San Longinos o Longino de Cesarea
fue, según algunas tradiciones cristianas, el soldado romano que traspasó el
costado del cuerpo de Jesús con su lanza; conocida como La Santa Lanza. El
individuo no tiene nombre en los evangelios que relatan el hecho, pero suele
identificarse con el centurión que, ante la muerte de Jesús, exclamara: “En verdad
este era el Hijo de Dios”. La leyenda de Longino se originó en la Baja
Antigüedad y el Medioevo, agregando datos sobre su vida, su nacimiento en
Lanciano, Italia, conversión al cristianismo y su muerte, hasta llegar a ser
considerado un santo por la Iglesia Católica y otras comuniones cristianas. Los
evangelios sinópticos no registran este suceso, tampoco los apócrifos más
antiguos que se conservan, si bien se menciona a un centurión que comenta el
carácter de hijo de Dios del crucificado. En el escrito apócrifo conocido como Evangelio de Nicodemo, unido a las
(también apócrifas) Actas de Pilato,
aparece por primera vez el nombre de Longino. La escritora Sabina Baring Gould
comenta, a propósito del tema, que “El nombre de Longino no aparece en autores
griegos anteriores al Patriarca Germano, en 715”.2 Es casi seguro que el nombre
sea una latinización del griego λόγχη (lonjé), la palabra utilizada por el
texto de Juan y apareció por primera vez un manuscrito iluminado de la
Crucifixión detrás de un lancero. Dicho manuscrito, una versión siríaca del
Evangelio según Juan ilustrada por un tal Rabulas, data del 586 y se conserva
en la Biblioteca Laurenciana de Florencia; allí se lee en letras griegas la
palabra Longinos escrita tal vez en la misma época en que se realizó la figura.
Versiones posteriores de la leyenda de Longino aseguran que era ciego, y que el
contacto con la sangre del Salvador le devolvió la vista. También dicen que
ayudó a lavar el cuerpo de Jesús después del descenso de la Cruz. El destino de
Longino no es seguro, pero se lo veneró como mártir, fijando su muerte en la localidad
de Gabbala, Capadocia. Su cuerpo pasaba por haber sido hallado en Mantua,
Italia, en el año 1303, junto con la Santa Esponja empapada de la sangre de
Cristo; se le atribuía, extendiendo su papel en el Gólgota, el haber acercado
dicha esponja a los labios sedientos del Redentor. La reliquia favoreció su
culto en el siglo XIII enlazándose con los romances del Grial y las tradiciones
locales de milagros eucarísticos, constuyéndose una capilla consagrada a San
Longino y la Santa Sangre en la iglesia del monasterio bendictino de Santa
Andrea, bajo el patronato de los Bonacolsi.4 5 En cuanto a las reliquias,
fueron divididas a diversos lugares de Europa, Praga entre ellos, y el cuerpo
llevado a la iglesia de San Agustín, en el Vaticano. Sin embargo también en
Cerdeña se creía poseer el cuerpo del centurión romano que confesara la
divinidad de Jesús. Durante la Edad Media, y en tiempos posteriores, la lanza
de Longino fue un objeto de profundo interés, se la relacionó con las leyendas
del Santo Grial y se especuló con sus poderes ocultos; algunos la llamaron, por
ello, La lanza del Destino ■
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