Cuando hablamos de desprendimiento o
de cortar ligazones o apegos, casi siempre permanecemos en la
"negación" de esto o de aquello. En efecto, nos decimos, debemos
vigilar para que todo eso que nos parece haber dejado no nos importune más.
Pero esto es un error, ya que permanecemos, por la negativa, atascados de la
peor manera, en exceso celosos por no sé qué perfecciones que sospechamos
alcanzar a fuerza de seguir rechazando... Cuando el alma sale libre por su
retorno a la pureza original no queda aferrada a las oscuridades de ayer. Basta
disponer el "lugar" para que Dios lo ocupe sin más. Pero ¿cómo lo
sabemos? ¿Qué es lo que ahora veremos? Nada de lo que imaginamos. Aquél que
nace en el corazón es insospechable y el espíritu no se conforma con ninguna
migaja, ni con ningún otro pedazo o fragmento. ¿Se nos ocurre posible un...
"vacío perfecto? ¿Qué pretendemos, en realidad? En este sentido, repetimos
con Guillermo de Saint-Thierry: "nadie está menos solo que el solo..."
Porque, cada vez, cuando abrimos las puertas de casa, viene el Señor con mayor
intimidad, secreto y silencio. No diremos de esta o de aquella manera. No hay
modos. La causa del amor de Dios es Dios mismo -decía san Bernardo- y su modo:
amar sin modo • Ermitaño Urbano
No hay comentarios:
Publicar un comentario