Estábamos sentados allí, hablando, cuando entró
Peter Maurin. Estábamos sentados allí, hablando, cuando empezaron a formarse
colas de personas que decían: “Queremos pan”. Nosotros no podíamos decir: “Id,
que vuestra hambre será saciada”. Si había seis panes y algunos peces, teníamos
que repartirlos. Siempre había pan. Estábamos sentados allí, hablando, y la
gente se acercó a nosotros. Aquellos que lo pueden tomar, que lo tomen.
Salieron algunos, y así hubo espacio para
muchos más. Y, en cierto modo, la sala se ensanchó. Estábamos sentados
allí, hablando, y alguien dijo: Vámonos todos a vivir a una granja. A menudo
pienso que fue así de fortuito. Simplemente, se produjo. Ocurrió. Y yo, mujer
estéril, me vi como madre jubilosa de hijos. No siempre es fácil mantenerse
jubilosos, tener presente la obligación de la alegría. Algunos dicen que lo más
significativo del Catholic Worker es la pobreza. Otros dicen que lo más
significativo es la comunidad. Ahora ya no estamos solos. Pero la palabra final
es el amor. A veces ha sido, como decía el padre Zossima, una cosa dura y
terrible, y nuestra fe en el amor ha superado la prueba del fuego. No podemos
amar a Dios si no nos amamos unos a otros, y para amar tenemos que conocernos
unos a otros. A Él le conocemos en el acto de partir el pan, y unos a otros nos
conocemos en el acto de partir el pan, y ya nunca más estamos solos. El cielo
es un banquete y la vida también es un banquete, incluso con un mendrugo de
pan, allí donde hay comunidad. Todos hemos conocido la larga soledad y todos
hemos aprendido que la única solución es el amor, y que el amor llega con la
comunidad. Todo ocurrió mientras estábamos sentados allí, hablando, y aún
continúa • Dorothy Day
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