebook! He would have had a whole bunch of friends. People from all over the world could have seen pictures of him entering Rome, standing in the forum, waving from a seat in the Colosseum, eating gelato at the chariot races. People in China could have read his sermons[1].

    If only St. Paul could have tweeted. He would have followers everywhere. They could have read his reactions to the Galatians returning to Judaism in only 140 words or less. He would have had to condense his Letter to the Romans a bit, or extend it over a few hundred tweets, but he still would have been very popular.

    But Peter did not have facebook, and Paul did not have a twitter account. In fact, they didn’t even have electricity or phones. Still, they knew how to get the Gospel message out. Peter traveled from Jerusalem to Antioch to Rome. He was known so well throughout the ancient world that there is a legend, possibly true, that when Paul preached the Gospel to the people of ancient Syracuse in Sicily, they responded that they wanted to hear from Peter before they converted.

    It was certainly clear to the Romans that this Peter and Paul whom they held captive in Rome were mainly responsible for the quick spread of Christianity throughout the empire. The Romans thought they could stop this by killing them both, crucifying Peter head down and beheading Paul, but Peter and Paul had a communication system infinitely more powerful than facebook or twitter: they had the Holy Spirit! The Holy Spirit was the force that worked through them and through all Christians to convert the world to Jesus Christ.

Consider this, there was not a whole lot impressive about Paul’s bearing. He was little[2]. He was fiery, true, and there were people throughout the ancient world who listened to him or read his letters, but there was more to Paul than met the eye. The people he spoke to not only became followers of the new way of life, they willingly offered their lives for Jesus Christ. Paul gave them the Holy Spirit he had received. They lived and died, not for Paul, but for God.

Peter was a large fisherman. The remains uncovered under St. Peter’s Basilica in Rome and marked, "Here lies Peter," are those of a large man. Peter was a fisherman. How many fishermen became the leaders of movements that changed the world? By my count, just one. Peter did not do this on his own, though. Jesus made it quite clear to Peter that His Heavenly Father inspired Peter to proclaim that Jesus was the Christ[3]. Peter would be inspired by the Spirit throughout his life. He would feed the Lord’s sheep.

    The power that Peter and Paul had to spread the Gospel has been given to us. We have received the Holy Spirit. We can be witnesses to Jesus Christ. Others can see Christ in us and through the working of the Holy Spirit return to God. We need to be less concerned about our stature in the world, be it physical or social, and more concerned about our place in the Body of Christ. We need to focus on Jesus Christ, as Saints Peter and Paul did, and let His Spirit work through us.

    Peter and Paul did not have facebook or twitter. They didn’t need them. We don’t either. We have what they had. We have the Holy Spirit. Today we pray that through the intercession of these two great saints of the Church we might have the determination and the courage to proclaim Jesus Christ



[1] Solemnity of Saints Peter and Paul, June 29, 2014. Readings: Acts 12:1-11; Responsorial Psalm 34:2-3, 4-5, 6-7, 8-9; 2 Timothy 4:6-8, 17-18; Matthew 16:13-19.
[2] Actually, his name was changed from Saul of Tarsus to Paul as a bit of a joke, Paul comes from the Latin word paulus for little
[3] Cfr. Mt 16:17.

De rodillas, Señor ante el sagrario,
que guarda cuanto queda de amor y de unidad.
Venimos con las flores de un deseo,
para que nos las cambies en frutos de verdad.
Cristo en todas las almas, y en el mundo la paz.
Cristo en todas las almas, y en el mundo la paz.

Como ciervos sedientos que van hacia la fuente,
vamos hacia tu encuentro, sabiendo que vendrás;
porque el que la busca es porque ya en la frente
lleva un beso de paz, lleva un beso de paz.

