Entre el querer y el
poder
hay infinita
distancia,
y el amor en
abundancia
los juntó en el mismo
ser.
Soy un leproso, mi
Dios,
que quiero mas yo no
puedo,
y un milagro de tu
amor
necesito y es mi
ruego.
Si quieres, puedes
limpiarme,
como el leproso
confieso,
y estoy mirando a tus
ojos
que me digan: Sí, lo
quiero.
Mi vida es tu
voluntad,
tu querer es mi
deseo;
tu voz, oculta en el
alma,
con gratitud yo la
acepto.
Cuanto has pensado de
mí
dímelo, que es mi
proyecto;
que sea tu corazón
mi divino semillero.
Ante tus ojos me
he visto
en mis raíces
enfermo;
las opiniones ajenas
no me dan paz ni
consuelo.
Porque eres tú mi
verdad,
mi nuevo
descubrimiento,
lo más mío de mí
mismo,
en la tierra luz del
cielo.
Y aunque soy un
pecador,
y aunque leproso me
veo,
me reconozco
agraciado,
colmado de amor
inmenso.
Soy feliz cuando te
miro
y me abandono y
espero,
Jesús, perenne
milagro,
y siempre mi canto
bello.
Jesús, misterio
pascual,
yo cantaré tu
Evangelio,
palabra que a mí me
das
al sentirte
sacramento.
Soy contigo, mi
Señor,
digno de tu santo
cuerpo,
que todo lo purificas
con tu abrazo puro y
tierno. Amén ■
P. Rufino Mª Grández,
ofmcap.
Puebla, de los
Ángeles, 9 febrero 2012.
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