En la Pasión
del Salvador, los judíos que le acusan, Judas que le entrega, Pilatos que le
condena, los verdugos que le atormentan, los demonios que excitan a todos estos
desgraciados, son desde luego la causa inmediata de este terrible crimen. Mas,
sin ellos sospecharlo, es Dios quien ha combinado todo, no siendo ellos sino
los ejecutores de sus designios. Nuestro Señor lo declara formalmente: « Ese
cáliz lo ha preparado mi Padre; Pilato no tendría poder alguno si no lo hubiera
recibido de lo alto. Mas ha llegado la hora de la Pasión, la hora dada por el
cielo al poder de las tinieblas». San Pedro lo afirma con su Maestro: «Herodes
y Pilato, los gentiles y el pueblo de Israel se ha coligado en esta ciudad
contra Jesús, vuestro santísimo Hijo; mas todo para dar cumplimiento a los
decretos de vuestra Sabiduría». Así, pues, la Pasión es obra de Dios y aun su
obra maestra. «Imposible dudar; allí está la voluntad de Dios, esa voluntad tan
luminosa que se oculta en esta noche profunda; esta voluntad invencible es el
alma de esta total derrota; esta voluntad tan justa, tan buena, tan amante, no
deja de ser reina y señora en este castigo sin medida y del todo inmerecido por
aquel a quien se inflige; en una palabra, esta voluntad tres veces santa
permanece en el fondo de este prodigio de iniquidad. Vivimos en esta creencia…,
y después nos parece un exceso reconocer la voluntad de Dios, no digo en los
males de la Santa Iglesia o en las calamidades públicas, sino en las pérdidas
particulares, en esas humillaciones, esas decepciones, esos contratiempos, esos
pequeños males, esas nonadas que llamamos nuestras cruces y que son nuestras
pruebas habituales • El Santo Abandono,
Dom Vital Lehodey.
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