Como estás, mi Señor, en la custodia
igual que la palmera que alegra el arenal,
queremos que en el centro de la vida
reine sobre las cosas tu ardiente caridad.
Cristo en todas las almas, y en el mundo la paz.
Cristo en todas las almas, y en el mundo la paz.
Amén de la Liturgia de las Horas

Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo (2014)

No sólo de pan vive el hombre, palabras que pronunció Jesús frente al diablo en el desierto. Jesús quería dar a entender que por encima de las necesidades que nos aquejan, está la imperiosa necesidad de libertad. No se puede vivir a cualquier precio, cuando el precio de costo es la propia dignidad humana. Hoy Jesús se presenta como el pan vivo, el pan de vida y para la vida. Del pan, que todos necesitamos y que es el símbolo de las necesidades humanas, Jesús nos ofrece el pan, por el que todos suspiramos y que es el símbolo de la libertad, del amor y de la felicidad. Y al recordar las palabras de Jesús, precisamente en la Eucaristía, que es memoria de Jesús, debemos tener los mismos sentimientos de Jesús y la misma coherencia de vida que el Maestro, porque él dio su carne y su sangre por la vida del mundo. Comulgar no es únicamente recibir a Cristo, sino entrar en comunión con él, hacer causa común con Jesús. Y bien sabemos que la causa de Jesús es el hombre, sobre todo el débil, el oprimido, el empobrecido, el explotado, el reducido a la miseria y al hambre.

Es muy fácil, muy cómodo, repetir que el hombre no vive sólo de pan, cuando se tiene pan en abundancia. Con mucha frecuencia los cristianos malinterpretamos la palabra de Dios y debilitamos nuestra responsabilidad cristiana y nuestro compromiso en la comunión.

La primera exigencia de la dignidad humana es la igualdad. Sentimos como propias las injurias que se infieren a nuestra familia, a nuestro pueblo, a nuestra nación, a nuestro grupo social,  ¿Y no sentimos como propias las injusticias contra los que tienen hambre y sed, los que carecen de trabajo, los que se ven privados de casa, los marginados, que también son hermanos nuestros? Papa Francisco viene hablando de esto desde el primer instante de su pontificado, dándonos ejemplo, además ¿qué estamos haciendo?

Compartir el pan con los que lo necesitan es comulgar con Cristo: Y viceversa, comulgar con Cristo es compartir el pan con los hermanos. Porque el pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos de un mismo pan[1].

Comulgar es reforzar el símbolo y lo simbolizado, el rito y la vida. Porque el sacramento no sólo significa, sino que realiza; no es sólo un reclamo, sino también una llamada para hacer de verdad lo que representamos. Hermano mío, hermana mía: no podemos comulgar de espaldas al mundo y a los hermanos. No podemos pertenecer a la Iglesia, como se pertenece a un club para utilidad propia. La eucaristía funda a la iglesia como comunidad de servicio al mundo, como prolongación del cuerpo de Cristo, que se ofrece en la cruz por la vida del mundo. De ahí que la comunión, al tiempo que nos incorpora y mantiene en la Iglesia, nos vuelca y compromete en el servicio a los hombres, en solidaridad con todos y especialmente de los pobres, pobres en dinero y pobres de espíritu. No comulgamos de verdad si reducimos nuestra solidaridad a la espiritual, si constantemente y con cara de wedding planner nuestra ayuda se reduce a un cursi y hueco “ay, te encomiendo”, pero negamos esa ayuda en los demás ámbitos de la vida. En menos palabras: no tomamos en serio la comunión, si no tomamos en serio la vida, la justicia, la fraternidad, si olvidamos que «El corazón de Dios tiene un sitio preferencial para los pobres, tanto que hasta Él mismo se hizo pobre»[2]



[1] Cfr. 1 Cor 10, 17.
[2] Papa Francisco, Evangelii Gaudium, n. 85.

