IV Domingo de Adviento (A) 22.XII.2013

A lo largo y ancho de la historia de la salvación Dios se ha acercado a los hombres –a cada uno- para decirnos, a veces muy quedo al oído, que no tengamos miedo. El evangelio de éste domingo (el último del tiempo de Adviento) es un ejemplo de ello. Ya el ángel había dicho a la Virgen que no tuviera miedo. Los hombres de hoy seguimos temerosos. Miedo de Dios y miedo de los hombres, miedo de un peligro y miedo de un exceso de esperanza, miedo de sentirnos solos, y miedo también de sabernos demasiado amados. Miedo es una sensación que tenemos ante cualquier cosa que haga peligrar nuestro equilibrio, exterior o interior. El miedo viene de una causa externa, pero en último término siempre es de mí y por mí por lo que tengo miedo: tememos no estar a la altura de lo que la vida nos presentando. El miedo es algo así como una compasión propia.

José, el varón justo y silencioso (¡no conocemos su voz!) que encontramos en el evangelio, no se atreve a tomar a María como esposa. Intuye un misterio y tiene miedo de entrar en él. Miedo del misterio. ¿Miedo también de las responsabilidades? Dios se nos manifiesta por caminos inéditos. Dios es indomesticable. Permitir la entrada de Dios con todo su misterio en nuestras vidas significa exponernos a sorpresas continuas, a renunciar a nuestras seguridades, a tener que cambiar nuestra tendencia a lo planeado, lo organizado, lo sin-sorpresas por el don gratuito de la esperanza. Significa dejar nuestras pequeñas grandes riquezas y ponernos pobres y sin experiencia a merced del Señor, que es libertad suprema.

José había hecho sus planes. Como cualquier joven, había escogido una esposa. Sin ambición de ningún tipo, veía la vida en Nazaret con una serena tranquilidad: trabajar y amar, formar una familia en el temor de Dios y en la práctica de la Ley, llegar a una vejez venerable y, bendecido por Dios y por los hombres, volver al lugar de sus padres. Hijos y nietos bendecirían su memoria y perpetuarían a lo largo de las generaciones sus nombres. En María sucede algo que no comprende. Y tiene miedo. Tiene miedo porque ve la mano de Dios demasiado próxima. Instintivamente quiere volverse atrás, para bien de María y suyo propio. Hasta que Dios, a través de un sueño le explica lo que está ocurriendo y lo prepara para entrar en el misterio de Dios.

Nosotros ¿no hemos sentido nunca miedo ante una de esas interrupciones de Dios en nuestras vidas? Cada Navidad puede ser una. Hablamos mucho de la alegría de la Navidad, de su ternura significada por el niño que nace pero Navidad es el comienzo del camino que nos debe conducir a una participación activa en la historia de salvación.

El niño que vemos nacer es el hombre que veremos morir. En la Navidad, los ángeles cantan la gloria de Dios; luego la tierra se resquebrajará en protesta por el gran ultraje. Si estamos atentos, Navidad significaría cargar con unas responsabilidades y entrar en un misterio indescifrable. Dejarnos penetrar por la Navidad significa entrar de lleno en la lucha por la justicia. Y eso da miedo[1].

Pero ahí es cuando aparece la palabra que hemos oído en el evangelio: ¡no tengas miedo! La razón para no tener miedo nace del misterio mismo de la Navidad. El niño que nos ha de nacer llevará el nombre de Emmanuel, Dios-con-nosotros, anuncio de salvación. Una salvación que nos llegará por caminos inéditos, que deberemos trabajar con nuestro esfuerzo, siempre sometidos a sorpresas. No tengas miedo es un grito de esperanza, de esa esperanza que, por venir de Dios y por aferrarse como un ancla al misterio de su amor, nunca nos engaña ■



[1] M. Estrade, Misa Dominical 1974, n. 6.

Y entonces uno se queda con la Iglesia, que me ofrece lo único que debe ofrecerme la Iglesia: el conocimiento de que ya estamos salvados –porque esa es la primera misión de la Iglesia, el anunciar la salvación gracias a Jesucristo- y el camino para alcanzar la alegría, pero sin exclusividades de buen pastor, a través de esa maravilla que es la confesión y los sacramentos. La Iglesia, sin partecitas.

laus deo virginique matris


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