La palabra del Señor fue
dirigida a Jonás, hijo de Amittay, en estos términos: levántate, vete a Nínive, la gran ciudad, y clama contra ellos, porque
su maldad ha subido hasta mí[1].
Así comienza el libro de Jonás[2].
Y luego nos cuenta que Jonás se resiste y huye de Dios lo más lejos posible,
pero Dios persigue a su profeta y Jonás tiene que volver al camino que Dios le
señala hacia la gran ciudad. ¿Qué palabra es esa que Dios dirige, que levanta
al profeta, de la que éste huye y que al final viene de nuevo sobre Jonás y
éste proclama? Es la palabra de Dios, no la de Jonás. Es una fuerza y no sólo
una frase, una verdad. Jonás, el profeta, es un servidor de la Palabra. Este
profeta gruñón muestra en su comportamiento el destino de todos los profetas
bajo la autoridad inapelable de la Palabra de Dios.
El
profeta es un enviado, un hombre movido por la Palabra de Dios que no puede ir
donde le place sino donde Dios le envía, y para decir lo que Dios quiere. Es
posible que el profeta parezca en ocasiones al pueblo como un entrometido, un
hombre que va donde nadie le espera (¿quién esperaba en Nínive a Jonás?) Una
parte del actual desprecio por la Iglesia se debe a esta inoportunidad del
profeta. Una palabra que nos compromete y nos saca de nuestra rutina, que nos
echa en cara nuestro pecado, que amenaza y que invita a cambiar de vida, no
puede tener siempre entre nosotros una buena acogida.
Sin
embargo, la predicación de Jonás fue bien recibida en Nínive. Me pregunto si la
predicación del Evangelio en las grandes ciudades de nuestros días tendrá éxito
semejante, y es que las grandes ciudades parecen estar construidas más bien
para huir de Dios y desentenderse del prójimo. ¿Quién tocará el corazón del ser
humano que a veces da la impresión de solo querer consumir, y gastar? ¿Cómo
hacer ver a los hombres, que hay cimas mucho más altas que el bienestar material
o económico? Sólo la Palabra de Dios proclamada y vivida puede hacer el
milagro. Detrás de una civilización de consumo está el Reino de Dios, el reino
de la paz verdadera, de la justicia y de la libertad.
La
Palabra de Dios proclamada en medio de nosotros llama a penitencia. Es preciso
renovar la mente y el corazón y descubrir de nuevo la vocación con la que hemos
sido llamados para entrar en el Reino de Dios. El Reino de Dios es de los
pobres. Sólo éstos pueden seguir a Cristo que no tenía donde reposar la cabeza.
La Palabra de Dios no nos pide a todos que dejemos las redes, nuestro pequeño
negocio, nuestra ocupación. Nos invita a salir para descubrir horizontes más
amplios, descubrir al prójimo y la gran esperanza del Reino de Dios. Este es el
camino cristiano y también el camino de la auténtica promoción humana[3]
■
[1]
Jon 1, 1-2.
[2]
El libro de Jonás es una historia narrativa que tiene como propósito dar
testimonio de la gracia de Dios y que el mensaje de salvación es para todos los
seres humanos. Este libro difiere de los otros (libros proféticos) en el hecho
de que se concentra en el profeta y no en sus profecías. En el Nuevo Testamento
Jesús mencionará la historia de Jonás como una ilustración de su muerte y
resurrección
[3]
Eucaristía 1970, n. 12.
No hay comentarios:
Publicar un comentario