Ustedes están parados y yo estoy sentado, ¡Qué vergüenza! Pero
saben por qué me siento, porque tomé notas de una cosa que dijo nuestro
compañero, y sobre estas les quiero hablar[1].
Hay una palabra que cayó fuerte: soñar. Un escritor
latinoamericano decía que las personas tenemos dos ojos, uno de carne y otro de
vidrio. Con el ojo de carne vemos lo que miramos, con el ojo de vidrio vemos lo
que soñamos. ¿Está lindo eh?
En la objetividad de la vida tiene que entrar la
capacidad de soñar. Y un joven que no es capaz de soñar está clausurado en sí
mismo. Luego a veces uno sueña cosas que nunca van a suceder, ¡soñála, deseála!
¡Buscá horizonte, abrite! Abrite a cosas grandes. No sé si en Cuba se usa la
palabra, pero los argentinos decimos: no te arrugués, no te arrugués, abrite y
soñá. Soñá que el mundo con vos puede ser distinto.
Soña que si vos ponés lo mejor de vos vas ayudar a que
ese mundo sea distinto. No se olviden: sueñen. Por ahí se les va la mano,
sueñan demasiado y la vida les corta el camino, no importa sueñen y cuenten sus
sueños. Cuenten que las cosas grandes hay que contarlas, porque cuando más
grande es la capacidad de soñar y la vida te deja a mitad de camino, más camino
has recorrido. Así que primero: soñar.
Vos dijiste ahí una frasecita— yo la tenía escrita por
aquí— “que sepamos acoger y aceptar al que piensa diferente”. Pero es que
nosotros a veces somos cerrados, nos metemos en nuestro mundito, o este es como
yo quiero que sea, o no, y fuiste más allá todavía: “que no nos encerremos en
los conventillos de las ideologías o en los conventillos de las religiones, que
podamos crecer ante los individualismos”. Cuando una religión se vuelve
conventillo pierde lo mejor que tiene, pierde su realidad de adorar a Dios, de
creer en Dios, es un conventillo de palabras, de oraciones, de yo soy bueno, yo
soy malo, conventillo de prescripciones morales, y cuando yo tengo mi
ideología, mi moral y vos tenés el tuyo, me encierro en ese conventillo de
ideologías.
Corazones abiertos, mentes abiertas, si vos pensás
distinto que yo, por qué no vamos a hablar. Por qué siempre nos tiramos la
piedra sobre aquello que nos separa, sobre aquello en lo que somos distintos.
Por qué no nos damos la mano en aquello que tenemos en común. Animarnos a
hablar de lo que tenemos en común, y después podemos hablar de las cosas que
tenemos diferentes, pero digo hablar, no digo pelearnos, no digo encerrarnos,
no digo conventillar, —como usastes vos la palabra—. Todo es posible cuando uno
tiene la capacidad de hablar de aquello que tengo en común con el otro, de
aquello para lo cual somos capaces de trabajar juntos.
En Buenos Aires estaban obras de una parroquia nueva,
de una zona muy muy pobre. Estaban construyendo unos salones parroquiales un
grupo de jóvenes de la universidad, y el párroco me dijo por qué no te venís un
sábado y así te los presento. Trabajaban los sábados y los domingos en la
construcción. Eran chicos y chicas de la universidad. Yo llegué y me los fue
presentando y me dice: el arquitecto es judío, este es comunista, este es
católico práctico… Todos eran distintos, pero todos estaban trabajando en
común, por el bien común. Eso se llama amistad social, buscar el bien común. La
enemistad social destruye, y una familia se destruye por la enemistad; un país
se destruye por la enemistad; el mundo se destruye por la enemistad, y la
enemistad más grande es la guerra. Y hoy día vemos que el mundo se destruye por
la guerra, porque son incapaces de sentarse y hablar. Bueno, negociemos, qué
podemos hacer en común, en qué cosas no vamos a ceder, no matemos más gente.
Cuando hay división, hay muerte, hay muerte en el alma, porque estamos matando
la capacidad de unir, estamos matando la amistad social. Y eso es lo que yo les
pido a ustedes hoy: sean capaces de crear la amistad social.
