Pudo usted celebrar la misa
en la cárcel? “, es la pregunta que muchos me han hecho innumerables veces. Y
tienen razón: la Eucaristía es la más hermosa oración, es la cumbre de la vida
cristiana. Cuando les respondo que sí, ya sé cuál es la pregunta siguiente:
“¿Cómo consiguió encontrar pan y vino? “. Cuando
fui arrestado tuve que salir inmediatamente, con las manos vacías. Al día
siguiente me permitieron escribir y pedir las cosas más necesarias: ropa, pasta
de dientes... Escribí a mi destinatario: “ Por favor, mandadme un poco de vino
como medicina contra el dolor de estómago “. Los fieles entendieron lo que eso
significaba: me mandaron una botellita de vino de misa con una etiqueta que
decía: “ medicina contra el dolor de estómago “, y las hostias las ocultaron en
una antorcha que se usa para combatir la humedad. El policía me preguntó:
-
¿Le duele el estómago?
-Sí.
-Aquí
hay un poco de medicina para usted.
Nunca
podré expresar mi gran alegría: todos los días, con tres gotas de vino y una
gota de agua en la palma de la mano, celebraba la misa.
De
todos modos, dependía de la situación. En el barco que nos llevó al norte
celebraba la misa por la noche y daba la comunión a los prisioneros que me
rodeaban. A veces tenía que celebrar cuando todos iban al baño, después de la
gimnasia. En el campo de reeducación nos dividieron en grupos de 50 personas;
dormíamos en camas comunes; cada uno tenía derecho a 50 cm . Nos las arreglamos
para que estuvieran cinco católicos conmigo. A las 21:30 había que apagar la
luz y todos debían dormir. Me encogía en la cama para celebrar la misa de
memoria, y repartía la comunión pasando la mano bajo el mosquitero. Fabricamos
bolsitas con el papel de los paquetes de cigarrillos para conservar el
Santísimo Sacramento. Llevaba siempre a Jesús eucarístico en el bolsillo de la
camisa.
Recuerdo
lo que escribí: “Tú crees en una sola fuerza: la Eucaristía, el Cuerpo y la
Sangre del Señor que te dará la vida. He venido para que tengan vida y la
tengan en abundancia”[1]. Como el
maná aumentó a los israelitas en su viaje a la tierra prometida, así la
Eucaristía te alimentará en tu camino de la esperanza[2].
Cada
semana tiene lugar una sesión de adoctrinamiento en la que debe participar todo
el campo. Durante el descanso, mis compañeros católicos y yo aprovechamos para
pasar un paquetito para cada uno de los otros cuatro grupos de prisioneros;
todos saben que Jesús está en medio de ellos; El es el que cura todos los
sufrimientos físicos y mentales. Durante la noche los presos se turnan en
adoración; Jesús eucarístico ayuda inmensamente con su presencia silenciosa.
Muchos cristianos vuelven al fervor de la fe durante esos días; hasta budistas
y otros no cristianos se convierten. La fuerza del amor de Jesús es
irresistible. La oscuridad de la cárcel se convierte en luz, la semilla germina
bajo tierra durante la tempestad.
Ofrezco
la misa junto con el Señor: cuando reparto la comunión me doy a mí mismo junto
al Señor para hacerme alimento para todos. Esto quiere decir que estoy siempre
al servicio de los demás.
Cada
vez que ofrezco la misa tengo la oportunidad de extender las manos y de
clavarme en la cruz de Jesús, de beber con Él el cáliz amargo.
Todos
los días, al recitar y escuchar las palabras de la consagración, confirmo con
todo mi corazón y con toda mi alma un nuevo pacto, un pacto eterno entre Jesús
y yo, mediante su sangre mezclada con la mía[3].
Jesús
empezó una revolución en la cruz. Vuestra revolución debe empezar en la mesa
eucarística, y de allí debe seguir adelante. Así podréis renovar la humanidad.
He
pasado nueve años aislado. Durante ese tiempo celebro la misa todos los días
hacia las 3 de la tarde, la hora en que Jesús estaba agonizan do en la cruz.
Estoy solo, puedo cantar mi misa como quiera, en latín, francés, vietnamita...
Llevo siempre conmigo la bolsita que contiene el Santísimo Sacramento; “Tú en
mí, y yo en Ti “. Han sido las misas más bellas de mi vida.
Por
la noche, entre las 9 y las 10, realizo una hora de adoración, canto Lauda Sion, Pange Lingua, Adoro Te , Te Deum
y cantos en lengua vietnamita, a pesar del ruido del altavoz, que dura
desde las 5 de la mañana hasta las 11:30 de la noche. Siento una singular paz
de espíritu y de corazón, el gozo y la serenidad de la compañía de Jesús, de
María y de José. Canto Salve Regina ,
Salve Mater , Alma Redemptoris Mater , Regina coelí ... en unidad con la
Iglesia universal. A pesar de las acusaciones y las calumnias contra la Iglesia
, canto Tu es Petrus , Oremus pro
Pontifice nostro , Christus vincit ... Como Jesús calmó el hambre de la
multitud que lo seguía en el desierto, en la Eucaristía El mismo continúa
siendo alimento de vida eterna.
En
la Eucaristía anunciamos la muerte de Jesús y proclamamos su resurrección. Hay
momentos de tristeza infinita. ¿Qué hacer entonces? Mirar a Jesús crucificado y
abandonado en la cruz. A los ojos humanos, la vida de Jesús fracasó, fue
inútil, frustrada, pero a los ojos de Dios, Jesús en la cruz cumplió la obra
más importante de su vida, porque derramó su sangre para salvar al mundo. ¡Qué
unido está Jesús a Dios en la cruz, sin poder predicar, curar enfermos, visitar
a la gente y hacer milagros, sino en inmovilidad absoluta!
Jesús
es mi primer ejemplo de radicalismo en el amor al Padre y a los hombres. Jesús
lo ha da do todo: “ Nos amó hasta el extremo “[4],
hasta el “ Todo está cumplido “[5].
Y el Padre amó tanto al mundo “ que dio a su Hijo unigénito”[6].
Darse todo como un pan para ser comido “por la vida del mundo”[7].
Jesús dijo: “ Siento compasión de
la gente”[8].
La multiplicación de los panes fue un anuncio, un signo de la Eucaristía que
Jesús instituiría poco después ■
Cardenal F. X. Nguyen Van Thuan, Cinco panes y dos peces, Ed. Ciudad Nueva, 2ª Ed. Buenos Aires,
2001, p. 40-45.
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