Esperar? ¿Qué? Se plantea, muchas veces, esta pregunta en nuestro
corazón... Hemos, tal vez, olvidado ese FIN que nunca es lejano. No se trata de
juzgar todas las cosas como simplemente perecederas, sino tener clara
conciencia de la futura transformación de todas ellas... Jornada tras jornada
nos hallamos prisioneros aparentemente de un tiempo que, con signos diferentes,
vuelve y vuelve... Pero no es así en modo alguno. El día que esperamos ya llega
y ya percibimos, de algún modo, sus destellos. El "día" se torna
Alguien, que es el Señor del tiempo y de la historia y el sentido de toda
nuestra vida. Yo Soy la Resurrección y la Vida. Volvamos a meditar
incesantemente estas palabras de la Palabra en nuestro interior. No esperamos
el resultado de planes ni el destino último de estructuras. No esperamos que
pase esto o aquello... No, no es eso, es infinitamente más que todo. Lo cierto
es que Aquello está mucho más cerca de cuanto podamos imaginar, como
"cerca" está el Principio del tiempo y del espacio... ¿Hemos pensado,
alguna vez, cuán próximos somos a nuestro origen? Pues también nos hallamos
próximos a nuestro fin. Ya es la Presencia de Aquél en Quien somos, nos movemos
y existimos. Más hondo que los valles y las montañas, más inmenso que la
inmensidad del mar, más alto que las estrellas y, no allí lejos, sino
inmediatamente cerca... Hoy el silencio es nuestra recóndita alabanza...
Silentium tibi laus ■ Ermitaño urbano
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