NeW-olD-iDeAS


Nada mejor que meditar en las horas difíciles acerca de nuestra vocación "personal". En efecto, podemos cometer un gran error cuando eludimos ese llamado "directo", el "nombre escondido", que cada uno sabe que ha recibido de Dios. Más de una vez, quizá por dudas injustificadas, caemos ante el espejismo de una falsa condición, que no nos pertenece en absoluto. No dejemos que se nos "disuelva" en institución cualquiera, ni en grupo o grupejo alguno... Tengamos el valor y la audacia de discernir nuestra realidad y de aceptar nuestra relación "directa" sin vueltas ni arroyuelos. Puede parecer extraña esta insistencia, pero la verdad es que el peregrino no puede hallar su senda ni darse en caridad si olvida que siempre es "más" de lo que sospecha, si ignora que el "secreto", que sólo el Padre conoce, es el fundamento de su libertad. Es necesario y urgente aprender, tal vez como un día aprendimos a leer y a escribir, cómo la libertad es honor y decoro de la vida. ¿No nos admira la acción de Dios y su infinito respeto? Presencia y valor, pues, en el camino único Ermitaño urbano

VISUAL THEOLOGY



La reserva del Santísimo Sacramento, práctica antiquísima atestiguada por el arte paleocristiano (la columba eucarística colgada sobre el altar y los primitivos tabernáculos), se hacía pensando en los enfermos, y sobre todo en los moribundos. En los siglos IX-XI, con las primeras controversias teológicas acerca de la Eucaristía, empezó a cobrar auge el culto al Santísimo, como reacción a las tesis que reducían la Eucaristía a un mero simbolismo. En los monasterios benedictinos unidos a Cluny se comenzó entonces a tomar en las manos la Sagrada Forma y a mostrársela a los fieles. El gesto tuvo una gran aceptación; un siglo más tarde se había extendido a todas partes. En una época en que la comunión sacramental era poco frecuente, la contemplación de la Sagrada Forma se consideraba un modo de comunión espiritual y de unión mística con el Señor. Esta devoción fue en aumento, hasta el punto de que los fieles iban de iglesia en iglesia para contemplar el Sacramento y alimentar su fe y su devoción. El momento de la elevación era anunciado con un toque especial de la campana, costumbre que en algunos pueblos se observa todavía. De la ostensión de la Sagrada Forma en la Misa se pasó fácilmente a la exposición prolongada del Sacramento, a las procesiones eucarísticas y a la gran fiesta del Corpus


Solemnity of the Most Holy Body and Blood of Christ (Corpus Christi) 2014

The people that Jesus speaks to in the Gospel reading for this Sunday were satisfied with receiving free bread. The day before Jesus had multiplied loaves and fishes. Now they wanted more free food. Jesus told them that He would give them bread beyond their imagination. He would give them His body and blood.  They had to be willing to reach out for it, though, and accept His gift.  They had to stretch beyond their physical senses and let Him feed them with the Living Bread that we call the Eucharist .

            Many of them were not interested. They were satisfied with going around in circles on the merry-go-rounds of their lives. They did not believe that there was a far greater gift beyond the physical which was being offered to them. They had reminded the Lord about the Manna that God provided for their ancestors in the time of Moses. Jesus pointed out that those ancestors still died. The bread He would give would be for everlasting life. Were they willing to stretch their lives and reach for the spiritual gift?

            Are we? We are called by the Lord to eat His Body and Drink His Blood. On the Solemnity of Corpus Christi, we have to ask ourselves whether we do reach out for Him, or whether we just perform a ritual action in Church with as much enthusiasm as our standing, kneeling and sitting at various moments during the Mass.  Today’s celebration is given to us to remind us what we are doing and Whom we are receiving when we go to communion.

            My brother, my sister, seriously we have got to fight against the spiritual laziness that relegates the Eucharist to a sacramental, as though taking communion is on the same level as making the sign of the cross with Holy Water. We have to prepare to receive the Lord, not just in the prayers we say moments before Mass but in the life we lead the week before Mass. We have to celebrate the Presence within us, not just in the pews after communion but in the way we treat others, with the Kindness of the Lord. The fundamental action of Jesus’ life, the reason why He became one of us, was the gift of Himself in His passion, death and resurrection: the Paschal Event. The gift of His sacrificial love re-established our union with God and our capacity to share in His immortality.  Or to put it simply: because He died for us we can live forever with Him.

