Sabemos que vamos sumergidos en el Misterio que nos
excede... La hora del "descenso" es ésta y no hemos de
descorazonarnos cuando sufrimos lo que no aguardábamos. Topamos con la cizaña,
es verdad, pero no podemos circunscribirla ni definirla. Seguimos al Señor en
sus "pruebas" y el desconcierto -¡tantas veces!- puede convertirse en
oración. Más que nunca atendamos a aquél incomparable "no-temas" con
el cual los ángeles anuncian las cosas de Dios: -no temas, María, -no temas,
José, -No temas, Zacarías... Allí está David, derribando al gigante... ¿No
creemos, acaso, en ello? ¿Dónde está nuestra confianza? Las pruebas son el
nihilismo y la necedad... Pero la vida, que nos ha sido dada, late en nuestro
corazón y en el Corazón de Dios ■