Cuando san Antonio tuvo que buscar un hombre
de oración mucho más santo que él, su ángel de la guarda no le envió a un
monasterio o al obispo de Alejandría, donde, sin embargo, vivía el gran san
Atanasio, sino a una calle insignificante de aquella gran ciudad de perdición,
en la que los hombres no distinguían ya su mano derecha de la izquierda, y allí
encontró a un humilde zapatero que le convirtió por completo (…) Si deseas
encontrar un auténtico hombre de oración, dirígete a los lugares en que
permanecen ocultos, sobre todo en el corazón de las ciudades y de los grandes
espacios desiertos. Si vas a los monasterios, fíjate en hermanos conversos de
edad o en monjes silenciosos. Existen también lugares de gran soledad: los
hospitales, las casas de personas ancianas. En ellos hay muchos hombres de
oración; pero permanecen ocultos, invisibles. Pide a tu ángel de la guarda que
te los descubra. Te bastará verlos para entenderlo todo. Existe una misteriosa
red de hombres de oración ocultos como las raíces en el fondo de la tierra, y
Dios permite a veces que se encuentren y se descubran en el silencio. Estos se
concede gratuitamente • Jean Lafrance
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