            When Jesus gave us his Body and Blood the night before He died and when He gives us his Body and Blood every time we receive communion, the Lord gives us the total sacrifice of Himself to his Father.  This is my Body which shall be given up for you.  This is the cup of my Blood, the new and everlasting covenant that shall be shed for you and for all until the end of time. When we receive the Eucharist, Jesus is present as the Servant of God who in his sacrificial death is saving us all.  Right here, right now.  Today’s Gospel states: The one who feeds on my flesh and drinks my blood has life eternal. In the real presence of Jesus in the Eucharist we receive Jesus saving His people.

             We receive Christ strengthening us and transforming our joys and sorrows into prayers to his Father. Sometimes we are full of the joy of the Resurrection, sometimes the sorrow of the Passion, but always we are strengthened by the One who gives us His body and blood.

            In the Eucharist Jesus is within us, nourishing us. He comes closer to us than our skin. He experiences our joy and our sorrow. He knows our needs before we can express them. He builds up our faith life, our spiritual life, and our eternal life. He is there for us, but we have to reach out, stretch ourselves beyond our physical limitations and take the gift He holds out to us. We cannot be satisfied with just receiving communion. We have to let His Presence transform us. When we allow Christ to be our lives, we can go beyond the carousel of life and accept the prize of eternal life ■


Qué bien sé yo la fonte que mana y corre,
 aunque es de noche!.

                  I

Aquella eterna fonte está ascondida.
¡Que bien sé yo do tiene su manida
aunque es de noche!

                  II

Su origen no lo sé pues no le tiene
mas sé que todo origen della viene
aunque es de noche.

                  III

Sé que no puede ser cosa tan bella,
y que cielos y tierra beben della
aunque es de noche.

                  IV

Bien sé que suelo en ella no se halla
y que ninguno puede vadealla
aunque es de noche.

                  V

Su claridad nunca es escurecida
y sé que toda luz de ella es venida
aunque es de noche.

                  VI

Sée ser tan caudalosos sus corrientes,
que infiernos cielos riegan y a las gentes
aunque es de noche.

                  VII

El corriente que nace desta fuente
bien sé que es tan capaz y omnipotente
aunque es de noche.

                  VIII

El corriente que de estas dos procede
sé que ninguna de ellas le precede
aunque es de noche.

                  IX

Aquesta eterna fonte está escondida
en este vivo pan por darnos vida
aunque es de noche.

                  X

Aquí se está llamando a las criaturas
y de esta agua se hartan, aunque a escuras
porque es de noche.

                  XI

Aquesta viva fuente que deseo
en este pan de vida yo la veo
aunque es de noche

San Juan de la Cruz,
Cantar de la alma que se huelga de conoscer a Dios por fe.

Solemnidad de la Santísima Trinidad (2014)

Es el Dios cristiano el mismo que el de las demás religiones monoteístas, es decir, las que afirman que existe un solo Dios? Si cuando decimos Dios nos referimos sólo a un concepto, a una idea filosófica... pues sí: se trata del mismo Dios. Pero si pasamos de lo abstracto al día a día, entonces hay que pensar más la respuesta, porque no todos los que creen en un solo Dios entienden o conocen a Dios de la misma manera.

Los cristianos conocemos a Dios porque él ha querido hablarnos. Si algo hay propiamente cristiano es que nuestra fe no nace del deseo del hombre de llegar hasta Dios, sino de la decisión de Dios de ponerse en contacto con los hombres; su Hijo, la Palabra hecha carne[1], es la prueba más clara, más tangible. Literalmente.

Dios había querido comunicarse con la humanidad durante mucho tiempo, desde Egipto, cuando intervino por primera vez en la historia mostrándose como un Dios amante de la libertad de los hombres y de los pueblos, pero su intento se vio una y otra vez frustrado, su mensaje fue unas veces desoído y otras voluntaria o involuntariamente manipulado. Así, durante mucho tiempo se ha presentado a Dios sobre todo como juez. Y es cierto que en la Sagrada Escritura hay pasajes en los que se llama o se presenta a Dios como juez[2], sin embargo hemos aplicado a Dios el modelo de juez que tenemos los hombres o, con más frecuencia, el tipo de juez que interesaba justificar a las clases dominantes. Por eso con frecuencia pasamos por alto frases como la de la primera lectura de hoy: Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad[3],

