Gustad y ved qué
bueno es el Señor.
Bendigo al Señor en
todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloria en
el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren.
Proclamad conmigo la
grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor,
y me respondió,
me libró de todas mis ansias.
Contempladlo, y
quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca
al Señor,
él lo escucha y lo salva de sus angustias ■