Utilizamos el concepto de
numinoso para designar una calidad de vivencia en que se nos revela lo que
significa rozar otra dimensión, otra realidad que trasciende el horizonte de la
conciencia ordinaria. Esta trascendencia puede tener un carácter liberador o
abrumador, gozoso u horrible, pero siempre se evidencia una fuerza que se
experimenta como sobrenatural... Todo lo que nos hace temblar de horror o de
alegría, todo lo que nos sitúa más allá del horizonte de nuestra realidad
cotidiana, posee una calidad numinosa. Lo mismo ocurre con aquello que nos sume
en un recogimiento sincero, o nos obliga a una entrega total de nosotros
mismos; con lo que nos aterroriza o nos arrastra, a pesar nuestro, a un acto
inhumano. En este sentido, todo lo que se vive como numinoso, ya sean luces o
tinieblas, amenaza siempre la realidad ordenada de nuestro medio habitual y
circunscrito haciéndonos estremecer. Es el tremendum de lo numinoso. Pero al mismo tiempo aflora a la
conciencia una dimensión inherente a nuestro Ser que es la base de toda nuestra
vida. Ese es su poder seductor. Poder que fascina ese trasfondo de nosotros
mismos, esa interioridad que deberíamos desarrollar ■ K.G. Dürckheim, Meditar: por qué y cómo
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