Altísimo Señor, que supiste
juntar
a un tiempo en el altar ser
Cordero y Pastor,
quisiera con fervor amar y
recibir
a quien por mí quiso morir.
Cordero divinal por nuestro sumo
bien,
inmolado en Salén, en tu puro
raudal
de gracias celestial, lava mi
corazón,
que el fiel te rinde adoración.
Suavísimo maná, que sabe a dulce
miel,
ven y del mundo vil nada me
gustará.
Ven y se trocará del destierro
cruel
con tu dulzura la amarga hiel ■
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