No hace ningún bien utilizar grandes palabras para hablar de Cristo. Dado
que yo parezco incapaz de hablar de Él en el lenguaje de un niño, he llegado al
punto de apenas poder hablar de él en absoluto. Todas mis palabras me
avergüenzan. Esta es la razón de que esté cada vez más agradecido al Oficio y
los salmos. Su alabanza de Dios es perfecta, y Dios me los da para articularlos
como más propios de mí que cualquier otro idioma que pudiera inventar ■ T. Merton
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