Tu Palabra me da vida, confío en Tí Señor,
Tu Palabra es eterna, en ella esperaré.

Dichoso el que con vida intachable,
camina en la ley del Señor.
Dichoso el que guardando sus preceptos,
lo busca de todo corazón.

Postrada en el polvo está mi alma,
devuélvame la vida tu Palabra;
mi alma está llena de tristezas,
consuélame, Señor, con tus promesas.

Escogí el camino verdadero,
y he tenido presente tus decretos;
correré por el camino del Señor,
cuando me hayas ensanchado el corazón.

Este es mi consuelo en la tristeza,
sentir que tu Palabra me da vida;
por las noches me acuerdo de tu Nombre,
recorriendo tu camino, dame vida.

Repleta está la tierra de tu gracia,
enséñame, Señor, tus decretos;
mi herencia son tus mandatos,
alegría de nuestro corazón 


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Y entonces uno se queda con la Iglesia, que me ofrece lo único que debe ofrecerme la Iglesia: el conocimiento de que ya estamos salvados –porque esa es la primera misión de la Iglesia, el anunciar la salvación gracias a Jesucristo- y el camino para alcanzar la alegría, pero sin exclusividades de buen pastor, a través de esa maravilla que es la confesión y los sacramentos. La Iglesia, sin partecitas.

laus deo virginique matris


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