Si
tenemos fija la mirada en las cosas de la eternidad, y estamos persuadidos de
que todo lo de este mundo pasa y termina, viviremos siempre contentos y entonces permaneceremos inquebrantables en nuestro entusiasmo hasta el fin. Ni nos
abatirá el infortunio, ni nos llenará
de soberbia la prosperidad, porque consideraremos ambas cosas como caducas y
transitorias ■ Casiano, Instituciones, 9
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