Como una promesa, eres Tú, eres Tú.
Como una mañana de verano.
Como una sonrisa, eres Tú, eres Tú.
Así, así, eres Tú.

Toda mi esperanza, eres Tú, eres Tú.
Como lluvia fresca en mis manos
como fuerte brisa, eres Tú, eres Tú.
Así, así, eres Tú.

Eres Tú como el agua de mi fuente (algo así eres Tú)
Eres Tú el fuego de mi hogar
Eres Tú como el fuego de mi hoguera
Eres Tú el trigo de mi pan.

Como mi poema, eres Tú, eres Tú.
Como una guitarra en la noche,
todo mi horizonte eres tú, eres Tú.
Así, así, eres Tú.

Eres Tú como el agua de mi fuente (algo así eres Tú)
Eres Tú el fuego de mi hogar
Eres Tú como el fuego de mi hoguera
Eres Tú el trigo de mi pan 

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Y entonces uno se queda con la Iglesia, que me ofrece lo único que debe ofrecerme la Iglesia: el conocimiento de que ya estamos salvados –porque esa es la primera misión de la Iglesia, el anunciar la salvación gracias a Jesucristo- y el camino para alcanzar la alegría, pero sin exclusividades de buen pastor, a través de esa maravilla que es la confesión y los sacramentos. La Iglesia, sin partecitas.

laus deo virginique matris


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