Cristo es un misterio imposible de intuir sin su Espíritu Santo,
que nos da "los ojos de la fe", para que realmente veamos en el amor
lo que es, no ya en nosotros mismos, sino en la Iglesia, por la que nosotros
debemos superar mediante la renuncia a nuestro punto de vista particular. Así,
el salto a las alturas que posibilita la visión es también siempre un salto en
lo invisible y así, y sólo así, la osadía siempre nueva del corazón es a al
final el encuentro con el Amor absoluto ■ Hans Urs von Balthasar, Gloria.
Una estética teológica. Parte segunda: Formas de estilo. Vol 3. Estilos
laicales, Madrid 1986, 236).