El Dios cristiano, el Padre que se ha manifestado en Jesús, es un Dios que no quiere juzgar, que no amenaza, que no condena ni castiga arbitrariamente. Se trata de un Dios que es Padre, que engendra y mantiene en el ser, que es amor, que salva. Nos cuesta comprenderlo por muchas cosas, una de ellas porque el Padre no impone la salvación que nos envía por medio de Jesús, sino que la ofrece. La salvación es efecto de su amor. Y el amor respeta siempre la libertad de la persona humana; no sólo la respeta: la busca, la potencia. Y en el uso soberano de esa libertad, el hombre podrá aceptar o rechazar la salvación que el Padre le ofrece.

Esta es la primera cualidad de Dios que los cristianos debemos tener en cuenta cuando hablamos del Padre, poniendo atención en no hacer a Dios a nuestra medida: su amor no es como el nuestro, casi siempre mezclado con egoísmo, casi siempre más preocupado por ser correspondido que por alcanzar la felicidad de la persona amada. Su amor es infinito, sin medida y no espera ser correspondido... al modo humano. La calidad del amor que Dios ofrece la entendemos si miramos despacio la entrega de su Hijo: es un amor que tiene un objetivo, una finalidad clara: la salvación del mundo de los hombres. Y una salvación que no es sólo una promesa para la vida futura, sino una posibilidad para ésta: es la posibilidad de llegar a ser hijos de Dios, la posibilidad de convertir este mundo en un mundo de hermanos. Es el amor del Padre, que por amor da la vida, y que quiere que sus hijos sean muchos y se le parezcan practicando el amor fraterno.

Así es como Dios quiere que le correspondamos, tan sencillo y a la vez tan complicado. Este es el Dios de los cristianos. El que demostró su amor al mundo entregando a su Hijo único para que todo el que crea en él tenga vida eterna[4]





[1] Jn 1, 14.
[2] Sal 82, 94, 2.
[3] Ex 34,6
[4] Jn 3, 16.

new-Old-IdeAS


Quizá sea urgente no juzgar ciertas demoras según nuestros relojes. Quizá no acabamos de leer más allá de lo que parece inmediato y, en realidad, no lo es. La Divina Providencia todo lo dispone "suavemente" y, desde luego, con el vigor que le es propio, según la delicadeza de Dios. Dejemos, pues, este tiempo que nos agobia y pasemos a ese "otro", que no es según las medidas a las que estamos acostumbrados, sino que se descubre, paso a paso, en la virtud y en la confianza. ¡Cuanto nos falta la confianza! Y, de hecho, sin ella, no logramos salir del laberinto cotidiano que parece ahogarnos... Sí, es verdad, hay una vida más profunda. Sí, es verdad, aún podemos confiar, entregándonos sin reparo, aunque nos cueste y lo hagamos mal. ¿Qué más da? La cuestión es llegar, aunque tropecemos o andemos un tanto cojos... Pero, directo. Tal vez "sin medios" y "sin por-qué". "Deja tu cuidado". Descubre el verdadero latido de tu vida en esa intimidad profunda que, a veces -¡tantas veces!- poetas, artistas, espirituales, contemplativos en suma, encuentran donde menos se sospecha. Podrán dibujarse innumerables "muecas", pero la vida, esa vida, la verdadera, late en verdad. Como peregrinos nocturnos, testigos siempre del Señor Jesús, vayamos adelante en esta "noche, más amable que la alborada". Porque el Misterio es amable y siempre seductor. Vive en el fondo del corazón Frater Albertus Henricus Justus, O.P.

Y entonces uno se queda con la Iglesia, que me ofrece lo único que debe ofrecerme la Iglesia: el conocimiento de que ya estamos salvados –porque esa es la primera misión de la Iglesia, el anunciar la salvación gracias a Jesucristo- y el camino para alcanzar la alegría, pero sin exclusividades de buen pastor, a través de esa maravilla que es la confesión y los sacramentos. La Iglesia, sin partecitas.

laus deo virginique matris


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