Sólo la Niña aquella, la Niña inmaculada,
la Madre que del hijo recibió su hermosura,
la Virgen que le dice a su Creador criatura,
sólo esa Niña bella al cielo fue elevada.

Los luceros formaron innumerables filas,
tapizaron las nubes el cielo en su grandeza;
y aquella Niña dulce de sin igual belleza
llenaba todo el cielo con sus claras pupilas.

Nuestro barro pequeño, de nostalgia extasiado,
ardientemente quiere subir un día cualquiera
al cielo, dónde el barro de nuestra Niña espera
purificar en gracia nuestro barro manchado. Amén

Himno del Oficio de Laudes de la Liturgia de las Horas

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Y entonces uno se queda con la Iglesia, que me ofrece lo único que debe ofrecerme la Iglesia: el conocimiento de que ya estamos salvados –porque esa es la primera misión de la Iglesia, el anunciar la salvación gracias a Jesucristo- y el camino para alcanzar la alegría, pero sin exclusividades de buen pastor, a través de esa maravilla que es la confesión y los sacramentos. La Iglesia, sin partecitas.

laus deo virginique matris


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