Si Jesús es mi tesoro,
ya no es mi dios el dinero;
de nadie soy prisionero,
y solo al Señor adoro.
Solo Dios, el Uno y Trino,
en el mundo pasajero,
que amores está robando
y quiere súbditos ciegos.
Dios y yo, dos infinitos,
él la voz, y yo el eco:
el infinito increado
y el finito duradero.
Solo Dios, a él los ojos,
Señor de la tierra y cielo,
El que era y el que es,
y el que ha de venir muy luego.
Solo Dios, eterno Dios,
que da movimiento al tiempo,
el que me trajo a este mundo
con divino nacimiento.
Solo Dios, quien me besó
y me hizo barro y aliento,
y de regalo me dio
su historia y el firmamento.
Solo Dios, mi Dios amado,
lágrimas de nuestro encuentro
para contarnos amores,
vertidos en sacramento.
Solo Dios, aquí, Jesús,
en esta Pascua misterio,
mi soledad sin riberas,
mi plenitud y mi anhelo.
Solo Dios frente a mis labios
infinitamente hambrientos,
frente a mis ojos tendidos,
que, al mirar, están gimiendo.
Solo Jesús, que es la puerta
de todos mis pensamientos;
soy el que soy para ti
y en mi Yo tienes tu asiento.
Arrebátame contigo,
aunque me dejes sufriendo,
¡oh mi gemido vital,
que por ti lo voy tejiendo! Amén ■
P. Rufino Mª Grández, ofmcap,
Puebla, 10 octubre 2011
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