Pureza de corazón
para ser digna morada
de la Palabra Encarnada
que viene en la Comunión.

 Tus ojos son mi pureza
cuando traspasan mi alma
y dejan en mi brillando
el brillo de tu mirada.
¡Cristo, reflejo del Padre,
y luz sin ninguna mancha!

Pureza que es sencillez
la que a Jesús agradaba,
sin pliegues y sin repliegues,
alma tersa, tierra franca.
¡Jesús, candor de sencillos,
hazme como el agua clara!

Pureza que es la verdad
o la humildad ataviada,
que es la divina hermosura
en la condición humana.
¡Jesús, mi Dios sin engaño,
hazme verdad sustanciada!

Pureza de Eucaristía,
la Hostia de harina blanca,
Cordero que nos lavaste
con tu sangre inmaculada.
¡Vísteme de blanca túnica
para cantarte en la patria! Amén

 P. Rufino Mª Grández, ofmcap.

Agosto 2009

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Y entonces uno se queda con la Iglesia, que me ofrece lo único que debe ofrecerme la Iglesia: el conocimiento de que ya estamos salvados –porque esa es la primera misión de la Iglesia, el anunciar la salvación gracias a Jesucristo- y el camino para alcanzar la alegría, pero sin exclusividades de buen pastor, a través de esa maravilla que es la confesión y los sacramentos. La Iglesia, sin partecitas.

laus deo virginique matris


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