Los senderos están cubiertos por alfombras de hojas muertas, caídas de los
árboles del bosque... La tierra no se ve. Está oculta debajo. Sólo pisamos
sobre las hojas que crujen bajo nuestros pies... Pero esas hojas no nos
sostienen. No nos podemos afirmar sobre ellas. Tampoco son ellas la tierra, que
nos queda escondida. Pero es claro que caminamos. Así es nuestra peregrinación.
La vida está escondida. Es más profunda siempre. ¿Qué nos ocupa ahora? ¿Las hojas
muertas o la tierra viva? Entra, pues, en tu corazón -oculto- y gózate en la
realidad que no puedes medir... Eso sí, no te fatigues pretendiendo que la
débil alfombra sea un fuerte camino. Reposa en la Verdad escondida y sigue sin
temor. El Señor está contigo ■ Alberto
E. Justo
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