Recuerde el alma dormida, avive
el seso y despierte contemplando
como se pasa la vida, como se
viene la muerte tan callando;
cuán presto se va el placer,
como, después de acordado, da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquiera tiempo pasado fue mejor.
Nuestras vidas son los ríos que
van a dar en el mar, que es el morir;
allí van los señoríos derechos
a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos;
y, llegados, son iguales
los que viven por sus manos y los
ricos.
Este mundo es el camino para el
otro, que es morada sin pesar;
más cumple tener buen tino para
andar esta jornada
sin errar.
Partimos cuando nacemos, andamos
mientras vivimos, y llegamos
al tiempo que fenecemos; así que
cuando morimos descansamos.
Este mundo bueno fue
si bien usásemos de él como
debemos,
porque, según nuestra fe, es
para ganar aquel
que atendemos.
Aún aquel Hijo de Dios, para
subirnos al cielo, descendió
a nacer acá entre nos, y a vivir
en este suelo do murió
■ Liturgia de las
Horas, himno para el Miércoles de Ceniza
(Jorge Manrique, 1440-1479)
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