Me encontraba en el silencio del soto, entre
árboles rebosantes de humedad. No creo que jamás haya habido un momento en mi
vida en que mi alma sintiera una angustia tan apremiante y especial. Había
rezado todo el tiempo, por lo que no puedo decir que empezara a rezar cuando
llegué allí donde estaba la capilla: pero las cosas se iban precisando más. "Por
favor, ayúdame. ¿Qué voy a hacer? No puedo continuar así. ¡Tú puedes verlo!
Mira el estado en que me encuentro. ¿Qué debo hacer? Muéstrame el camino" ¡Como si se precisara más información o
alguna clase de signo! Pero dije esta vez a la Florecita: "Muéstrame lo que he de hacer" y añadí: "Si
entro en el monasterio, seré tu monje. Ahora enséñame lo que he de hacer".
Estaba peligrosamente cerca del camino equivocado para rezar...haciendo
promesas indefinidas y pidiendo una especie de signo •T. MERTON, La Montaña de
los Siete Círculos
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