Esperar resulta
esencial para la vida espiritual. Pero esperar como discípulo de Jesús no es
una espera vacía, sino una espera con una promesa en nuestro corazón que hace
ya presente lo que esperamos. Durante el Adviento esperamos el nacimiento de
Jesús. Después de Pascua esperamos la venida del Espíritu y después de la
Ascensión de Jesús esperamos su nueva venida gloriosa. Siempre estamos
esperando, pero es una espera vivida en el convencimiento de que ya hemos visto
las huellas de Dios. Esperar a Dios es una espera activa, alerta, ¡sí, gozosa!
Mientras esperamos recordamos a aquel que creó una comunidad preparada para
darle la bienvenida cuando Él venga ■ H. Nouwen, Aprender a esperar.