Cómo podría la Iglesia recuperar el prestigio moral y
ejercer de nuevo aquella influencia que tuvo en nuestra sociedad hace algunos
años? Sin confesarlo en voz alta recordamos (¿sin añorar?) aquellos tiempos en
que la Iglesia podía anunciar su mensaje de manera mucho más abierta y sin que
los medios de comunicación se le echaran encima. ¿Por qué se ha dejado de
prestar atención a lo que la Iglesia tiene qué decir? ¿No deberíamos hacer algo más –mucho más- por
los más jóvenes de manera que al crecer puedan transmitir la fe de manera
persuasiva y convincente ¡contagiosa! atrayendo de nuevo a los demás hacia la
verdad?
Las palabras del Señor en el evangelio de éste domingo
al enviar a sus discípulos sin pan ni alforja, sin dinero ni túnica de repuesto
nos invitan a pensar más bien en «caminar» pobremente, con libertad, ligereza y
disponibilidad total, es decir, lo importante no son los planes pastorales o los
cerros de papeles sobre un escritorio que nos den seguridad, sino la fuerza
misma del evangelio vivido con sinceridad, pues el evangelio penetra en la
sociedad no tanto a través de medios eficaces de propaganda, cuanto por medio
de testigos que viven fielmente el seguimiento a Jesucristo. En otras palabras:
La Iglesia no crece por proselitismo, crece por atracción; la atracción
testimonial de este gozo que anuncia Jesucristo. Ese testimonio que nace de la
alegría asumida y luego transformada en anuncio. Es la alegría fundante.
Necesitamos cristianos bien formados doctrinalmente,
pero necesitamos, mucho más, testigos vivos del evangelio, al más puro estilo
de Papa Francisco. Son necesarias en la Iglesia la organización y las
estructuras, sí, pero sólo para sostener la vida evangélica de los creyentes.
Una Iglesia que no es ligera de equipaje, una Iglesia
que no está en salida, y unos sacerdotes que no olemos a oveja y que parecemos
sargentos con cara de mal pagados, que decía mi nana Chuy. Una Iglesia corre el
riesgo de hacerse sedentaria y conservadora, una Iglesia que a la larga se
preocupará más de abastecerse a sí misma que de caminar libremente en el
evangelio •
Una Iglesia más desguarnecida, más desprovista de
privilegios y más empobrecida de poder socio-político, es una Iglesia más libre
y más capaz de ofrecer el evangelio en su verdadera pureza[1]
•
No hay comentarios:
Publicar un comentario