Desde la antífona de entrada hasta la oración después de la comunión, toda
la liturgia de este domingo es una invitación a la alegría y a la fiesta. Este
año se lee, además, el texto paulino que contribuyó a dar colorido propio al
domingo gaudete.
La reforma litúrgica ha querido conservar el tradicional
tono de alegría de un domingo que señala la mitad del Adviento, de modo
semejante a como el domingo laetare
señala la mitad de la Cuaresma. Sin embargo, hay algo más profundo: el Señor
está cerca. La liturgia de este domingo explica los dos significados
fundamentales del Adviento: expectación de la última manifestación de Cristo al
final de la historia –la parusía- y la preparación para la Navidad. De ambas
venidas del Señor la liturgia nos habla éste domingo, y mientras más nos
aproximamos a las celebraciones navideñas más fuerte es la invitación a mantenernos
expectantes y activos, pero también alegres.
Todo habla de alegre espera porque el Señor está en medio
de su pueblo y viene a salvarnos. Sí: la venida del Señor es motivo de alegría,
como lo es el encuentro de aquellos que se aman: los amigos, los esposos, los
viejos compañeros del colegio. Y es que la alegría humana es una realidad
perfectamente válida para expresar la voluntad de Dios de encontrarse con su
pueblo: La alegría que encuentra el
marido con su esposa, la encontrará tu Dios contigo[1].
Y a la inversa: el pueblo, la Hija de Sión, el nuevo Israel, se alegra y grita
de júbilo[2].
La de éste domingo es la alegría de Juan el Bautista, el
amigo del Esposo, que está presente y escucha, y salta de gozo al oir su voz[3]. Es también la alegría de
los amigos del Novio, los discípulos de Jesús, que no pueden ayunar porque el
Novio está con ellos[4].
Y lo es también la alegría de la Iglesia, la esposa de
Cristo, una esposa que constantemente necesita de purificación y silencio, de
oración y ayuno[5]
y que está atenta a la predicación del Bautista. La pregunta se planteaba a
todos. A las gentes en general, a los publicanos, a los soldados, en el momento en que adivinaban que
habían llegado los tiempos mesiánicos: Entonces,
¿qué hacemos? La respuesta de Juan
Bautista es sencilla: Haced vuestro trabajo con justicia. Y esa es,
de hecho, la única respuesta verdadera: hemos de seguir viviendo con
autenticidad, con justicia y con sentido de los demás. Por eso el cristiano está
siempre alegre y su serenidad se contagia a los demás ¿la razón? La escuchamos
en la primera lectura de labios de Sofonías: El rey de Israel está en medio de
ti..., el Señor tu Dios, en medio de ti, es un
guerrero que te salva". Es el alegre poema de la Liturgia de la
Palaba de éste tercer domingo de Adviento ■