En el camino espiritual se da una
irrupción a la vida. Es como la floración del cerezo: ayer estaba todavía
pelado y de repente, de la noche a la mañana, se abren miles de flores y luce
un blanco purísimo. Nadie puede producir algo así, pues viene del interior.
Asimismo, la experiencia de la Realidad plena es la irrupción de la vida desde
el interior. Hay un proverbio chino que viene al caso: "Le dije al
almendro que me hablara de Dios. Y comenzó a florecer". Esto es lo que el
ser humano debería poder decir también de sí mismo: comencé a ser totalmente
humano. En el fondo no se trata de otra cosa que de nuestra plenitud como seres
humanos. Hemos nacido como personas para poder crecer y madurar hacia una
existencia más amplia. Éste es el motivo real de nuestra existencia aquí. La
verdadera falta que se comete es pasar por alto este deber de nuestra vida.
Puede que se trate de lo que la Biblia llama el pecado contra el Espíritu Santo
■ Willigis
Jäger
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