Todos tenemos una tendencia
a vivir solamente con un pie en el presente (el otro lo apoyamos en el pasado o
en el futuro...) Y cuando esto sucede, nos perdemos la riqueza del presente,
porque no estamos plenamente conscientes de él. No estamos plenamente conscientes,
porque no estamos completamente en el presente. Con frecuencia estamos haciendo
algo para hacer otra cosa diferente: de tal manera concentramos nuestros
pensamientos en esa otra cosa, que en realidad no experimentamos lo que estamos
haciendo. Es un continuo correr del pasado al futuro, de tal forma que no
estamos en el presente. Verdaderamente no estamos conscientes de lo que sucede
ahora. No disfrutamos de lo que estamos haciendo ahora, porque nuestros
pensamientos vuelan hacia lo que vamos a hacer a continuación. Y, precisamente
porque nuestros pensamientos se hallan alejados del presente, no nos damos
plena cuenta de lo que estamos haciendo en este momento. Un maestro zen le dijo una vez a
su alumno: Cuando camines, camina. Cuando comas, come. El alumno replicó: Pero,
¿no es eso lo que todos hacemos? El maestro aclaró: No es así. Muchas personas,
cuando caminan, solamente están pensando en el sitio a donde van. No tienen una
experiencia real del caminar. Ni siquiera advierten que están caminando... Esta
especie de ausencia del momento presente nos vuelve difícil el estar
verdaderamente conscientes. Porque el pasado es la realidad que fue pero ya no
es; el futuro es la realidad que será pero no es todavía. El presente es lo
real. Si nos desconectamos del presente estamos realmente desconectados de lo
verdaderamente real. Esto nos hace imposible cambiar nuestra atención cuando
vamos a orar, y lograr esa sencilla consciencia (atención) que nos permite
estar en contacto con Dios. Todo lo anterior se resume en esto: la atención al
momento presente puede ayudarnos mucho para profundizar nuestra conciencia de
la presencia de Dios, porque esta atención al momento presente concentra
nuestro ser en la unidad. Esto n os da la posibilidad de experimentar más
fácilmente el ser una sola cosa con Dios ■ William H. Shannon, Silencio en Llamas.
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