Qué grande es el horizonte en el alma! Las pruebas, esas
"fuentes" con las que tropezamos y nos dan un buen baño a cada
trecho, tienen el sabor de la bendición... El sabor de una novedad muy rica y
profunda, que nunca debe atemorizar. Somos peregrinos de los cielos. Podrán
apresar nuestro cuerpo, pero nunca nuestra alma. Así resuena este soplo de
libertad que se genera en el corazón y empuja a descubrir y a seguir siempre
más allá. Confianza en Aquél que nos conforta. Una y otra vez: insistir. El
hombre vuelve y vuelve, elevándose más, cada vez. Como las oraciones breves,
como las aspiraciones en nuestro interior, vuelven y tornan y raptan y
levantan, porque el Espíritu Santo es ahora Fuego que desciende de lo alto y
enciende y se lleva consigo a quien reposa en el altar de su corazón. Que
nuestra oración se eleve con la misma plegaria del Señor, entregando todo al
Padre en el Espíritu de Amor ■ Alberto E. Justo.