Quizá sea urgente no juzgar
ciertas demoras según nuestros relojes. Quizá no acabamos de leer más allá de
lo que parece inmediato y, en realidad, no lo es. La Divina Providencia todo lo
dispone "suavemente" y, desde luego, con el vigor que le es propio, según
la delicadeza de Dios. Dejemos, pues, este tiempo que nos agobia y pasemos a
ese "otro", que no es según las medidas a las que estamos
acostumbrados, sino que se descubre, paso a paso, en la virtud y en la
confianza. ¡Cuanto nos falta la confianza! Y, de hecho, sin ella, no logramos
salir del laberinto cotidiano que parece ahogarnos... Sí, es verdad, hay una
vida más profunda. Sí, es verdad, aún podemos confiar, entregándonos sin
reparo, aunque nos cueste y lo hagamos mal. ¿Qué más da? La cuestión es llegar,
aunque tropecemos o andemos un tanto cojos... Pero, directo. Tal vez "sin
medios" y "sin por-qué". "Deja tu cuidado". Descubre
el verdadero latido de tu vida en esa intimidad profunda que, a veces -¡tantas
veces!- poetas, artistas, espirituales, contemplativos en suma, encuentran
donde menos se sospecha. Podrán dibujarse innumerables "muecas", pero
la vida, esa vida, la verdadera, late en verdad. Como peregrinos nocturnos,
testigos siempre del Señor Jesús, vayamos adelante en esta "noche, más
amable que la alborada". Porque el Misterio es amable y siempre seductor. Vive
en el fondo del corazón ■ Frater Albertus Henricus Justus, O.P.
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