Gloria,
laus et honor tibi sit..."
Domingo
era de Ramos, no lo olvido...,
el
himno aquel..., divino su sonido...,
cantándole
a Jesús, ¡a mi Rabbí!
¡Qué
amores juveniles yo sentí!
¡Qué
golpes en el alma, qué zumbido,
delicia
al corazón... y qué latido,
gozando
en que mi vida fuera un sí!
¡Quién
me diera vivir así de amor,
de
puro amor a él, mi Dios, a él,
contento
yo de ser su servidor...
batiendo
con mis manos el laurel,
brindándole
su triunfo al Redentor,
a
Cristo, Rey Mesías de Israel...!
■ P. Rufino María Grández,
ofmcap.
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