San Francisco de Asís comprendió
muy bien el secreto de la Bienaventuranza de los pobres de espíritu. De hecho,
cuando Jesús le habló en la persona del leproso y en el Crucifijo, reconoció la
grandeza de Dios y su propia condición de humildad. En la oración, el Poverello
pasaba horas preguntando al Señor: «¿Quién eres tú? ¿Quién soy yo?». Se despojó
de una vida acomodada y despreocupada para desposarse con la “Señora Pobreza”,
para imitar a Jesús y seguir el Evangelio al pie de la letra. Francisco vivió inseparablemente
la imitación de Cristo pobre y el amor a los pobres, como las dos caras de una
misma moneda. Vosotros me podríais preguntar: ¿Cómo podemos hacer que esta
pobreza de espíritu se transforme en un estilo de vida, que se refleje
concretamente en nuestra existencia? Os contesto con tres puntos. Ante todo,
intentad ser libres en relación con las cosas. El Señor nos llama a un estilo
de vida evangélico de sobriedad, a no dejarnos llevar por la cultura del
consumo. Se trata de buscar lo esencial, de aprender a despojarse de tantas
cosas superfluas que nos ahogan. Desprendámonos de la codicia del tener, del
dinero idolatrado y después derrochado. Pongamos a Jesús en primer lugar. Él
nos puede liberar de las idolatrías que nos convierten en esclavos. ¡Fiaros de
Dios, queridos jóvenes! Él nos conoce, nos ama y jamás se olvida de nosotros.
Así como cuida de los lirios del campo (cfr. Mt 6,28), no permitirá que nos
falte nada. También para superar la crisis económica hay que estar dispuestos a
cambiar de estilo de vida, a evitar tanto derroche. Igual que se necesita valor
para ser felices, también es necesario el valor para ser sobrios ■ Papa
Francisco, mensaje para la XXIX Jornada Mundial de la Juventud Cracovia 2016.