En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre Santo,
Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo Señor nuestro.
A Él que había sido anunciado por los profetas,
la Virgen Madre lo llevó en su seno con amor inefable;
Juan Bautista proclamó la inminencia de su venida
y reveló su presencia entre los hombres.
El mismo Señor nos concede ahora
preparar con alegría el misterio de su nacimiento,
para que su llegada nos encuentre
perseverantes en la oración
y proclamando gozosamente su alabanza.
Por eso, con los ángeles y los arcángeles,
y con todos los coros celestiales
cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del Universo.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo ■
(Misal Romano,
Prefacio IV del Tiempo de Adviento)
(Misal Romano,
Prefacio IV del Tiempo de Adviento)