El lomo del borriquillo
es el trono del Mesías,
los mantos de los discípulos
y las ramas extendidas
son tapizado de amor
para dar la bienvenida.
Acoge a tu Rey, Sión,
que llega tu bella dicha.

No gritéis las mudas piedras,
oíd, que los niños gritan;
un coro de primavera,
alza canciones y vivas;
son por Jesús bondadoso,
sanador de toda herida,
aquel que del Padre llega
con la Palabra divina.

Avanza, oh Paz del Oriente,
y entra en la Ciudad querida,
Jerusalén te recibe,
el Templo espera tu cita,
el pueblo de los patriarcas
ve las promesas cumplidas,
¡que entre el Hijo de David,
Dios le dé soberanía!.

Salve, Jesús Nazareno,
montado en humilde silla;
oh Rey de los corazones,
que miras y pacificas,
hoy es día de homenaje,
la Iglesia en amor respira:
¡Salve, enviado del Padre,
salve Jesús, paz y vida!

¡Honor a la cruz gloriosa
de verdes palmas vestida;
a Jesús, Hijo de Dios,
clavado con cinco heridas;
gloria al Cordero inmolado,
en la hora vespertina,
al que en la cruz da el Espíritu
y en el huerto resucita! Amén

P. Rufino María Grández, ofmcap.
Cuautitlán Izcalli, 13 abril 2003


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Y entonces uno se queda con la Iglesia, que me ofrece lo único que debe ofrecerme la Iglesia: el conocimiento de que ya estamos salvados –porque esa es la primera misión de la Iglesia, el anunciar la salvación gracias a Jesucristo- y el camino para alcanzar la alegría, pero sin exclusividades de buen pastor, a través de esa maravilla que es la confesión y los sacramentos. La Iglesia, sin partecitas.

laus deo virginique matris


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