Venid a mí todos los que estáis cansados, acabamos de escuchar en el
evangelio. Somos algo mucho más importante que nuestro trabajo, oficio, cargo o
profesión. Somos seres humanos hechos para vivir, amar, reír, ser. Por eso, en
contra de lo que muchos puedan pensar, descansar no es tan fácil. Porque no es
divertirse dando rienda suelta al consumo, ni irse de vacaciones para alardear
o alimentar la propia vanidad. Descansar
es reconciliarse con la vida. Disfrutar de manera sencilla, cordial y
entrañable del regalo de la existencia. Hacer la paz en nuestro corazón.
Limpiar nuestra alma. Reencontrarnos con lo mejor de nosotros mismos. Por eso,
no hay que recorrer largas distancias para encontrar descanso. Basta recorrer
la que nos lleva a encontrar la paz en nuestro corazón. Si ahí no la hallamos,
inútil buscarla en ninguna parte del mundo.
Necesitamos salir al aire libre y encontrarnos con la
naturaleza. Pero necesitamos también salir de nuestros egoísmos y mezquindades,
y abrirnos a la vida y a las personas, teniendo una profunda actitud de
servicio. Descansar es descubrir que uno está vivo, que puede mirar con ojos
más limpios y desinteresados a los que están alrededor, que es capaz de
enamorarse de las cosas sencillas y buenas, que hasta se puede tomar uno tiempo
para ser feliz.
Pero sólo descansamos cuando liberamos nuestro corazón de
angustias egoístas y de las mil complicaciones que nos creamos sin necesidad
alguna. No basta salvarnos de la asfixia que el nerviosismo, la ansiedad, el
ruido, la agitación o el trabajo producen en nosotros. No se puede descansar
cuando la insatisfacción, la tristeza, el miedo, el remordimiento o la
culpabilidad nos atenazan.
¿Cómo transformar todo esto en paz? ¿Cómo dejarnos iluminar
en lo más hondo de nuestro ser? ¿Cómo acoger de nuevo la energía de la vida?
Los cristianos sabemos que Dios forma parte de nuestra
vida pero no como un ser impersonal y lejano, sino como amigo querido y
cercano, que Él es camino de paz, de iluminación interior, de unificación de
todo nuestro ser, perdón y liberación de nuestras contradicciones, errores y pecados.
Abrirnos a Dios y encontrarnos con Él es encontrar descanso verdadero. Tal
cual. Ojalá, al organizar nuestras vacaciones, sepamos escuchar en las palabras
de Jesús la llamada de ese Dios amigo: Venid
a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré, y pasemos
tiempo con Él[1].
Jesús está en la Eucaristía y en la liturgia, en la oración y en la
contemplación, pero también está en el campo, en la puesta de sol junto al mar,
en la montada a caballo, en una buena novela, en los conciertos para violín de
Mozart, en los enfermos y en los necesitados ¡todo nos invita y nos facilita el
encuentro con Él, todo! ■
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