Señor, tú me llamaste
para ser instrumento de tu
gracia,
para anunciar la Buena Nueva,
para sanar las almas.
Instrumento de paz y de justicia,
pregonero de todas tus palabras,
agua para calmar la sed hiriente,
mano que bedice y que ama.
Señor, tú me llamaste
para curar los corazones heridos,
para gritar, en medio de las
plazas,
que el Amor está vivo,
para sacar del sueño a los que
duermen
y liberar al cautivo.
Soy cera blanda entre tus dedos,
haz lo que quieras conmigo.
Señor, tú me llamaste
para salvar al mundo ya cansado,
para amar a los hombres
que tú, Padre, me diste como
hermanos.
Señor, me quieres para abolir las
guerras
y aliviar la miseria y el pecado;
hacer temblar las piedras
y ahuyentar a los lobos del
rebaño. Amén ■
Himno del Oficio de Laudes de la
Liturgia de las Horas
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