Como ocurre con la mayoría de los
iconos marianos del área greco-bizantina, según la tradición la Salus Populi
Romani fue pintada por San Lucas en un trozo de madera de la mesa que se
utilizó en la Última cena de Jesús con sus apóstoles o bien, en una mesa
construida por el propio Redentor que la Virgen María guardó tras su
cruxifición. Esta misma tradición dice que es una copia de una imagen aparecida
de forma milagrosa en Lydda, en una iglesia construida por los apóstoles Pedro
y Juan. Esta misma leyenda nos dice que la pintura permaneció en Jerusalén y
sus alrededores hasta que fue descubierta por Santa Elena en el siglo IV. Junto
con otras reliquias sagradas, como la cruz en la que murió Cristo, la pintura
fue trasladada a Constantinopla, donde su hijo, el emperador Constantino el
Grande, erigió una iglesia para su entronización. Más tarde, el icono sería
trasladado por la propia Santa Elena a Roma, aunque según otra versión el ícono
llegó a Roma por mar, siendo acogido por el Papa San Gregorio Magno a orillas
del Tíber. Fue colocado en la Basílica de Santa María la Mayor considerada como
el "primer santuario dedicado a la Virgen María en Occidente". El
cardenal Cesare Baronio, historiador de la Iglesia, escribió que fue el Papa
Gregorio quien llevó el ícono a la Basílica de Santa María la Mayor, en el año
590, al final de una procesión para invocar el cese de una de las pestes más
graves de la urbe. Durante siglos se colocó por encima de la puerta del
baptisterio de la basílica, según un documento de 1240 aparece mencionada como
Regina Caeli ("Reina del Cielo"). Más tarde se trasladó a la nave de
la basílica, y desde el siglo XIII se conservó en un tabernáculo de mármol.
Desde 1613, se situó en el altar-tabernáculo de la Capilla Borghese o Capilla
Paulina de la basílica (construida específicamente para guardar el icono). Los
jesuitas acompañaron sus primeras misiones con reproducciones de este ícono,
muy venerado por ellos ■
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