En el cristianismo, Agnus Dei
(traducido del latín, Cordero de Dios) se refiere a Jesucristo como víctima
ofrecida en sacrificio por los pecados de los hombres, a semejanza del cordero
que era sacrificado y consumido por los judíos durante la conmemoración anual
de la Pascua. Este título le fue aplicado por el profeta san Juan Bautista,
durante el episodio del bautismo de Jesús en el río Jordán, según se relata en
los evangelios. La representación del Agnus Dei en el arte cristiano ha
seguido, desde los primeros tiempos, unas características fijas. Se trata de la
imagen de un cordero con la cabeza aureada, y muchas veces herido por una lanza
en el pecho o degollado, que agarra con su pata delantera derecha un estandarte
coronado por una cruz. De este cuelga un pendón, bien con el Crismón, bien con
la imagen de una hostia, bien con una cruz latina. Originalmente siempre es
representado de pie, apoyado sobre tres patas y agarrando el estandarte con
otra, pero aparece otra forma del cordero tumbado (en este caso, herido o ya
degollado). Este signo cristiano procede de las primitivas comunidades que
sufrieron persecución en época romana, y es un símbolo del martirio como imagen
del sacrificio de Jesucristo en la Cruz. Junto al pez, el Buen Pastor y el
Maestro, es la representación simbólica más repetida en el arte paleocristiano.
En los siglos posteriores predomina el uso del símbolo en referencia al
Apocalipsis. En estas representaciones siempre aparece herido o degollado (como
un cordero pascual), en actitud de bendición, sobre la imagen del Libro de los
Siete Sellos ■
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