Después salió otra palabra que vos dijiste, la palabra
esperanza. Los jóvenes son la esperanza de un pueblo. Eso lo oímos en todos
lados. Por qué son la esperanza, es ser optimista, el optimismo es un estado de
ánimo. Mañana te levantas con dolor de hígado y vos no sos optimista, ves todo
negro. La esperanza es algo más. La esperanza es sufrida. La esperanza sabe
sufrir para llevar adelante un proyecto, sabe sacrificarse. ¿Vos sos capaz de
sacrificarte por un futuro? ¿O solamente querés vivir el presente y que se
arreglen los que vengan? La esperanza es fecunda; la esperanza da vida ¿vos sos
capaz de dar vida? ¿O vas a ser un chico o una chica espiritualmente estéril
sin capacidad de crear vida a los demás; sin capacidad de crear amistad social;
sin capacidad de crear Patria; sin capacidad de crear grandeza? La esperanza es
fecunda. La esperanza se da en el trabajo. Y aquí me quiero referir a un
problema muy grave que se está viviendo en Europa: la cantidad de jóvenes que
no tienen trabajo. Hay países en Europa que jóvenes de 25 años hacia abajo,
viven desocupados en un porcentaje del 40%— pienso en un país—, otro país tiene
el 27%, otro país 50%. Evidentemente, un pueblo que no se preocupa por dar
trabajos a los jóvenes— y cuando digo pueblo no digo gobiernos—,ese pueblo no
tiene futuro. Los jóvenes entran a formar parte de la cultura del descarte, y
todos sabemos que hoy en este empeño del dios dinero se descartan las cosas y
se descartan las personas. Se descartan los chicos porque no se los quiere,
porque se los mata antes de nacer. Se descartan los ancianos—estoy hablando del
mundo en general— se descartan los ancianos porque ya no producen, en algunos
países hay ley de eutanasia, pero en tantos otros hay una eutanasia escondida,
cubierta. Se descartan los jóvenes porque no le dan trabajo, entonces qué le
queda a un joven sin trabajo. Un país que no inventa, un pueblo que no inventa
posibilidades laborales para sus jóvenes, a ese joven solo le queda las
adicciones o el suicidio, o irse por ahí buscando ejércitos de destrucción para
crear guerras. Esta cultura del descarte nos está haciendo mal a todos, nos
quita la esperanza y es lo que vos pediste para los jóvenes. Queremos
esperanza, esperanza que es sufrida, es trabajadora, es fecunda. Nos da trabajo
y nos salva de la cultura del descarte. Y esa esperanza, que es convocadora,
convocadora de todos, porque un pueblo que sabe autoconvocarse para mirar el
futuro y construir la amistad social, como dije, aunque piense diferente, ese
pueblo tiene esperanza.
Y si yo me encuentro con un joven sin esperanza…, por
ahí una vez dije: un joven es jubilado. Hay jóvenes que parecen que se jubilan
a los 22 años. Son jóvenes con tristeza existencial, son jóvenes que han
apostado su vida al derrotismo básico, son jóvenes que se lamentan, son jóvenes
que se fugan de la vida. El camino de la esperanza no es fácil y no se puede
recorrer solo. Hay un proverbio africano que dice: si querés ir de prisa andá
solo, pero si querés llegar lejos andá acompañado. Y yo a ustedes jóvenes
cubanos, les digo piensen diferente, aunque tengan su punto de vista diferente,
quiero que vayan acompañados juntos buscando la esperanza, buscando el futuro y
la nobleza de la Patria.
Y así empezamos con la palabra soñar, y quiero
terminar con otra palabra que vos dijiste, y que yo la suelo usar bastante: la
cultura del encuentro. Por favor, no nos desencontremos entre nosotros mismos.
Vayamos acompañados, encontrados, aunque pensemos distintos, aunque sintamos
distintos. Pero hay algo que es superior a nosotros, es la grandeza de nuestro
pueblo, es la grandeza de nuestra Patria, es esa es belleza, esa dulce
esperanza de la Patria a la que tenemos que llegar.
[1] Palabras improvisadas por el Santo Padre Francisco en
el encuentro con los jóvenes del Centro Félix Varela, en La Habana (Cuba) el
Domingo 20 de Septiembre del 2015 (El texto, aunque publicado en la página web
de la Santa Sede fue, antes, cortesía de Mons. Simón Bolívar Sánchez Carreón,
secretario de la nunciatura apostólica en Malta)
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