Dos hijos había:
el bueno y el malo;
el bueno con halo,
mas no obedecía
Bonita apariencia,
corteses modales,
mas no son señales
de buena conciencia.
Que no es el que dice:
Jesús mi Señor,
sino el pecador.
¡perdón, mal lo hice!
No hay cosa más bella
que andar en verdad,
tomar la humildad
por guía y estrella.
Y ser el que soy
por dentro y por fuera,
y al ver mi manera
sabrán dónde voy.
Que al verme la cara
contemplen ni alma,
mi pena o mi calma
como en agua clara.
Yo busco anhelante
al Dios que está ahí;
si vienes a mí
no te desencante.
Que el sí sea sí,
por gracia y muy firme
y al punto de irme...,
diré: lo cumplí.
Que el no sea no
muy claro y valiente,
y diga obediente:
Jesús me ayudó.
Jesús, en tus manos,
la vida es verdad,
la sinceridad
fulgor de cristianos.
Tu rostro piadoso
me abra el paraíso,
que ya lo diviso,
misericordioso ■
P. Rufino Mª Grández, ofmcap,
Puebla, 20 septiembre 2011
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