Qué es una parábola y por qué el Señor las usaba para
enseñar? La parábola es una semejanza inspirada en los acontecimientos
cotidianos conocidos para mostrarnos la relación con algo desconocido. Las
parábolas son metáforas o episodios de la vida, que ilustran verdades morales o
espirituales. El Señor usaba con frecuencia este género literario para explicar
el misterio del Reino de Dios y de su Persona.
El fin primario de las parábolas era estimular el
pensamiento, provocar la reflexión y conducir a la escucha y a la conversión.
Estas tres cosas. Estimular, provocar y
conducir, pero para poder comprender las parábolas es necesaria la fe;
solamente de este modo puede descubrirse el misterio del Reino de Dios, que es
enigma indescifrable para los que no aceptan el evangelio.
La parábola de la semilla que germina silenciosamente y
que acabamos de escuchar presenta el contraste entre el comienzo humilde y el
crecimiento extraordinario. El sembrador no está inactivo, sino que espera día
y noche hasta que llegue la cosecha, cuando el grano esté a punto, para meter
la hoz. El sembrador representa a Dios que ha derramado abundantemente la
semilla sobre la tierra por medio de Jesús, "sembrador de la
Palabra".
A pesar de las apariencias contrarias, el crecimiento
es graduado y constante: primero el tallo, luego la espiga, después el grano.
Un día llegará el tiempo de la cosecha, es decir, el cumplimiento final del
Reino de Dios, que ha tenido sus muchas y diversas etapas antecedentes.
La segunda parábola, la del grano de mostaza, la más
pequeña de las semillas, nos habla a quienes tenemos dudas de si el reino de
Dios crecerá o no. Los comienzos insignificantes pueden tener un resultado
final de proporciones grandiosas. San Ambrosio decía que Jesús, muerto y
resucitado, es como el grano de mostaza: su reino está destinado a abarcar a la
humanidad entera, sin que esto signifique triunfalismo eclesial. Pocas cosas
hacen más daño o son más parecidas al cáncer que el triunfalismo: “aquí no pasa
nada”, “todo está bien”.
Las dos parábolas de este domingo son, pues, un himno
a la paciencia evangélica, a la esperanza serena y confiada. Que no se nos
olvide –y así nos lo recuerde siempre el Espíritu de Dios- que el fundamento de
la esperanza Cristiana es que Dios cumple sus promesas y no abandona su
proyecto de salvación. Incluso cuando parece que calla y está ausente, Dios
actúa y se hace presente, siempre de una manera misteriosa, como le es propio.
Aunque el hombre siembre muchas veces entre lágrimas, cosechará entre cantares
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